Coordenadas

La deserción de Musk: lo que significa

No es que el empresario haya hecho todo bien, pero representaba la visión innovadora que muchos pensaban que pudiera traer consigo el gobierno de Trump.

Estados Unidos ha consolidado su liderazgo como principal potencia económica mundial gracias a su capacidad para transformar avances científicos en innovaciones tecnológicas que han revolucionado la vida cotidiana.

Pensemos, por ejemplo, en la luz eléctrica impulsada por Thomas Alva Edison o en los múltiples usos de la corriente alterna desarrollados por Nikola Tesla.

Más cerca de la industria, la producción en serie aplicada por Henry Ford transformó la economía global.

Avanzando en el tiempo hasta el presente, la evolución de las aplicaciones e infraestructura de la inteligencia artificial promete cambiar la historia, con las grandes tecnológicas estadounidenses a la vanguardia.

Estamos apenas al inicio de una era de innovaciones disruptivas, en la que diversos ámbitos como la biotecnología y la industria médica, entre otros sectores, jugarán un papel central.

Gran parte de estos avances han surgido de la colaboración entre universidades líderes, consideradas viveros de innovación, las empresas y el gobierno.

Uno de los más graves problemas que hoy enfrenta Estados Unidos es que la administración Trump parece decidida a desmantelar este sistema de innovación.

Los asesores más ideológicos de Trump sostienen que los campus universitarios se han convertido en focos de oposición, escenarios donde surgen movimientos críticos contra las políticas gubernamentales.

El ejemplo más extremo es la ofensiva obsesiva del gobierno contra Harvard.

Durante décadas, Estados Unidos fue el destino soñado por científicos e innovadores que entendían que allí todo era posible.

Por eso atrajo a las mentes más brillantes del mundo, que emprendieron proyectos monumentales: desde el desarrollo de armas nucleares hasta el Programa Apolo que llevó al hombre a la Luna, o la creación de la Internet, entre muchos otros.

Hoy, esa visión se desvanece.

La reciente decisión de filtrar a estudiantes extranjeros basándose en su actividad en redes sociales es una muestra clara de censura y rechazo al talento global.

El mensaje parece ser: “Prefiero leales antes que innovadores”.

No es casual que el mismo Elon Musk, símbolo de la innovación contemporánea, anunciara esta semana su decepción y abandono del gobierno estadounidense.

Pareciera que toman el control ideólogos al estilo de Peter Navarro o Stephen Miller, quienes fueron críticos acérrimos de Musk.

Y no es que el empresario haya hecho todo bien, pero representaba la visión innovadora que muchos pensaban que pudiera traer consigo el gobierno de Trump.

Aunque aún tengo visa para entrar a Estados Unidos, pero como van las cosas, me pregunto si expresar críticas como las que aparecen en esta columna podrían condenarme en el futuro a ser incluido en alguna lista por cuestionar las políticas de Trump.

Paradójicamente, somos muchos los que seguimos admirando lo que Estados Unidos ha representado históricamente.

Un país forjado sobre principios sólidos, donde el “sueño americano” fue posible para migrantes de todo el mundo, incluso para los antecesores del actual presidente.

Una nación capaz de liderar el mundo en ciencia y tecnología.

Lo más triste es que la visión restrictiva del gobierno de Trump puede conducir a que se valide en el mundo el modelo chino.

Parece que un gobierno autoritario, pero enfocado en el crecimiento y el liderazgo tecnológico, podría ser el modelo aspiracional para muchos, sobre todo si eso garantiza recursos y financiamiento.

Solo queda esperar que el pueblo estadounidense aprenda de la historia y pronto recupere la grandeza que lo ha caracterizado.

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