Un problema que pocos han notado podría estallar en Estados Unidos en las próximas semanas.
El Congreso tiene hasta el 14 de marzo para llegar a un acuerdo que impida el cierre del gobierno federal a partir del 1 de abril.
En diciembre pasado, estuvimos a punto de enfrentar ese cierre, aún bajo la administración de Biden. Sin embargo, un acuerdo de última hora antes de Navidad logró extender el plazo.
La diferencia ahora es que Trump ya está en el gobierno y hay un nuevo factor de disrupción que no existía hace algunas semanas: Elon Musk y su Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE).
Existe la posibilidad de que, como ocurrió en diciembre y en otras ocasiones, el cierre del gobierno se evite con negociaciones hasta el último momento. No obstante, en esta nueva era de Trump, también es factible que se llegue a la situación extrema de tener que cerrar diversas oficinas del gobierno.
Tal vez parezca extraño que haya esta preocupación cuando el Partido Republicano controla ambas cámaras del Congreso.
Sin embargo, en el Senado, la mayoría es de 53 a 47, más el voto del vicepresidente Vance, pero la aprobación de una ley presupuestaria requiere 60 votos, lo que obliga a negociar con la minoría demócrata.
Aunque hay mecanismos para eludir este requisito, dentro del propio Partido Republicano hay una notable resistencia a ciertas soluciones, como la llamada “reconducción presupuestal”.
Por ejemplo, el presidente del Comité de Servicios Armados de la Cámara, Mike Rogers (R-Ala.), declaró recientemente que “una resolución continua para todo el año es simplemente una idea absurda”, y añadió que no la respaldaría “a menos que se proteja el presupuesto de defensa”.
Además, la presencia de Musk y las decisiones de su departamento han generado reacciones negativas dentro de su propio partido.
El problema de fondo es que los recortes que ha implementado el DOGE, o que está por implementar, afectan o amenazan recursos e instituciones clave para muchos legisladores.
El senador republicano de Kansas, Jerry Moran, por ejemplo, expresó su preocupación por el impacto que tendría la cancelación de USAID, ya que algunos fondos de este programa se utilizaban para comprar granos a los agricultores de su estado.
Aunque el DOGE está lejos de alcanzar la meta que Trump fijó en campaña de reducir el gasto en dos billones de dólares, incluso un recorte de varios cientos de miles de millones podría generar una disrupción sin precedentes en Estados Unidos.
Hace unos días, una encuesta de Reuters/Ipsos reveló que la aprobación de Trump cayó de 47 por ciento al inicio de su mandato a 44 por ciento en su última medición, es decir, tres puntos menos en menos de un mes.
Lo más significativo es que el 53 por ciento de los encuestados cree que Trump está haciendo un mal trabajo en materia económica, cuando el 26 de enero ese porcentaje era del 43 por ciento.
El desmantelamiento de diversas oficinas gubernamentales ya está teniendo un costo en la popularidad del presidente, al menos en el corto plazo.
Y si el gobierno se cerrara en abril, los problemas para el poderoso presidente Trump podrían agravarse aún más.
¿Se convertirá Elon Musk en el talón de Aquiles del presidente de Estados Unidos?