¿Podemos confiar en una presidenta emanada de una elección de Estado? ¿Podemos confiar en un Poder Judicial que llegó a su cargo gracias a unas elecciones amañadas por el uso de acordeones?
¿Podemos confiar en un Poder Legislativo que chantajeó y amenazó para obtener su mayoría legislativa?
La respuesta es no. No podemos confiar en quien hace fraude, en quien engaña, en quien pisotea las leyes para hacerse del poder.
En el sexenio pasado, López Obrador brindó muchas pruebas de su relación con el narcotráfico: existen testimonios de que recibió dinero sucio para sus campañas, neutralizó al Ejército y Guardia Nacional al exigirles que dieran abrazos y no balazos a los criminales.
Permitió que el crimen organizado controlara un tercio del territorio nacional. Visitó con frecuencia a los capos en Badiraguato. Liberó a Ovidio Guzmán. Consintió las elecciones fraudulentas en seis estados en 2021, en las que el narco secuestró a los operadores políticos de la oposición. Disminuyeron drásticamente los decomisos de drogas. Mintió al negar repetidamente que en México se produjera fentanilo.
Liberó sin investigación alguna al general Cienfuegos. Podría extenderme, pero el punto es claro: existió una relación de complicidad con el crimen organizado, una complicidad que no se rompió con el nuevo sexenio. Ahora se debilita el Cártel de Sinaloa y crece el Cártel Jalisco Nueva Generación; disminuyen los homicidios y en la misma proporción crecen las desapariciones.
No podemos confiar en quien sostiene una relación de complicidad con el crimen organizado. Para nuestro socio comercial, que es además la mayor fuerza militar del planeta, el punto es claro. Existe una intolerable relación del gobierno con los criminales.
El gobierno de Sheinbaum tiene miedo de enfrentarlos. Lo acabamos de ver. Toda la fuerza contra los que se manifiestan y protestan, no contra los asesinos de Carlos Manzo.
No se puede tener confianza en un gobierno que no sabe manejar la economía. El país detuvo su crecimiento, se estancó. Las inversiones no llegan ante el clima de incertidumbre jurídica. La carta que publicaron los principales CEO’s de las empresas de Estados Unidos es muy clara: la reforma judicial amenaza al Estado de derecho. Algo que no dejaron de repetir en México todas las Barras y Colegios de abogados.
El Índice del Estado de derecho nos sitúa al nivel de Mozambique, Togo y el Congo. Es Claudia Sheinbaum la responsable política de este desastre judicial, que acarreará tremendas consecuencias económicas. No podemos confiar en un gobierno que nos conduce hacia el despeñadero económico.
¿Podemos confiar en un gobierno que premia con un cargo en Suiza al responsable de la muerte de 800 mil mexicanos por Covid? ¿Podemos confiar en un gobierno que es incapaz de investigar al senador López Hernández, acusado de entregar a su estado a la violencia de un cártel criminal? ¿Podemos confiar en un gobierno que sigue rindiéndole pleitesía a López Obrador a pesar de las múltiples evidencias de corrupción de su círculo más cercano? ¿Podemos confiar en un gobierno que no mueve un dedo para investigar al almirante Ojeda y su responsabilidad en el contrabando de combustible, el mayor fraude a la nación del que se tenga noticia?
No podemos confiar en un gobierno inepto. Es momento de comenzar a pensar en removerlo. En usar los torpes instrumentos que brinda la ley, como la revocación de mandato y el juicio político.
Se trata de instrumentos políticos y jurídicos torpes porque el partido oficial es dueño de los mecanismos necesarios para activarlos. En el gobierno están considerando utilizar la revocación de mandato, que se pensó como un instrumento para confrontar al poder, como un mecanismo para fortalecerlo, haciendo coincidir las elecciones intermedias con la revocación. No podemos confiar en un gobierno que pervierte los instrumentos ciudadanos para utilizarlos a su favor.
Es necesario que la sociedad consciente recurra a otros métodos de protesta, como las movilizaciones permanentes, la desobediencia civil y los bloqueos de edificios. No podemos confiar en los procesos electorales luego de ver las resoluciones ridículas que validó el Tribunal Electoral respecto a las elecciones judiciales.
El gobierno tiene secuestrado el aparato electoral que creamos los ciudadanos. No podemos confiar en un sistema de justicia que brinda impunidad a los miembros de Morena y persigue a sus críticos.
No podemos confiar en un gobierno que admira y protege dictaduras. ¿Qué confianza podemos tener en un gobierno que es señalado en México y en el extranjero de ser cómplice del crimen organizado?
Un gobierno que tiene que recurrir a burdos montajes para hacerse la víctima es un gobierno que merece todo nuestro desprecio. Ha dejado de ser confiable. Ha dejado de representarnos.
Ha llegado la hora de abandonar la pasividad y pasar a la movilización y la protesta. Es momento de poner en marcha la capacidad ciudadana para organizarse contra un gobierno al que se le ha perdido toda la confianza.