Coordenadas

Los entretelones de la propuesta de Larrea

Esto no fue un arrebato de Germán Larrea. La propuesta del empresario por Banamex se venía cocinando con detalle desde hace días o quizá semanas.

Grupo México no dejó que pasara otro día de incertidumbre como el lunes, cuando el valor de la empresa se desplomó más de 15 por ciento, la peor caída diaria desde 2008.

La pérdida de valor de mercado rebasó los 190 mil millones de pesos y ya quedó registrada como un hito para la historia del conglomerado.

Ayer, la acción repuntó ligeramente, 1.6 por ciento, y junto con el rebote llegó también una comunicación a la Bolsa Mexicana de Valores que abrió el telón: ahí se detallaron puntos clave de la propuesta para adquirir Banamex.

Entre los nuevos datos destaca el plazo de 10 días otorgado a Citi para responder tras consultar con su Consejo y con sus principales accionistas. Es un reloj corriendo, y no sólo para la retórica: obliga a todos los involucrados a mostrar cartas.

Otro frente era el del financiamiento. El lunes prendió focos la idea de que Grupo México tendría que asumir una deuda pesada para cristalizar la compra. La explicación difundida ayer matiza ese temor: el nivel máximo de deuda nueva sería menor a 2 mil millones de dólares y ya se cuenta con líneas de crédito acordadas para cubrirla. No elimina el riesgo, pero lo acota y, sobre todo, lo vuelve verificable.

También asoma el diseño de gobierno corporativo y la estrategia de salida para inversionistas. La intención es mantener 60 por ciento de las acciones y colocar el 40 por ciento restante entre otros inversionistas y Afores, con acuerdos ya avanzados.

Una eventual colocación en Bolsa vendría después de cerrada la adquisición, lo que sugiere una hoja de ruta pensada para dar liquidez y diversificar riesgos sin perder el control.

En la operación ejecutiva, la señal es de continuidad con ajustes quirúrgicos: conservar al equipo directivo actual y crear, adicionalmente, un Comité Ejecutivo especializado. Es un mensaje doble: evitar una disrupción operativa y, al mismo tiempo, dotar de capacidades específicas a un banco que deberá navegar en un entorno regulatorio y competitivo más exigente.

Leer entre líneas conduce a una conclusión razonable: esto no fue un arrebato de Germán Larrea. La propuesta se venía cocinando con detalle desde hace días o quizá semanas. Es verosímil, además, que antes de lanzarla se hayan hecho consultas con accionistas relevantes de Citi, capaces de influir en el Consejo para, cuando menos, poner el tema sobre la mesa.

Los reportes más recientes señalan que cinco fondos concentran la mayor participación accionaria, sumando poco menos de 25 por ciento; el resto del capital está altamente atomizado.

Vanguard sería el principal, con alrededor de 8 por ciento; su CEO, Salim Ramji, estuvo en México la semana pasada. Le siguen BlackRock, con poco menos de 7 por ciento; State Street, con poco más de 4 por ciento, y Capital Research and Management y Geode Capital Management, ambas con más de 2 por ciento. Los accionistas no deciden operaciones de esta magnitud, ésa es atribución del Consejo, pero su voz pesa.

Del otro lado del tablero, el dilema no es menor. He escuchado a empresarios y analistas convencidos de que la preferencia —del Consejo y de autoridades— se inclina hacia la oferta de Chico Pardo. En esa narrativa cuentan dos palabras: reputación y certeza.

Larrea, admiten, no despierta simpatías: durante años fue un enigma, sin fotos públicas, con un hermetismo casi legendario. Pero también es cierto que la posición de Grupo México revela arrojo y una capacidad de ejecución probada.

De aquí en adelante, el desenlace es incierto. La propuesta entra a un laberinto donde pesan la gobernanza, las señales a reguladores y la lectura política a ambos lados de la frontera.

Sin embargo, dar por hecho que Citi desechará de inmediato la oferta de Grupo México podría ser precipitado. Hay estructura financiera, un plan de gobierno corporativo, una ruta de colocación y, sobre todo, un cálculo de tiempos que obliga a definiciones rápidas.

En los mercados, la sorpresa suele llegar cuando los supuestos se confunden con certezas.

Por eso, más que apostar por un veredicto anticipado, conviene observar tres marcadores en los próximos días: uno, la postura pública de Citi tras la consulta a su Consejo; dos, cualquier señal explícita de autoridades sobre condiciones de viabilidad; y tres, el pulso de los inversionistas institucionales que, sin votar en el Consejo, pueden inclinar el ánimo.

Si alguno de esos indicadores se mueve, el tablero entero puede reacomodarse. Y entonces, sí, varios tendrán que reescribir su pronóstico.

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