Leer es poder

La sumisión nacional

Sí creo que la cultura política en México es vertical, paternalista y autoritaria. Sí creo que forma parte de nuestra tradición cultural ser sumisos ante el poder.

El mecanismo básico de la democracia funciona así: un partido en el gobierno tiene una pésima actuación, la gente, con su voto, lo castiga; entra otro partido e intenta corregir el rumbo. Pero México es un país singular.

En México, por una pandemia mal atendida, mueren más de ochocientas mil personas; por una estrategia de seguridad fallida son asesinadas más de doscientas mil; el crecimiento económico es nulo; se deja sin seguridad social a más de veinte millones de mexicanos, y aun así, en las elecciones, el partido gobernante arrasa con la oposición. Unos pocos denuncian tibiamente una elección de Estado. La heredera del poder sigue mintiéndole a la gente, amenaza la recesión, sigue sin haber medicinas, las masacres son cotidianas, los desaparecidos son legión, encuentran campos de exterminio, y la presidenta de todo este desastre continúa teniendo una masiva aceptación. No hay castigo. No hay sanción social.

La presidenta goza de una alta popularidad. No debe sorprendernos. Salinas de Gortari fue también muy popular. Y Zedillo y Fox y Calderón y, al menos en su primer año, hasta Peña Nieto. Incluso López Obrador, con sus gigantescos errores. No importa lo que hagan, importa la investidura. En México se venera la figura presidencial. Nos cuadramos ante el señor presidente. Reverenciamos al Gran Tlatoani. Somos sumisos ante el poder.

Eso nos caracteriza. Agachar la cabeza ante el poderoso. En tiempos prehispánicos, alzar la vista para ver al gran Moctezuma podía costarte la vida. Llegaron los españoles. La orfandad indígena frente al destierro de sus dioses fue compensada por el paternalismo de los misioneros. Juan Diego, “mi hijo más pequeño”. La fatalidad cristiana —que sea lo que Dios quiera— acabó de forjar nuestro carácter. Durante trescientos años, la Nueva España moldeó nuestra cultura política: al poder se le respeta. Al poder se le acata. El poderoso siempre tiene la razón. El poder en México es vertical, autoritario y paternalista.

Trescientos años de dominio novohispano. Treinta años de dictadura porfirista. Setenta años del PRI. Luego, un breve respiro democrático (1997-2018) y vuelta a la tradición autoritaria. No sabemos vivir sin el yugo. Hasta la coyunta lamemos. ¡Lo que usted diga, señor presidente!

Sheinbaum tiene un 85 por ciento de popularidad. Se aplaude al Mencho en los estadios. El poder es terrible, pero se le venera. Nos van quitando, una a una, nuestras libertades, y lo aceptamos. Bajamos la cabeza. Hincamos la rodilla. Destruyen el Poder Judicial. Lo aceptamos. Ahora habrá jueces ligados al narco y al Ejército. Está bien. Que sea lo que Dios quiera. Si la señora presidenta dice que está bien, debe estar bien. El Poder Judicial quedará supeditado al Ejecutivo. Se acabará la República. ¿Para qué salir a protestar? ¿Para qué gastar la suela de mis zapatos si finalmente nuestra opinión no importa? Lo que importa son las razones del Poder. Queremos mano dura, militarización del país, que nos digan qué hacer y san se acabó. Lamer la yunta, agachar la cabeza. Sí, señora presidenta, lo que usted diga: la sumisión nacional.

Estoy convencido de que no existe la “identidad nacional”. No se puede decir que somos así o asá. No hay dos mexicanos iguales. Los individuos no se suman. No hay esencia, hay historia (O. Paz). No puedo decir que los mexicanos somos un pueblo de agachones sumisos ante el poder, porque hay excepciones. Pero sí creo en la cultura. Ese conjunto de actitudes que vamos creando con lo que hacemos y decimos. Sí creo que la cultura política en México es vertical, paternalista y autoritaria. Sí creo que forma parte de nuestra tradición cultural ser sumisos ante el poder. Somos, como se dice, muy dejados. Permitimos el abuso y hasta votamos por él.

En otras partes, frente a los abusos, la gente sale a las calles y protesta. Se toman calles y edificios. Se organiza la sociedad para no permitir que se violen sus derechos. ¿Cuántos muertos nos ha costado la guerra contra el narco? Más de medio millón de mexicanos. ¿Cuántos muertos de Covid fueron directamente responsabilidad del gobierno? Más de trescientos mil. No importa, no pasa nada. Durante el gobierno de López Obrador, la esperanza de vida bajó de 74 a 70 años. Cuatro años de vida menos viviremos los mexicanos. ¿Y qué con eso?

Durante los meses más duros de la pandemia, los mexicanos nos enteramos que el presidente mandó un avión militar para traer medicinas especiales (prohibidas en México) para atender a sus hijos y a sus familiares. Se trajo una dotación importante. Una parte se usó para el círculo presidencial, pero la mayor parte no pudo distribuirse, claro, porque estaba prohibida. Se echó a perder en los almacenes del Ejército. La noticia apareció en los medios. Nadie le dio seguimiento. Mientras los mexicanos caían como moscas, nuestro presidente estaba a salvo. Eso era lo importante. La noticia pronto desapareció de la atención pública. Enterramos a nuestros muertos y nos callamos la boca. Sumisos ante el poder.

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