Coordenadas

Aranceles: ‘que Dios nos agarre confesados’

Todavía estamos a tiempo de evitar la escalada de este conflicto comercial. Ojalá el gobierno estadounidense escuche a los empresarios y retire estas medidas. De no ser así: que Dios nos agarre confesados.

¡Llegaron los aranceles!

Donald Trump confirmó que sus advertencias sobre la imposición de aranceles no eran simples amenazas y firmó ayer una orden ejecutiva para imponer un arancel del 25 por ciento a todos los autos importados por Estados Unidos, a partir del próximo 2 de abril.

El secretario de Economía de México, Marcelo Ebrard, se encontraba en Washington negociando con su homólogo, el secretario de Comercio, Howard Lutnick, sobre este delicado tema.

Al momento de redactar estas líneas, aún no había trascendido ningún resultado concreto.

Quedó frustrada la esperanza de que México fuera una excepción para los automóviles importados bajo las reglas del TMEC.

Las exportaciones mexicanas de autos hacia Estados Unidos ascienden a 78 mil 500 millones de dólares, convirtiéndonos en el principal proveedor automotriz de dicho país.

Aunque el decreto aún necesita aclararse, se entiende literalmente que en el caso de los autos producidos bajo el TMEC, la parte que será gravada es la que corresponde al valor agregado no generado en Estados Unidos.

En el caso de las autopartes exportadas bajo las reglas del TMEC, por lo pronto no tienen un gravamen específico, pero hay que esperar a las definiciones que se darán el próximo 2 de abril.

Los aranceles podrían ampliarse más adelante a otras autopartes. De incluirse estos componentes, el monto total afectado rondaría los 170 mil millones de dólares, convirtiéndose así en la principal afectación para las exportaciones mexicanas hacia EU.

Es inevitable que estos aranceles encarezcan los autos vendidos en Estados Unidos, generando además impactos negativos en las cadenas globales de suministro.

La administración Trump sostiene que cualquier efecto negativo de los aranceles será temporal, y que a largo plazo impulsarán la reindustrialización de Estados Unidos, propiciando que las fábricas que actualmente operan en otros países regresen a territorio estadounidense.

Muchos consideramos que esta visión es fantasiosa y difícilmente ocurrirá; sin embargo, Trump y sus colaboradores están convencidos de ello.

Ya es conocido que países como Canadá y bloques como la Unión Europea tienen preparados aranceles de represalia.

Aún se desconoce qué postura adoptará la presidenta Sheinbaum en la conferencia mañanera de hoy.

No sería extraño que nuevamente se postergara una respuesta oficial hasta conocer la estrategia global de aranceles que, supuestamente, se anunciará el próximo 2 de abril.

Sin embargo, parece inevitable que México tome medidas retaliatorias si en los próximos días no ocurre algún giro inesperado.

Todos estos elementos apuntan a una posible guerra comercial global, cuyas consecuencias serían impredecibles.

Como en todas las guerras —comerciales o militares— es más sencillo iniciarlas que concluirlas.

El riesgo de que escale en espiral es muy real.

Conviene recordar que la última vez que vimos una guerra comercial de la magnitud que Trump parece decidido a iniciar fue en la década de 1930, propiciando la Gran Depresión.

Todavía estamos a tiempo de evitar la escalada de este conflicto comercial. Ojalá el gobierno estadounidense escuche a la mayoría de sus empresarios y retire estas medidas proteccionistas en el corto plazo.

De no ser así, como dice el refrán: que Dios nos agarre confesados.

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