Coordenadas

La ‘magia’ de temporal de Hacienda

Aunque la recaudación crece, la proporción de los ingresos tributarios respecto al PIB continúa por debajo de la media de países con desarrollo similar al de México.

¿Cómo es posible que, en medio de un estancamiento económico, la recaudación tributaria esté creciendo a tasas que no se habían observado en casi una década?

Vamos por partes.

De acuerdo con los datos del Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE), durante los primeros cuatro meses del año, el crecimiento fue de apenas 0.07 por ciento. Aunque aún no hay cifras oficiales para mayo, no existen señales de que haya ocurrido un repunte relevante.

A pesar de este panorama, la Secretaría de Hacienda informó que la recaudación tributaria acumulada de enero a mayo creció 8.9 por ciento anual en términos reales.

Desglosando: el Impuesto sobre la Renta (ISR) aumentó 8.2 por ciento real y el Impuesto al Valor Agregado (IVA) lo hizo en un sorprendente 12.5 por ciento.

Aún más llamativo: los aranceles cobrados a las importaciones crecieron 38.4 por ciento real en el mismo periodo.

¿A qué se debe este fenómeno?

La respuesta no está en un aumento de la actividad económica ni en un repunte del consumo. La clave está en la administración tributaria. En otras palabras, se está cobrando ahora lo que durante años se dejó de cobrar.

Es probable que muchos empresarios, de distintos tamaños, hayan utilizado en el pasado estrategias fiscales agresivas para reducir al mínimo su carga tributaria.

Este gobierno, sin necesidad de crear nuevos impuestos, ha incrementado la fiscalización, limitando esos márgenes de evasión y elusión.

Y, sin embargo, los márgenes para recaudar más siguen existiendo. Aunque la recaudación crece, la proporción de los ingresos tributarios respecto al PIB continúa por debajo de la media de países con desarrollo similar al de México.

Esto indica que aún hay espacio para mejorar, especialmente en el combate a la evasión fiscal empresarial.

No se trata solamente de los vendedores informales en la calle. El gran foco está en las grandes empresas que, amparadas en vacíos legales, logran disminuir significativamente su carga tributaria.

Hay sectores enteros, como el de la construcción, donde la cultura del cumplimiento fiscal aún es una aspiración lejana.

Un ejemplo ilustrativo son los impuestos a la importación, que muestran un alza notable como resultado de un mayor control del contrabando, incluido el huachicoleo.

El gobierno ha comenzado a cerrar fisuras por donde tradicionalmente se escapaban miles de millones de pesos, y eso está teniendo un impacto directo en las finanzas públicas.

Es justo reconocer el esfuerzo institucional para aumentar la recaudación sin recurrir a reformas fiscales drásticas.

Pero también hay que señalar los límites. No es realista pensar que esta estrategia pueda escalar indefinidamente.

Mientras tanto, los requerimientos de gasto continúan aumentando. Los programas sociales, por su diseño inercial, demandarán más recursos cada año.

A eso hay que sumar los nuevos compromisos derivados de reformas recientes y los proyectos emblemáticos que siguen absorbiendo enormes cantidades de dinero público.

El equilibrio fiscal será cada vez más difícil de sostener si no se amplía la base de contribuyentes ni se revisa la estructura del gasto.

Aquellos que imaginan una Cuarta Transformación prolongada durante 40 años, probablemente no dimensionan el nivel de presión que enfrentarán las finanzas públicas.

La ventana de oportunidad que ofrece la actual eficiencia recaudatoria puede cerrarse pronto si no se acompaña de una reforma estructural que ataque de fondo los privilegios fiscales, incentive la formalización y establezca reglas claras para todos.

Porque en muy pocos años, el entorno internacional, los mercados financieros y la propia demografía del país nos obligarán a replantear la estrategia.

Entonces, volveremos a hablar del tema. Apúntelo.

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