Donald Trump convirtió los aranceles en una montaña rusa de política comercial que dejó a mercados e inversionistas con el estómago revuelto.
Sus anuncios súbitos, sus giros de último minuto y sus decisiones impredecibles crearon una incertidumbre comercial inédita, que paralizó proyectos de inversión y dejó a muchas empresas en compás de espera.
Como un capitán que cambia de rumbo en altamar, sin avisar, Trump agitó los cimientos del comercio internacional. Y México, como socio estrechamente entrelazado con Estados Unidos, sintió el temblor con fuerza.
El vaivén arancelario
El primer giro brusco llegó con el anuncio de aranceles del 25 por ciento a productos de México y Canadá, incluidos aquellos previamente protegidos por acuerdos comerciales.
Luego vino una pausa de 30 días, sin claridad sobre las condiciones para eliminar o extender la medida. Luego otra pausa, pero al mismo tiempo se aplicaron aranceles sectoriales al acero y aluminio, y luego a los autos.
La constante alternancia entre imposición y suspensión de tarifas sembró confusión.
Empresarios describieron el panorama como “caos, imprevisibilidad y objetivos en constante cambio”, en una Casa Blanca que parecía alejarse de cualquier norma comercial tradicional.
Trump justificó sus políticas hablando de aranceles recíprocos, como si solo respondiera con la misma moneda a las medidas de otros países. Pero en la práctica no hubo fórmula clara: sus decisiones variaron según el impulso político del momento más que por fundamentos económicos. Y luego llegó otra pausa de 90 días, sin saber qué es lo que habrá de ocurrir luego.
La Casa Blanca invocó poderes de emergencia nacional para saltarse procesos legales y ajustar tarifas “sobre la marcha”. Un día amenazaba con aranceles máximos, al siguiente concedía exenciones parciales sin explicación. El propio Trump llegó a decir: “no cambio de opinión, pero soy flexible”, una frase que terminó simbolizando un enfoque errático.
El frente chino: guerra declarada
La guerra comercial con China fue el frente más visible. Trump empezó con aranceles de 34 por ciento, pero pronto fueron escalando y llegaron a 145 por ciento a bienes chinos y 125 por ciento a productos estadounidenses adquiridos por China.
Después, reculó parcialmente, eximiendo temporalmente a artículos como celulares, computadoras y chips.
Este ir y venir no solo afectó a Pekín: muchas empresas estadounidenses y de otros países enfrentaron ya interrupciones en sus cadenas de suministro, alzas de costos y rediseños forzados de sus operaciones. La política arancelaria de Trump funcionó como un sismo comercial cuyos efectos llegaron a todos los rincones del planeta.
Inversión en pausa
En el mundo de los negocios, la estabilidad y las reglas claras son fundamentales. Pero la volatilidad arancelaria instauró un clima de cautela extrema. Inversionistas globales comenzaron a caminar sobre hielo delgado. En las juntas directivas, el nuevo mantra fue claro: “esperar y ver”.
Sondeos mostraron cómo empresas pospusieron planes de expansión, replantearon decisiones estratégicas o simplemente congelaron inversiones en espera de mayor certidumbre.
En ese entorno, la incertidumbre está pesando tanto como los propios aranceles.
Para México, esta incertidumbre tuvo un impacto directo.
Su relación comercial con EU, tradicionalmente sólida bajo el paraguas del NAFTA o del TMEC, quedó en entredicho por decisiones unilaterales de Washington. Y aunque algunos aranceles no se aplicaron o se suspendieron a último momento, la desconfianza se sembró.
Diversos expertos coinciden en que el clima de imprevisibilidad fue “igual o peor” que los propios impuestos comerciales. México descendió del lugar 21 al 25 en el índice de confianza para la inversión extranjera directa de Kearney en 2025. Una caída que se explica en buena parte por la volatilidad arancelaria impulsada desde la Casa Blanca.
Proyectos que antes veían en México una plataforma confiable para exportar al norte ahora optan por esperar.
La inversión extranjera, de acuerdo con diversos testimonios, se desaceleró. La economía mexicana, especialmente en sectores integrados a cadenas norteamericanas, puso freno de mano.
Aunque muchos países resienten este caos, México aparece como uno de los más golpeados por su cercanía con EU.
Ahora, con la renegociación del TMEC en el horizonte cercano, los signos de interrogación no han hecho más que multiplicarse y no sabemos cuándo empezarán a reducirse.