Antes de festinar que el presidente estadounidense haya ordenado al Pentágono que comience a usar la fuerza militar en el mar y territorios extranjeros contra los cárteles de la droga, clasificados por su administración como organizaciones terroristas (seis en México y uno en Venezuela), considere amable lector lo siguiente:
EU ha intervenido e inclusive, invadido países cuando considera amenazado alguno de sus intereses estratégicos, no para salvar a los ciudadanos de las faltas del régimen al que ataca; al retirarse después de un tiempo, que puede durar meses o años, queda en el país afectado una profunda marca de concesiones económicas, debilidad institucional y alineamiento incondicional -político, económico y diplomático- con Washington, así como el surgimiento de graves conflictos sociales. El Plan Colombia del año 2000 es muy ilustrativo al respecto.
A.- Aunque el gobierno de México está política y diplomáticamente alineado a Estados Unidos, y la presidenta Sheinbaum lo ha refrendado en todos los tonos posibles, inclusive queriendo razonar en torno a la conveniencia de la mayor integración económica norteamericana, no ofrece lo que Trump quiere: subordinación política y diplomática, y alineamiento con sus intentos de reindustrializar EU, lo que va en contra de planteamientos de integración, incluyendo el de norteamérica.
Trump solo escucha y pone atención a lo que cree, y de Sheinbaum oye planteamientos populistas de izquierda que le repugnan, y no escucha la esperada apertura a sus exigencias de subordinación de nuestro Ejército y fuerzas armadas a lo que determine su Comando Norte en materia de (su) seguridad fronteriza, combate al narcotráfico (en nuestro territorio) y cooperación militar (permanente).
Los halcones en Washington no registran los avances que van consiguiendo el gabinete de seguridad y la secretaría a cargo de Omar García Harfuch, y como si nada se estuviera haciendo ni logrado en tan poco tiempo como el que lleva el gobierno de la presidenta Sheinbaum, Trump le va subiendo el tono a sus amenazas -ya no sólo fiscales sino militares unilaterales-, y acusa que la presidenta Sheinbaum no “entiende lo que pasa” y por eso se niega a permitir el involucramiento de fuerzas militares extranjeras en el combate a cárteles en territorio mexicano.
La versión del gobierno de Trump es una verdad a medias, falsa, por lo tanto; repite que las organizaciones criminales en México han alcanzado un control territorial inusitado de rutas y puertos, fronteras, carreteras y puntos de producción, debido a su poder de corrupción de autoridades en nuestro país; la verdad también exige entender que el poder de los cárteles mexicanos llegaría apenas a la frontera, si no encontrara corredores abiertos por la corrupción en EU.
Un reportaje del New York Times del 9 de agosto pasado sigue la ruta de internación de fentanilo desde Culiacán, Sinaloa a Tucson, Arizona, en la que se van repartiendo sobornos a puestos de control militar, pero también a agentes de la Guardia Fronteriza y de Aduanas estadounidense; una vez entregada la carga en Tucson por un transportista del Cártel de Sinaloa, el mayorista gringo que la recibe la envía a California y de ahí, a las calles de las grandes ciudades del oeste a través de redes de minoristas.
Por supuesto que el narcotráfico compra en México la complicidad de policías, aduanas, políticos, jueces y empresas, pero por supuesto también que algo semejante ocurre en territorio estadounidense, aunque con la diferencia de que las instituciones allá tienen buen control de la delincuencia para evitar otros flagelos a la sociedad, como desapariciones, secuestros y extorsiones.
Pero allá, como aquí, el trasiego de drogas no se explica sin la complicidad de autoridades y empresas a lo largo de rutas y cruces fronterizos por las que transita. Si hubiera genuino interés y capacidad en Estados Unidos y en México de acabar con un negocio que genera ganancias inmensas, la cooperación binacional sería viable.
B.- De llegar a ser realidad la presencia militar unilateral estadounidense -con misiles, drones o comandos- en acciones de combate dentro de territorio mexicano, ¿qué papel le quedaría jugar al gobierno de Sheinbaum ante tal violación a nuestra soberanía? ¿y al Ejército mexicano y a la Marina? ¿En qué estado quedarían los otros asuntos de la relación de México con EU?
Los medios de prensa, radio y televisión que han contribuido en México a difundir miedo y generar así un ánimo favorable a la intervención estadounidense entre sectores de clases medias, ¿denunciarían los excesos que inevitablemente cometerían esos comandos?
¿Cuáles son los escenarios de respuesta popular a tal intervención en algunas regiones? AMLO decía que habría un levantamiento masivo si lo tocaban a él, pero el Pentágono estima que habría una resistencia limitada que se podría “contener”; ¿tendrán el cálculo de muertos civiles que tal contención causaría?
No olvidar que uno de los factores que explican la fuerza de los cárteles es que no sólo tienen armas y dinero, sino que han conseguido aceptación social en amplias regiones donde la gente, en vez de enfrentarlos, recibe apoyos para salir de crisis, organizar fiestas o abrir caminos. Un ataque militar extranjero a los bastiones de los cárteles pondría a prueba si esa connivencia social es por lealtad y agradecimiento, o por terror.
Cualesquiera que sean las respuestas a una improbable intervención armada estadounidense, aún de escala focalizada en determinadas regiones, provocaría una peligrosa desestabilización política y social en México, como ha ocurrido en Afganistán, Irán, Iraq, Libia y tantos otros países que EU ha pretendido arreglar para sí.