Voy a ganarme críticas, como casi siempre lo hago. Ni modo. Ha sido la constante desde hace más de tres décadas, por lo que ya no me sorprende.
En esta ocasión, quiero recordar en este espacio el texto que publiqué el 23 de abril, titulado: “La inútil discusión sobre una posible recesión en México”.
Decía entonces: “El contexto económico global está marcado por una profunda incertidumbre… En este escenario, resulta poco útil discutir si México está técnicamente en recesión por fracciones de puntos porcentuales. La realidad es que enfrentamos un panorama económico complejo, donde los factores externos e internos se combinan, haciendo que el debate sobre décimas de punto sea ocioso ante la magnitud de los retos económicos actuales”.
Muchos anticipaban la inevitabilidad de la recesión. Algunos incluso le apostaban a ella y lo celebraban. No había cifras para rechazar esta visión entonces. Hoy sí.
Las exportaciones mexicanas realizadas en marzo resultaron muy sorpresivas a la luz de lo ocurrido en febrero. Luego de comenzar el año con un crecimiento de 9 por ciento en el segmento de exportaciones no petroleras, en febrero el ritmo bajó hasta el 2.9 por ciento.
Algunos pensaban que esa caída reflejaba ya el efecto de las políticas comerciales de Estados Unidos. Pues resulta que en marzo hubo un crecimiento de 6.8 por ciento, con cifras desestacionalizadas. Con esto, además, la exportación alcanzó el volumen más elevado registrado para cualquier mes.
No parecía posible que, en plena era Trump, las ventas mexicanas a Estados Unidos siguieran estableciendo récords, pero así fue.
La hipótesis más plausible para este crecimiento es el adelanto de exportaciones ante la perspectiva de la aplicación de aranceles a partir de abril.
Sin embargo, hay que considerar que para México y Canadá, desde marzo, ya estaba vigente una tarifa del 25 por ciento para productos que no cumplían con las reglas de origen del TMEC, por lo que ya era factible observar un impacto desde ese mes.
A diferencia de lo ocurrido con otros países, hubo escaso cambio del estatus comercial en abril, pues los aranceles generales y sectoriales ya se aplicaban, al menos en teoría.
Es probable que las cadenas de suministro, tan sólidas y con pocas opciones de reemplazo, impidan una caída drástica en las exportaciones, aunque sí podrían provocar incrementos en los precios de ciertos productos en Estados Unidos.
Faltan aún diversos datos económicos de marzo, pero ayer el INEGI publicó otro: el de la ocupación. Con respecto a febrero, la cantidad de personas ocupadas subió en más de 500 mil, aunque respecto al nivel de hace un año se mantuvo prácticamente sin cambio.
¿Qué nos están diciendo estas cifras económicas?
Lo mismo que le refería desde hace una semana: el ambiente económico es altamente volátil e incierto. No hay manera de concluir con certeza una tendencia clara para los próximos meses del año.
Sabemos que Trump impuso el caos y la incertidumbre, lo que tendrá efectos a largo plazo. Pero, al mismo tiempo, en lo inmediato, debemos estar atentos a los datos que surgen, ya que pueden cambiar nuestras perspectivas, para bien o para mal.
Hasta ahora, en términos generales, los datos de marzo resultan mejores de lo esperado. No hay garantía de que esta tendencia continúe, pero, por lo pronto, las noticias son positivas.
Hay que asumirlas antes de “cortarle la cabeza al mensajero”, pues ya existen voces que acusan al INEGI de manipular las cifras.
Aún hay críticos que actúan exactamente igual que los que están en el gobierno: si los datos duros no confirman sus creencias, entonces ellos tienen “otros datos”.
Tal vez sea algo genético en los mexicanos o quizás derive de la polarización salvaje que vivimos. Pero no podemos dejarlo pasar. Nuestras conclusiones deben basarse siempre en evidencias; lo demás es pura ideología.