De la amenaza a la compleja realidad: los aranceles que están, pero que no están al mismo tiempo. El 1 de febrero pasado, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, firmó órdenes ejecutivas que impusieron aranceles del 25 por ciento a Canadá y México, con vigencia a partir del 4 de febrero de 2025. El 3 de febrero de 2025, el presidente Trump firmó nuevas órdenes ejecutivas que pospusieron los aranceles hasta el 4 de marzo de 2025. El 4 de marzo, el presidente Trump no otorgó otra pausa, por lo que los aranceles entraron en vigor. Sin embargo, el 6 de marzo, el presidente Trump firmó órdenes ejecutivas (una para Canadá y otra para México) que ajustaron los aranceles, eximiendo a los productos certificados por el T-MEC y reduciendo el arancel sobre el hidróxido de potasio del 25 por ciento al 10 por ciento.
¿Qué sucederá mañana? Como sugiere en su propio libro “El Arte de la Negociación” (1987), el presidente Trump ha abierto múltiples frentes de negociación, tanto a nivel nacional como internacional, enviando condiciones de negociación significativamente favorables para los Estados Unidos, utilizando los aranceles como herramienta preferida. Aunque la mayoría de las veces los aranceles a veces pueden tener efectos contraproducentes, uno de sus atributos prácticos es que no requieren aprobación del Congreso. Desde la toma de posesión de Trump, se han aplicado aranceles generalizados a las importaciones de acero y aluminio, así como a las importaciones de China, Canadá y bienes de México que no cumplen con los requisitos que exige el T-MEC.
Además del comercio, los objetivos del presidente Trump con respecto a América Latina se han centrado principalmente en la inmigración y la seguridad. México ha estado en el ‘ojo del huracán’ debido a su cercanía geográfica y sus fuertes lazos económicos con EU, así como a sus problemas migratorios; y los problemas significativos con el crimen organizado y la exportación de sustancias ilegales, particularmente fentanilo. Sin embargo, contraintuitivamente esto le ha dado a México ‘fichas’ para negociar con el gobierno estadounidense y la presidenta Sheinbaum las ha sabido utilizar de manera muy inteligente (“Se postergaron los aranceles, ¿qué sigue?”, 18 de febrero). Trump también ha dirigido su atención a Venezuela, Colombia y Brasil en cuestiones migratorias, y a Panamá debido a preocupaciones de seguridad relacionadas con la relación de China con la empresa que administra dos puertos alrededor del Canal de Panamá. Sin embargo, por el contrario, los presidentes Milei (Argentina), Noboa (Ecuador) y Bukele (El Salvador) han mantenido una relación ‘especial’ con Trump, que aparentemente ha dado frutos, especialmente en cuanto a los programas del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Trump desea imponer tres tipos de aranceles: (1) Aranceles específicos por país (e.g. China); (2) Aranceles a productos o sectoriales (e.g. acero y aluminio); y (3) aranceles ‘recíprocos’. En cuanto a los aranceles a productos y sectoriales, Trump eliminó las excepciones que había para los aranceles a las importaciones de acero y aluminio para que aplique a todas las importaciones de dichos productos, sin importar de qué país vienen. Asimismo, Trump ha comentado que desea instrumentar aranceles a las importaciones de autos, cobre, semiconductores, productos farmacéuticos y madera. El Departamento de Comercio ya terminó una investigación sobre los autos y ha iniciado investigaciones bajo la Sección 232 sobre cobre y madera. Ahora bien, para imponer aranceles sobre productos farmacéuticos y semiconductores, considero factible que el gobierno de EU podría utilizar la Sección 301.
En cuanto a los aranceles ‘recíprocos’, el presidente Trump podría utilizar la Sección 338 de la Ley de Aranceles de 1930, que no requiere una investigación previa. Si bien esta sección no ha sido utilizada para imponer aranceles a las importaciones de otro país, bajo esta sección el presidente puede usar su discreción para establecer cuál es el trato discriminatorio e imponer aranceles unilateralmente. Además de los aranceles impuestos a los productos estadounidenses, otras cuatro formas de justificar la imposición de aranceles ‘recíprocos’ son: (1) Impuestos “injustos”, discriminatorios o extraterritoriales, incluyendo el IVA; (2) subsidios y requisitos regulatorios para las empresas estadounidenses que operan en países extranjeros; (3) políticas y prácticas que causan desviaciones en los tipos de cambio, supresión salarial y “otras políticas mercantilistas”; y (4) políticas que limitan el acceso al mercado o la competencia justa. En otras palabras, esta sección le permitiría a Trump imponer aranceles a casi cualquier producto y no hay reglas claras para cuantificar los efectos compensatorios ante diferentes aranceles.
Pero a todo esto, ¿Qué va a pasar mañana? En mi opinión, el presidente Trump no instrumentará los aranceles a las importaciones de México (quedando como excepción indefinida en los que ya se han impuesto) y se procederá a una revisión temprana del T-MEC. Puede ser que se instrumenten un día o dos antes de que “los quite”, como le hizo hace un mes. Alternativamente, considero que Trump podría postergar los aranceles otro mes más y de ahí, de todos modos pasar a la revisión del T-MEC. Dejar atrás las amenazas arancelarias disminuiría significativamente la incertidumbre y promovería la inversión y mayor crecimiento económico.