Ayer hubo algunas voces que cuestionaron que México no haya respondido ante los aranceles en acero y aluminio como lo hicieron Canadá o la Unión Europea, especificando que habría una represalia por la imposición de tarifas por parte del gobierno de Trump.
La presidenta Claudia Sheinbaum ha optado, ahora y en ocasiones anteriores, por una postura cautelosa.
Este contraste en el tipo de respuestas plantea interrogantes importantes: ¿qué ventajas y desventajas tiene cada estrategia y cuál ha dado mejores resultados hasta el momento?
La respuesta de Canadá y la Unión Europea busca mostrar firmeza y hace presión inmediata al gobierno estadounidense para reconsiderar su decisión.
La principal ventaja de esta estrategia radica en enviar un mensaje claro y contundente que podría tener efectos inmediatos en la percepción pública y en el Congreso estadounidense, generando presión política interna contra Trump.
Sin embargo, esta táctica también tiene desventajas notables. Primero, aumentan rápidamente las tensiones comerciales, lo que podría conducir a una guerra comercial con consecuencias negativas para todas las economías involucradas.
Ya Trump amenazó ayer con escalar las tarifas en respuesta a las represalias.
Además, una reacción inmediata reduce el margen para futuras negociaciones y dificulta alcanzar acuerdos flexibles. Canadá, por ejemplo, ya ha experimentado impactos económicos negativos en sectores específicos, como el automotriz, a causa de este enfoque confrontativo.
La estrategia de México ha optado por aguardar antes de anunciar cualquier medida, buscando primero una comprensión completa del panorama comercial y político de Estados Unidos, evaluando mejor los impactos económicos específicos antes de tomar una decisión.
Una ventaja clara de esta estrategia es el margen de maniobra que otorga.
México puede calibrar cuidadosamente su respuesta, evitando precipitaciones que podrían dañar sectores específicos o debilitar la posición negociadora futura. Además, abre la posibilidad de buscar canales diplomáticos menos confrontativos, que podrían reducir el daño económico a largo plazo.
Pero esa estrategia también puede traer desventajas. La mayor es la percepción potencial de debilidad frente a la opinión pública y la comunidad internacional, que podría interpretar esta postura como falta de determinación.
Esta percepción podría envalentonar aún más al gobierno estadounidense y poner a México en desventaja estratégica, dificultando futuras negociaciones comerciales o diplomáticas.
Hasta ahora, la postura mexicana ha mostrado efectividad. Sin embargo, el costo político podría acumularse si no se obtiene un resultado favorable pronto.
Canadá y la Unión Europea, por su parte, han enviado un mensaje contundente, aunque con un precio económico más alto a corto plazo.
En última instancia, los resultados de cada camino elegido dependerán del contexto político interno de Estados Unidos y la reacción a mediano plazo del gobierno de Trump.
La prudencia, como la de México, podría ser recompensada con mejores términos comerciales y menores daños económicos en el largo plazo, pero corre el riesgo de percibirse como debilidad y de resentir exigencias mayores en el futuro por parte del gobierno de Trump.
Por otro lado, una respuesta inmediata, aunque firme, podría derivar en mayores daños económicos inminentes y una reducción en el margen de negociación.
La decisión del gobierno de Sheinbaum podría ser acertada si logra equilibrar la prudencia con la firmeza diplomática, aprovechando el tiempo adicional para consolidar una respuesta integral.
Canadá y la Unión Europea ya han puesto sobre la mesa una postura clara. Ahora solo queda observar cómo evoluciona esta dinámica comercial, con la esperanza de que la estrategia adoptada por México resulte ser la más acertada para los intereses nacionales.
Hasta ahora ha resultado. Esperamos que el gobierno le siga acertando.