Contracorriente

Con maquiladoras no saldremos adelante

El bajo valor que nacionalmente se le agrega a esos productos invalida como falso, el argumento de Trump de que México se ha enriquecido vendiendo sus productos en su insaciable mercado.

México ha sido de los países menos perjudicados por la imposición de aranceles que va decretando el gobierno de Donald Trump para tratar de “hacer grande a América otra vez”, y ha salido mejor librado por buenas razones económicas; la primera es que las maquiladoras aquí instaladas son las principales exportadoras a Estados Unidos y pertenecen, en su mayor parte, a transnacionales estadounidenses.

El modelo de maquila lo creó el gobierno de Carlos Salinas en 1965 con el Programa de Industrialización Fronteriza, al año siguiente de que entró en vigor el TLC; el programa -vigente como IMMEX- ofrece mano de obra disciplinada, importación de insumos sin pagar aranceles y otros incentivos fiscales a inversionistas exportadores.

Desde la firma del TLC y del esquema de maquila por Salinas, el neoliberalismo hizo depender el dinamismo de la economía mexicana a las exportaciones, pero omitió seguir una política de desarrollo industrial que fomentara la creación de cadenas de valor y fortaleciera la planta productiva nacional como proveedora del mercado interno y del de exportación; en consecuencia, las maquiladoras -no la planta productiva nacional- fueron quedando a cargo de cubrir el mercado externo.

El resultado es que mientras que en 2006 las maquiladoras generaban aproximadamente el 50% de las exportaciones de México, un análisis de IMMEX estima que en 2021, ese sector ya cubría el 67% de las exportaciones manufactureras y aproximadamente el 62% del total de las exportaciones del país.

Cuando Trump amenazaba con imponerle a las mercancías que van de México a Estados Unidos aranceles draconianos si no se contenía el tráfico de fentanilo (curioso coctel de comercio y política), las corporaciones dueñas de las maquiladoras argumentaron que el perjuicio sería para ellas antes que para nuestro país.

Una segunda razón de la distinción arancelaria a nuestro país, es que el contenido nacional del valor del producto final que se exporta desde las maquiladoras es bajo y cada vez menor. Arnulfo R. Gómez, experto en comercio exterior, consigna que si el valor del contenido nacional de todo lo que se exportaba en 1993 era de 55.8%, desde 2012 a principios de esta década no ha subido del 40%.

Es decir, la mayor parte de lo que se exporta desde México son componentes que entran del extranjero sin pagar impuestos, a muy pocos de los cuales se les transforma y a la mayoría sólo se les ensambla para armar un producto final; casi todas las “maquiladoras” se dedican, en realidad, al ensamblaje.

El bajo valor que nacionalmente se le agrega a esos productos invalida como falso, el argumento de Trump de que México se ha enriquecido vendiendo sus productos en su insaciable mercado.

Lo que es cierto, desafortunadamente, es que la baja integración, competitividad y originalidad tecnológica de las empresas nacionales, no tiene nada interesante que ofrecer a la integración del bloque económico acordado en el T-MEC; nuestro empresariado es un socio económico prescindible -tecnológicamente- en la competencia que libra EU con China.

Apunto aquí que el Plan México del gobierno de la presidenta Sheinbaum reconoce esta situación y hace esfuerzos por transformarla.

La benevolencia arancelaria de Trump con México tiene que ver también, y de manera relevante, con que los trabajadores de las maquiladoras son irremplazables por obreros en EU por razones salariales; allá, el salario promedio de un obrero de manufactura es de 3,500 a 4,500 dólares mensuales, digamos que alrededor de 80 mil pesos, mientras que los trabajadores en Ciudad Juárez, en su mayoría mujeres, perciben entre 5 y 8 veces menos paga.

En resumen, si no le va tan mal a México como a la mayoría de los países del mundo en el pago de aranceles decididos unilateralmente por el gobierno de Trump para entrar al mercado estadounidense, es porque “exportamos” principalmente productos estadounidenses ensamblados a muy bajo costo laboral y escaso valor agregado por actividades de empresas nacionales.

El Plan México del gobierno de Sheinbaum es una poderosa convocatoria al empresariado nacional para que participe con determinación en el esfuerzo de conducir la transformación del país a una economía más eficiente y a una sociedad menos desigual, perspectiva en la que el Estado debe intervenir para asegurar que haya crecimiento y que no se convierta en causa de desigualdad.

“Aprovecho -dijo la presidenta el lunes- para convocar respetuosamente a las y los empresarios de nuestro país a sumarse con decisión al Plan México con inversión productiva, innovadora, y a que avancemos con una banca que genere mejores condiciones de crédito. México requiere de empresarios todavía más activos y visionarios, y profundamente comprometidos con el futuro de la nación”.

El llamado presidencial ocurre en un contexto de varios meses en el que la inversión privada nacional no fluye, a diferencia de la Inversión Extranjera Directa, que sí lo hace.

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