El viernes pasado, las bolsas del mundo sufrieron un segundo día de fuertes caídas, acumulándose pérdidas a las de las jornadas anteriores y generando una atmósfera de incertidumbre que no se veía desde marzo de 2020.
El índice Nasdaq, dominado por empresas tecnológicas, acumula una caída de 22.2 por ciento desde su máximo alcanzado el pasado 19 de febrero, entrando oficialmente en lo que se conoce como un mercado bajista o “bear market”.
Por su parte, el índice S&P 500 registra una caída acumulada del 17.4 por ciento y el Dow Jones ha retrocedido un 14 por ciento. Las pérdidas más fuertes se registraron el jueves y viernes pasados, después del anuncio de los aranceles impuestos por Trump y las represalias planteadas por países como China.
En el centro de estas preocupaciones está el temor generalizado de que pueda detonarse una recesión, iniciando en Estados Unidos y extendiéndose posteriormente a escala global.
Incluso antes del anuncio de estos aranceles, ya existían señales claras de desaceleración en economías clave como Europa y China. Las actuales disputas comerciales han profundizado este pesimismo sobre las perspectivas del crecimiento económico global.
Un aspecto fundamental de esta corrección bursátil es la reducción en las valoraciones de las acciones, medida habitualmente por la relación Precio/Utilidad (P/U).
Antes de estas recientes caídas, las bolsas —especialmente la estadounidense— operaban con múltiplos históricamente altos. Aún después de las ventas recientes, las valoraciones permanecen por encima del promedio histórico: el índice S&P 500 cotizaba en torno a 21 veces las utilidades esperadas, comparado con su promedio histórico de aproximadamente 15.8 veces.
En este contexto, la pregunta crucial es si la actual volatilidad bursátil podría ser indicio de una crisis más profunda.
Las elevadas relaciones P/U sugieren la posibilidad real de mayores caídas en los precios de las acciones en el futuro cercano. La lógica es clara: una prolongada guerra comercial podría frenar la inversión empresarial y debilitar el comercio mundial, erosionando así las expectativas de crecimiento.
Históricamente, los mercados financieros suelen anticipar las recesiones, y actualmente los inversionistas parecen ya estar descontando un escenario económico de menor crecimiento.
Aunque esta situación es global, México enfrenta riesgos particulares debido a su fuerte dependencia comercial con Estados Unidos, por lo cual las tensiones comerciales actuales le afectan directamente.
¿Qué hacer ante esta situación?
Aquí algunas recomendaciones clave para inversionistas:
1. Diversificación global y cobertura cambiaria. Es crucial diversificar inversiones tanto geográficamente como por clase de activos, además de proteger posiciones mediante coberturas en monedas fuertes.
2. Mantener la calma y pensar en el largo plazo. Es esencial evitar decisiones impulsivas ante la volatilidad. La historia demuestra que las caídas pronunciadas suelen preceder a recuperaciones significativas una vez disipada la incertidumbre. Los expertos aconsejan prudencia y evitar ventas por pánico.
3. Rebalancear periódicamente la cartera. Aprovechar las oportunidades tomando ganancias de activos sobrevaluados y adquiriendo aquellos que hayan sufrido caídas significativas, pero que mantengan buenos fundamentales.
4. Refugiarse en activos defensivos de calidad. Ante este panorama incierto, conviene priorizar inversiones defensivas. Esto incluye bonos gubernamentales de alta calidad y acciones de sectores tradicionalmente defensivos como alimentos, telecomunicaciones y salud.
Para el inversionista mexicano es recomendable sobreponderar temporalmente sectores menos volátiles o empresas con negocios estables y menor exposición directa a las fluctuaciones del comercio internacional.
En conclusión, ante las actuales caídas bursátiles derivadas de las políticas arancelarias de Trump y las represalias comerciales subsecuentes, es imprescindible mantener una estrategia prudente, disciplinada y defensiva para proteger el capital.
Finalmente, no olvidemos que muchas grandes fortunas históricamente se han construido precisamente en épocas de crisis.