Leer es poder

El miedo inspirado

Julio de 2018: López Obrador tuvo todo para ser un gran presidente y transformar a México, pero desperdició una gran oportunidad.

Lo tuvo todo: holgado triunfo electoral, tramposa sobrerrepresentación de diputados, mayoría en las dos cámaras, empresarios con deseos de empatizar, sindicatos a favor, medios de comunicación a la expectativa, un país económicamente estable. Julio de 2018. Lo tuvo todo para transformar a México. Desperdició una gran oportunidad.

Antes de recibir la banda presidencial, ya había mostrado su talante autoritario (lo que sus votantes esperaban): organizó una consulta espuria para justificar la cancelación del NAIM; comenzó sus agresiones a la prensa; dio marcha atrás al plan de devolver a los soldados a sus cuarteles; archivó su idea de organizar un encuentro por la paz que convocaría a todos los actores sociales y hasta al Papa.

No fuimos pocos los que advertimos lo que sobrevendría. Una vez instalados en el gobierno, comenzaron contra nosotros una vasta campaña para denostarnos y cancelarnos. Lo lograron al principio. Se respiraba el miedo, ¿quién sería el próximo? Las mañaneras como pelotón de fusilamiento matutino. Mientras se escuchaban las descargas, todos guardaban silencio (más temprano que tarde se darían cuenta de que también ellos serían señalados, los científicos, los académicos).

La tan anunciada transformación (sinónimo light de revolución) no ocurrió. En su lugar, palos de ciego. Proyectos hechos de prisa, sin planeación adecuada, con resultados dudosos. Echaron fuera de la administración a los neoliberales y pronto se rodearon de novatos leales y de parientes.

A mediados de los sesenta, Fidel Castro nombró a Ernesto Guevara ministro de Economía. Con estudios de medicina y práctica de guerrillero, la economía no era lo suyo. Pero había leído a Marx. Con ese bagaje intentó transformar a Cuba, de gran productora de azúcar a nación industrializada, productora de acero. Viajó a la URSS para pedir ayuda. Los soviéticos intentaron disuadirlo de esa locura. Ese viraje, de lo agrícola a lo industrial, destrozó la economía cubana que, desde entonces, no ha podido recuperarse. Tanto daño pueden provocar las ocurrencias de los que no tienen preparación.

Durante los últimos cuatro años hemos sido gobernados siguiendo las ocurrencias del presidente. No por estudios socioeconómicos para detonar el crecimiento de una región. Por ocurrencias. Sueña con un tren, y dispone todo para que se construya, pésele a quien le pese. Que las cosas se cumplan a su antojo, según sus intuiciones, sus sueños, sus creencias (porque no debemos olvidar que por las tardes el presidente reza en Palacio y acostumbra hablar con Dios.) El Estado al servicio de los caprichos del Señor Presidente.

La dictadura perfecta. A través de programas sociales te doy dinero para que votes por mi proyecto que no es otro que darte dinero para que votes por mi proyecto... Mediante un reparto discrecional de dinero, el gobierno sigue entregando cientos de millones a las televisoras y a La Jornada para que se encarguen de la propaganda. Los ricos de ayer (la mafia del poder) son los mismos ricos de hoy (a los que no ha hecho perder ni un sólo peso).

¿Gobierno de izquierda? Ha aumentado la pobreza. El Covid dejó a su paso centenares de miles de muertos, sobre todo entre los más pobres. Dejaron de tener servicios de salud millones de personas. Se canceló el programa de escuela extendida. Ha crecido el número de mexicanos que se van a Estados Unidos. La inseguridad va en aumento. ¿Gobierno de izquierda?

Tuvo todo para ser un gran presidente. Contaba con un gran y genuino apoyo popular. Pero casi desde el principio decidió gobernar para unos y excluir a otros. Decidió –explícitamente– hacer a la clase media su enemiga. La llenó de adjetivos. Aspiracionistas. En concreto, malos mexicanos. De esos que se van al extranjero a traer malas ideas. Decidió muy pronto aliarse con los militares, y no porque ellos fueran ‘pueblo’ sino porque su mayor temor como gobernante es la de ser depuesto en un golpe de Estado. De joven, se inscribió en Ciencias Políticas en la UNAM. Pero no iba a clases. Estaba deprimido. Pasaba los días en la Casa del Estudiante de Tabasco tirado en la cama. Hasta el 11 de septiembre de 1973. El sacrificio de Allende lo sacó de la postración.

A él no le pasaría lo que al presidente chileno, los burgueses no le quitarían el poder aliados con los militares. (Como también ocurrió con Francisco I. Madero). Frente a los ricos, dio un golpe en la mesa, canceló el aeropuerto y se tomó una foto muy ilustrativa para mostrarles quién era el que mandaba aquí. Frente a los militares, cedió en todo (hasta en darles jugosos negocios, para intentar que no se enreden con el narcotráfico). Por miedo a ser depuesto, López Obrador cedió ante Trump y dedica ahora atención especial a Ken Salazar.

La sombra del golpe de Estado y las ocurrencias presidenciales han sido dos de las facetas más significativas del gobierno de López Obrador. El miedo inspirado. Raíz del fracaso de la cuarta transformación.

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