En el tercer trimestre de este año, de no haber sorpresas en la revisión estadística, tendremos la primera caída del PIB a tasa anual desde el primer trimestre de 2021, hace cuatro años y medio.
Ayer, el INEGI dio a conocer el Indicador Oportuno de Actividad Económica de septiembre. Su estimado señala que la actividad productiva habría retrocedido -0.6% anual en ese mes, el mismo descenso que en agosto.
En julio, el Indicador Global de Actividad Económica había caído -1.2 por ciento a tasa anual. Así que puede estimarse que el PIB del tercer trimestre marque un retroceso de -0.8 por ciento.
Con los datos de la primera mitad de este año, puede calcularse que el crecimiento promedio del PIB en los primeros nueve meses del año rondaría el 0.4 por ciento.
Esta cifra es similar al consenso que la más reciente Encuesta de Expectativas de Citi anticipó para todo el año: 0.5 por ciento.
El comportamiento es muy diferenciado de acuerdo con el sector. La industria es la que arrastra hacia abajo a la actividad productiva.
Se puede estimar que en el tercer trimestre se registre una caída de -2.8 por ciento en el PIB industrial del país.
Aunque en el sector terciario habría un crecimiento de alrededor de 0.5 por ciento, no es suficiente para impedir que la actividad económica en su conjunto se contraiga.
¿Qué explica el presente frenazo? Son principalmente tres elementos.
Primero, la industria exportadora ya no crece con la misma fuerza que en el pasado, en particular el ecosistema automotriz.
Segundo, la inversión perdió tracción desde inicios de 2025: la formación bruta de capital fijo se contrajo en el acumulado del año.
Hasta el mes de julio de este año, la inversión decreció -6.8 por ciento en promedio, a pesar de que la construcción residencial ya despegó y aumentó a una tasa anual de 7.8 por ciento; sin embargo, esto no es suficiente para compensar el desplome de la no residencial y la caída en la adquisición de maquinaria y equipo.
Tercero, el gasto público neto retrocedió en términos reales -3.6 por ciento hasta el mes de agosto, lo que también imprime un efecto negativo a la economía.
¿Qué vislumbran los analistas para los próximos trimestres?
Por ejemplo, BBVA Research elevó su pronóstico de crecimiento para 2025 a 0.7%, pero ha advertido una desaceleración en el segundo semestre por la caída industrial y los choques externos; su semáforo regional muestra la industria en terreno contractivo desde el segundo trimestre.
El consenso Citi se mantiene en 0.5% para 2025: no hay visos de una recuperación vigorosa.
Las encuestas de Banxico reflejan expectativas modestas y sensibles al entorno de comercio y política económica. Para 2026, el promedio proyecta una mejora apenas gradual.
A corto plazo, el cuarto trimestre dependerá de dos amortiguadores.
El primero, los servicios: turismo, comercio y algunos corporativos aún muestran resiliencia y podrían evitar una caída más profunda, como ya insinuó la dinámica de la Ciudad de México y estados fronterizos.
El segundo, la trayectoria de la inflación y de la tasa de interés: si la desinflación permite alivio en el costo del crédito, consumo y vivienda podrían tener un respiro. Aun así, con industria en rojo y la inversión a la baja, el escenario base para fin de año es de estancamiento con sesgo negativo.
¿Qué mirar hacia 2026? Tres claves.
Reactivar la inversión pública y privada en proyectos con rápido multiplicador —mantenimiento carretero, agua, vivienda media.
Acelerar la agenda de certidumbre regulatoria y energética para que el nearshoring se traduzca en obra y maquinaria, no solo en anuncios;
Blindar la plataforma exportadora frente a choques arancelarios, incentivando contenido regional y parques industriales con logística eficiente.
Sin esto, el ciclo seguirá dependiente del sector terciario, cuya dinámica, ya se ve, es insuficiente para impulsar al resto.
El dato de ayer no es apocalíptico, pero sí una advertencia.
La economía perdió el paso industrial y sin inversión será difícil recuperarlo.
Si los datos finales confirman el retroceso global de -0.6% anual y de -3% en la industria, la contracción del tercer trimestre será inevitable.
La esperanza estriba en que la política pública y la certidumbre regulatoria aún pueden cambiar la trayectoria de 2026.
La mala noticia es que el reloj corre en sentido adverso y los datos ya lo expresan con claridad.
El tiempo se está agotando.