Coordenadas

El desafío interminable de la informalidad

Al analizar la calidad del empleo, encontramos que el empleo informal creció en poco más de 398 mil personas en el segundo trimestre de este año.

El INEGI dio el día de ayer dos noticias. Una buena y otra no tanto.

La primera es que la población económicamente activa ocupada creció en el segundo trimestre de este año en 113 mil 599 personas respecto al mismo periodo de 2024. Puede parecer un número modesto, pero tiene un peso simbólico.

En el primer trimestre del año, este mismo indicador había reportado un retroceso cercano a 120 mil personas en su comparación anual.

El contraste señala que la economía mexicana, a pesar de las dificultades globales y locales, logró un repunte en su capacidad de generar empleo en el segundo trimestre.

Ahora bien, junto con la buena noticia vino otra que ensombrece el panorama.

Al analizar la calidad del empleo, encontramos que el empleo informal creció en poco más de 398 mil personas en el mismo periodo.

Dicho de otra manera: mientras el empleo total avanzó, lo hizo fundamentalmente por la vía de la informalidad.

El desglose es revelador. En esta ocasión, el aumento provino principalmente del empleo en el sector informal de la economía, mientras que se observó una disminución tanto en el trabajo doméstico remunerado como en el empleo informal en empresas u otras instituciones.

Esto muestra que el crecimiento se dio en las ocupaciones más frágiles, aquellas que carecen de prestaciones, seguridad social o estabilidad.

Si a la ocupación total le restamos la informal, lo que observamos es que en el segundo trimestre hubo una pérdida de alrededor de 285 mil puestos de trabajo formales o con algún grado de protección social. La lectura es clara: el repunte del empleo vino acompañado de un deterioro en su calidad.

¿Qué explica este comportamiento? En primer lugar, el menor dinamismo de sectores intensivos en empleo formal, como la manufactura orientada al mercado interno, el comercio moderno o los servicios profesionales.

Ante la desaceleración de estas actividades, parte de la fuerza laboral se desplazó hacia alternativas informales.

En segundo lugar, los rezagos estructurales en materia de productividad y en la capacidad de las empresas pequeñas para absorber empleo formal.

La mayor parte de los negocios en México sigue siendo micro o pequeños establecimientos que, en un contexto de bajos márgenes y alta incertidumbre, prefieren operar en la informalidad antes que asumir los costos regulatorios y fiscales de la formalidad.

Un tercer elemento es de carácter regional: en estados donde el crecimiento económico se ha apoyado en sectores menos dinámicos, el empleo informal sigue funcionando como válvula de escape.

La construcción, el comercio ambulante y los servicios personales son espacios donde muchos trabajadores encuentran alternativas inmediatas, aunque precarias.

La informalidad no solo implica ausencia de seguridad social para millones de trabajadores, también debilita las finanzas públicas, limita la recaudación y reduce la productividad promedio del país.

Una economía con más de la mitad de su fuerza laboral en la informalidad difícilmente puede sostener tasas altas y duraderas de crecimiento.

Además, la persistencia de la informalidad genera una brecha de desigualdad: quienes trabajan fuera de la formalidad tienen ingresos menores, más volátiles y carecen de acceso a crédito y protección social.

El círculo vicioso se alimenta solo: menor productividad conduce a salarios bajos y estos, a su vez, hacen más atractiva la permanencia en la economía informal.

Para revertir esta tendencia se requiere un enfoque integral. Mejorar la calidad de la regulación, simplificar el pago de impuestos para pequeñas empresas, ampliar los incentivos a la formalización y, sobre todo, generar un entorno de certeza jurídica que permita a los emprendedores ver ventajas en operar dentro de la formalidad.

La política laboral también tiene que avanzar. Si las prestaciones básicas, como salud o ahorro para el retiro, se garantizan de manera más amplia, el costo de permanecer en la informalidad será mayor y se incentivará la transición hacia empleos más estables.

La lección que deja el reporte del INEGI es clara: la economía mexicana puede estar generando más empleos, pero muchos de ellos en condiciones frágiles.

Si queremos que el repunte económico sea sostenible y que los beneficios lleguen a más hogares, el país necesita reducir de manera significativa la informalidad.

Solo así el empleo dejará de ser un refugio precario y se convertirá en motor de bienestar y de desarrollo.

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