Contracorriente

Crueldad y mentiras

La capacidad del presidente Trump para ejecutar con crueldad sus políticas a través de palabras y hechos, “hace sentir bien a sus seguidores: Paul Krugman.

Nadie nace racista, ni misógino; el odio y la crueldad se aprenden. Paul Krugman, laureado con el premio Nobel de economía en 2008 por sus contribuciones teóricas al comercio global, considera necesario tomar en cuenta los sentimientos de crueldad para entender algunas decisiones de Trump.

Dice Krugman en su podcast que “La única habilidad verdadera de Trump es la estafa; su única creencia fundamental es que Estados Unidos es el derecho de nacimiento de los hombres heterosexuales, blancos y cristianos, y su único placer real y auténtico es la crueldad”.

Tomar en cuenta la ideología supremacista, las mentiras y la crueldad contribuye, ciertamente, a la comprensión de políticas que llevan entre sus motivaciones el desprecio a inmigrantes, a votantes negros, a feministas y más aún, a blancos anglo sajones protestantes que simpatizan con principios de igualdad en derechos civiles.

Señala el Nobel de economía que la capacidad del presidente Trump para ejecutar con crueldad sus políticas a través de palabras y hechos, “hace sentir bien a sus seguidores, los hace sentir orgullosos, felices, satisfechos de poder pegarle a los pobres e impotentes”.

Les da sentido de pertenencia, los hace sentirse unidos.

El trato a nuestros connacionales migrantes en EUA se puede entender mejor si los consideramos víctimas de desprecio, crueldad y mentiras. Aunque ha bajado el tono, la propaganda de Trump sembró la idea de que ellos son portadores del envenenamiento por drogas de unos treinta millones de adictos.

La mentira funciona porque echa la culpa fuera; responsabilizar a México y a cualquier mexicano pobre de la crisis de opioides, descarga de responsabilidades morales al gobierno y a las corporaciones estadounidenses que hacen negocios en el sistema de salud.

Se trata de que los estadounidenses se distraigan viendo sus adicciones como un ataque desde afuera, y de que el gobierno pueda perseguir sus verdaderos objetivos con Venezuela y con México, por ejemplo, sin mayor fiscalización política.

Mentiras y crueldad se funden en los ataques militares contra pequeñas embarcaciones que se consideran de origen venezolano, en aguas internacionales cercanas a costas de Venezuela, o de México y de Colombia; la gran mentira es que con ello se intenta frenar el flujo de fentanilo y otras drogas a Estados Unidos.

Venezuela ni siquiera es productora de fentanilo; es lugar de tránsito de la cocaína colombiana, que tras Plan Colombia de principios de este siglo convirtió a ese país en el primer productor mundial de esa droga, con un negocio mejor organizado, aunque no menos violento para los colombianos.

La versión de que destruyendo lanchas y matando a sus dos o tres tripulantes se frenará el flujo de fentanilo a EUA es una falacia absurda pero, como decía Hitler, vuelve oficial una mentira y por grande que sea, la gente desinformada no podrá no creer que sea cierta.

Los ataques y ejecuciones extrajudiciales de presuntos narcotraficantes (no hay una sola evidencia de que los objetivos atacados hasta ahora fueran narcotraficantes), son crueles y nada tienen que ver con el tráfico de drogas, pero Trump, en sus propias palabras ha dicho que seguirá “matando a las personas que traen drogas a nuestro país”.

Desde el primer ataque llevado a cabo el 2 de septiembre a la semana pasada, había habido 9 en el mar Caribe y 6 en el océano Pacífico, con 65 muertes. Pete Hegseth, secretario de Guerra, informó el martes pasado de un nuevo ataque a una embarcación en la que una “organización terrorista extranjera” transportaba drogas en aguas internacionales del mar Caribe. En el ataque murieron los tres tripulantes que fueron identificados como “narcoterroristas”.

Por supuesto, Volker Türk, el alto comisionado de Derechos Humanos de la ONU ha protestado, pero como decía mi abuela, se le oye como quien oye llover.

Detrás de estos mentirosos, extrajudiciales y crueles ataques a gente indefensa, y la concentración de armamento en el Caribe, está la intención de Trump de acabar con el régimen venezolano de Maduro, no porque lo considere antidemocrático o crea su propia versión de que es una organización criminal, sino porque no sólo comercia y acepta créditos de China, como lo hacen Brasil y otras naciones latinoamericanas, sino porque ha comprometido sus posiciones geopolíticas con las del país asiático.

Eso es lo que no está dispuesto a permitir el imperio en su patio trasero; no tolerará que América Latina sea un punto débil en su rivalidad con China.

La cuestión es si China respetará los límites impuestos por Washington a su “zona de influencia”, cuyos intercambios comerciales han crecido al 27% anual durante la última década.

Por México, Trump no tiene el menor respeto, y no parece considerar a nuestro país como un socio comercial de cuya fortaleza económica, estabilidad política y bienestar social se beneficiara Estados Unidos; por declaraciones de diversos funcionarios y por el perfil del embajador que nos envió Trump, lo que parece interesar a Washington es que la economía de México deje de perseguir objetivos nacionales, que se alinee al plan de hacer “grande a EUA otra vez”, y que deje de perseguir objetivos sociales propios de un régimen progresista de izquierda.

En las presiones de Washington en ese sentido, puede estar parte de la explicación del casi nulo crecimiento de nuestra economía.

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