Comprar una vivienda en México, como en muchas otras grandes ciudades del mundo, se está convirtiendo en una auténtica misión imposible para la mayoría de la población.
Los ingresos promedio de los trabajadores simplemente no alcanzan para cubrir los enganches y las mensualidades de casas o departamentos.
Según datos recientes de la Sociedad Hipotecaria Federal, el precio promedio de una vivienda en el país ronda los 1.85 millones de pesos. Sin embargo, estas cifras esconden fuertes contrastes regionales. Por ejemplo, la Ciudad de México destaca como la entidad más cara, con un precio medio de 3.86 millones de pesos, mientras que Durango tiene los valores más accesibles, con un promedio de 1.06 millones de pesos.
Ahora bien, ¿qué implica comprar un inmueble en la capital mexicana? Inevitablemente, obtener un crédito hipotecario.
Supongamos un préstamo bancario típico, con un plazo a 20 años. Según los simuladores disponibles en la Condusef, herramienta sumamente útil, la mensualidad mínima asciende a casi 35 mil pesos, llegando incluso a superar los 45 mil. Además, los bancos requieren un pago inicial que oscila entre 621 mil y 700 mil pesos, y exigen demostrar ingresos mensuales mínimos de alrededor de 75 mil pesos.
La recomendación financiera más frecuente señala que el pago hipotecario no debe superar el 30 por ciento del ingreso mensual total; por ello, quien aspire a comprar bajo estas condiciones debería tener un ingreso neto mensual de aproximadamente 116 mil pesos. Pero, ¿cuántos mexicanos alcanzan realmente esta cifra?
Incluso cuando se combina un crédito bancario con apoyos del Infonavit, la situación sigue siendo compleja. Aunque se aporte entre 420 mil y 565 mil pesos de este Instituto, las mensualidades siguen estando entre 37 mil y 45 mil pesos, requiriendo ingresos por encima de los 60 mil pesos mensuales.
En este escenario, el salario promedio reportado por el IMSS para los trabajadores formales, que se situó en junio en 18 mil 864 pesos, claramente queda muy por debajo del umbral necesario para adquirir una vivienda promedio en la capital. Con este ingreso, la posibilidad real se reduce a inmuebles de apenas 600 mil pesos, apenas un 15 por ciento del costo promedio actual en la Ciudad de México.
Para aquellos fuera del mercado formal, el acceso a vivienda propia es prácticamente imposible sin subsidios o programas específicos. Pero el problema no se limita únicamente a México; es una crisis global.
En grandes capitales como Nueva York, Londres, París, Tokio o Madrid, los jóvenes enfrentan barreras casi insuperables para adquirir propiedades, debido a que los precios inmobiliarios han crecido mucho más rápido que los salarios. En Londres, el valor promedio de una vivienda es 13 veces el ingreso anual promedio de un joven profesional, y en Nueva York se requieren más de diez años íntegros de salario para adquirir un apartamento modesto.
Las causas son múltiples: encarecimiento del suelo, especulación inmobiliaria, gentrificación y proliferación de alquileres turísticos vía plataformas como Airbnb. La crisis habitacional ya está generando efectos sociales y demográficos profundos, como retraso en la independencia económica y la formación familiar, afectando incluso las tasas de natalidad y acelerando el envejecimiento poblacional.
Aunque existen esfuerzos gubernamentales para paliar esta situación, como controles de renta o programas de vivienda social, se requiere con urgencia implementar soluciones estructurales.
Expertos recomiendan aumentar significativamente la oferta de vivienda asequible, ofrecer incentivos fiscales claros a desarrolladores inmobiliarios, regular eficazmente los alquileres turísticos y diseñar esquemas innovadores para facilitar el acceso al crédito hipotecario.
Veremos si los proyectos del Infonavit aportan a la solución o se convierten, como algunos temen, en una fuente de negocios para constructores vinculados con el grupo en el poder.