Contracorriente

Intervencionismo

Para México, como para casi cualquier país o región del mundo, es indispensable esclarecer los nuevos desafíos que representa el nacionalismo de derecha extrema que Trump representa.

México y Estados Unidos viven momentos de grave tensión que hacen recordar algunos de los históricamente causados por el intervencionismo de Washington en asuntos internos de nuestro país. Aquí, como en otras naciones, desde Washington se han promovido golpes de estado lo mismo que guerras civiles.

Para México, como para casi cualquier país o región del mundo, es indispensable esclarecer los nuevos desafíos que representa el nacionalismo de derecha extrema que Trump representa.

La posición ideológica de Trump es una dificultad agregada a los intereses corporativos que representa para llegar a acuerdos con el gobierno de Claudia Sheinbaum; él quiere volver grande a su país considerando sólo la abundancia de bienes y servicios que se generen en su territorio, pero ignorando las aspiraciones y necesidades de las personas que los crean.

Ese enfoque ideológico y político es opuesto al de Sheinbaum y, según lo expresó el primer ministro de Canadá -Mark Carney- al recibir a la presidenta mexicana, invitada a la cumbre del G7 en Alberta, él coincide con ella en que no hay progreso posible si no es compartido.

Diferentes ideologías de gobierno dan lugar a énfasis diferentes en políticas de desarrollo cuya compatibilidad internacional, cuando es necesaria, supone conciliar intereses y construir acuerdos.

El problema es que las ideologías también son creencias que pueden limitar la capacidad de admitir enfoques diferentes, a menos que se cuente con una noción de Estado excepcional, lo cual no es el caso de Trump, ni de la oligarquía que lo llevó al poder.

Con la derecha extrema como ideología, será difícil construir acuerdos, a pesar de las evidencias de que Estados Unidos ya no es la primera economía del mundo sino la tercera, medida por la paridad del poder adquisitivo (PPP). China es la primera y la Comunidad Europea la segunda.

Sólo integrando lo que los mexicanos, como personas físicas o como empresarios producen en Estados Unidos -3.3 trillones de dólares y lo que se produce en México, que es otro tanto-, más lo que genera Canadá, podría Estados Unidos evitar perder la competencia económica ante China y Europa.

Aunque esa sea la realidad económica, el nacionalismo con que se presenta el poder en Washington representa amenazas y obstáculos muy graves: aranceles, deportaciones sin miramientos a derechos humanos, clasificación arbitraria de grupos terroristas para dejar abierta la posibilidad de intervenir sin miramientos a la soberanía de la nación donde se ubiquen y hasta amenazas de expansión territorial, entre otros temas.

Aunque parece improbable que pudiera repetirse lo que al principio señalamos, que es que EU ha promovido en México un golpe de estado y una guerra civil, no está de más tenerlo presente.

Recordemos que apenas iniciado el siglo XX, el embajador Henry Lane Wilson tuvo un papel decisivo en el golpe de estado de Huerta contra el presidente demócrata Francisco I. Madero.

Años después, el embajador estadounidense James R. Sheffield, (1924-1927), no sólo fue un antagonista activo de la Ley Petrolera de 1925, y crítico de la Ley Calles que afectaba a la iglesia, sino que se le atribuye injerencia directa en la cruenta y muy cruel Guerra Cristera, que trascurrió de 1926 a 1929. El presidente Calvin Coolidge lo reemplazó con Dwight Morrow, quien logró la aplicación no retroactiva de la ley petrolera de 1925 e hizo que en su embajada se acordara poner fin a la Guerra Cristera.

El acendrado “nacionalismo” de Trump obliga a tener presente lo que Washington ha sido capaz de hacer en muchos países, incluido el nuestro. Pero obliga también a ver las oportunidades que pudiera ofrecer la crisis, para lo cual es indispensable tener un diagnóstico real y al momento de lo que ocurre en las tensiones geopolíticas y en las relaciones de México con el resto del mundo.

A ello podría contribuir un convenio de colaboración entre el rector de la UNAM - Leonardo Lomelí Vanegas- y el secretario de Relaciones Exteriores, -Juan Ramon de la Fuente- suscrito en diciembre pasado; por virtud de ese acuerdo, ayer se inauguró en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales el Programa Universitario de Gobernanza Internacional, cuyo secretario técnico es Miguel Basáñez, ex embajador de México en EU.

La primera actividad del nuevo programa es un semanario permanente acerca de las relaciones entre México y Estados Unidos, que deberá reunir el conocimiento que se tiene en la UNAM y en la cancillería sobre todo lo que vincula a nuestro país con el vecino del norte.

En el desarrollo del seminario participan las facultades de Ciencias Políticas y Sociales, de Economía y de Derecho, así como el Instituto Matías Romero de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Tiene el propósito de establecer un diálogo desde la UNAM con funcionarios y diplomáticos de la cancillería, que aporte elementos sólidos y oportunos a los tomadores de decisiones en política exterior.

El Programa de Gobernanza Internacional es parte del Programa Universitario de Gobierno, que está a cargo del doctor Eduardo Robledo.

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