No parece que vayamos a ninguna parte. Apenas quedan huellas del proyecto de regeneración nacional. Se destruyeron instituciones y en su lugar se levantaron construcciones defectuosas. Nos quedamos sin transparencia, sin medicinas suficientes, sin jueces competentes. Caminamos sin mapa ni hoja de ruta. ¿Terminará alguna vez este largo periodo de inseguridad y violencia? Nadie lo sabe. Somos una nación sin rumbo.
Si el proyecto nacional era el de López Obrador (abolición del neoliberalismo, separación del poder económico del poder político, justicia social), este quedó sepultado con el regreso de Donald Trump. No avanzamos, reaccionamos. Comenzó Sheinbaum su gobierno anunciando que México encabezaría la primera misión latina al espacio. Hoy esa agencia está cerrada. Todos los hospitales tendrían medicinas en marzo. Luego en abril. Luego en mayo. Tampoco será en junio. No sabemos si algún día ocurrirá. Despertamos del sueño de ser la décima economía del mundo para encontrarnos bajo la amenaza militar de nuestro vecino. Nuestra prioridad es defendernos, base del programa Hecho en México. Tenemos un gobierno sin propuestas y sin imaginación, un gobierno reactivo.
Pasamos de los megaproyectos (deficitarios elefantes blancos) a un gobierno dedicado a resolver sin gracia los problemas que nos arrojan desde el norte: imposición de aranceles, combate sin tregua a una producción de fentanilo que se supone que no existía, migrantes mexicanos maltratados en la frontera norte y migrantes centroamericanos maltratados por autoridades mexicanas en la frontera sur, cesión del agua de Chihuahua para las sedientas tierras texanas, la intolerable complicidad con el narco, el gusano barrenador, etcétera. Estados Unidos dicta la agenda mexicana. Bailamos al son que nos toca Trump. Padecemos un gobierno sin iniciativa, un gobierno estancado.
El gobierno de Sheinbaum vive para reaccionar a las ofensas. Afirma en sus discursos que defiende con éxito al país, pero ya están vigentes los aranceles al acero y al aluminio; cede todo lo que puede. Es un gobierno bajo acoso. En México, su discurso de resistencia le ha procurado popularidad porque recuerda a Cuauhtémoc, que perdió con dignidad. El único héroe a la altura del arte.
Se supone que el gobierno anterior y el actual rompieron para siempre con el modelo neoliberal y crearon otro al que llaman (muestra de humor involuntario) economía moral. Nos tallamos los ojos, los abrimos y ahí está: el viejo modelo sigue vigente. Privilegios a los más ricos (no se ha creado ningún nuevo impuesto), modelo cimentado en la exportación que favorece el TMEC, economía mixta, control de precios en algunos productos, estatismo acotado, continuidad de los programas sociales, con el añadido de que ahora su perfil es netamente electoral. Nuestra economía parece sufrir la suerte del buque escuela en Nueva York: se detuvieron los motores, va en reversa arrastrada por la corriente, directo al choque contra el puente mientras Marcelo Ebrard hace acrobacias en los mástiles. Cambiamos de modelo económico sólo a nivel discursivo: en los mensajes de la mañanera para consumo de los creyentes.
El modelo que sí desarrolló con éxito López Obrador fue el de compartir gobierno y territorio con el narcotráfico. Por eso la amenaza de Trump: o terminamos nosotros con la intolerable alianza entre el gobierno y el crimen organizado o lo hará su administración. Comenzó ya la suspensión de visas, nos amenazan con listas negras, nos conminan a romper el pacto de complicidad. La supuesta lista incluye gobernadores, secretarios de Estado y legisladores, todos ellos unidos por un factor común: su cercanía con el expresidente.
Mientras más arrecia la presión exterior contra México, mayor es la cerrazón del gobierno. La justicia se volvió partidista y con ello se allanó el camino de impunidad para los morenistas y dureza para los adversarios. Se cortó de tajo la posibilidad de enjuiciar a los López, Obrador y Gatell. Paso a paso se acerca la ‘Ley Censura’. En Puebla ya está prohibido criticar al gobierno y en Campeche comenzaron a cerrar diarios críticos. Lo que sigue es la mordaza para acallarnos. Y si marchamos, vallas de hierro y granaderos.
La “lista de Rubio” provoca miedo en el gobierno. No puede entregar a nadie. Si cede con uno, caerán los demás. Además, el sacrificado podría hablar e incriminar. El miedo al exterior se convierte en soberbia y cerrazón al interior. Toda la culpa es de la oposición y de los medios. La presidenta nunca se equivoca. Ostenta una autoconferida autoridad moral que le impide ver y escuchar. No acepta consejo. Piensa que con la justicia en sus manos está blindado su gobierno y los suyos. Un gobierno miedoso y soberbio.
Avanzamos a ciegas. Marchamos acosados y con miedo en un entorno internacional incierto y violento. ¿Hacia dónde vamos? Hacia ningún lado. Flotamos a la deriva esperando el próximo golpe. Sin proyecto, sin rumbo, sin esperanza.