El presidente Donald Trump anunció, el pasado 2 de abril, un conjunto de nuevos aranceles que impondrá prácticamente a todo el mundo. Este es un acontecimiento de gran importancia para la economía global por el tamaño de la economía norteamericana y su importancia en el comercio mundial. Las bolsas de valores se han caído como consecuencia del anuncio y los efectos económicos se harán patentes en los siguientes meses.
Trump ha impuesto un arancel base de 10 por ciento a casi todos los países (México y Canadá han sido exceptuados) y un arancel adicional relacionado con el déficit comercial de Estados Unidos con cada país. Los objetivos que se buscan con los aranceles son reducir el déficit comercial de Estados Unidos, atraer inversión manufacturera, incrementar los ingresos del gobierno y “rectificar prácticas comerciales injustas”. Sin embargo, los aranceles causarán mayores costos que beneficios.
No alcanzaría el espacio de este artículo para nombrar todo lo que está mal con los aranceles impuestos por Donald Trump, pero hablaremos de algunos de los errores más importantes desde el punto de vista económico. Para empezar, la fórmula con la que se estimaron los aranceles “recíprocos” es problemática en sí misma.
La fórmula toma las importaciones de Estados Unidos provenientes de cada país y estima qué tanto deben de cambiar los aranceles para que se reduzcan dichas importaciones y llevar el déficit comercial a cero. Algunos parámetros de la fórmula se cancelan entre sí y, en la práctica, los aranceles son iguales al déficit comercial de cada país dividido entre las importaciones que recibe Estados Unidos de ese país.
Hay numerosos problemas con esta fórmula. Primero, es demasiado simplista y no necesariamente reducirá el déficit a cero porque los agentes económicos cambiarán su conducta, por ejemplo, sustituyendo importaciones de un país con las de otro país. Más importante aún, las tarifas no son “recíprocas” porque no reflejan los obstáculos comerciales de los otros países. En este sentido, no son respuesta a prácticas comerciales injustas y no abren la puerta a negociar mejores condiciones comerciales.
De hecho, los aranceles pueden estar castigando la eficiencia productiva de varios países. Si Estados Unidos tiene un alto déficit comercial con un país que no tiene prácticas comerciales desleales, es consecuencia de que dicho país puede producir productos a un costo menor que el que enfrenta Estados Unidos internamente. Comprar a estos países era bueno para los consumidores norteamericanos porque tenían acceso a bienes más baratos o de mejor calidad.
Los aranceles amenazan con romper cadenas globales de valor que han ganado en eficiencia a lo largo del tiempo. Como ejemplo se puede tomar el anuncio que hizo Stellantis después de que Estados Unidos impusiera aranceles de 25 por ciento a sus importaciones de automóviles. La empresa automotriz decidió pausar la producción de sus plantas en Windsor (Canadá) y Puebla, pero esto también afectará su producción en Michigan e Indiana, porque sus instalaciones de transmisión, estampado y fundición proveen partes a Canadá y México.
Como lo muestra el ejemplo anterior, la generación de valor es global. La base de la prosperidad económica es la productividad, entendida como lograr mayor producción con los mismos o menos recursos. En este sentido, los aranceles de Trump son profundamente antieconómicos. Provocarán que se produzca menos con los mismos recursos.
Además, Trump debería reconocer que la mayor fortaleza económica de Estados Unidos está en los servicios. Los servicios financieros, educativos o de entretenimiento de Estados Unidos no tienen rival a nivel internacional. Económicamente, no tiene sentido la obsesión con la manufactura.
La única forma en la que los aranceles pueden reducir el déficit o atraer inversión manufacturera es a través de pérdidas significativas de eficiencia y mayores precios para los consumidores estadounidenses. Los aranceles significan quitarle al consumidor la oportunidad de encontrar el bien más barato y de mayor calidad en el mundo para obligarlo a consumir un bien caro y/o de baja calidad producido internamente. Trump le está haciendo pagar los aranceles a los consumidores de todo el mundo, principalmente a los consumidores norteamericanos.