La victoria de Donald Trump el pasado martes 5 de noviembre marca un hito en la historia.
Estados Unidos no volverá a ser el mismo y es probable que el mundo tampoco.
Dice el adagio que mientras que a la victoria le aparecen muchos progenitores, la derrota es huérfana.
Los demócratas quedaron pasmados y hasta ahora no han hecho un diagnóstico profundo de lo que les pasó.
En su discurso de reconocimiento del triunfo de Trump, la candidata perdedora, Kamala Harris, más bien agradeció los apoyos recibidos y habló del esfuerzo futuro para lograr el triunfo, pero no dijo por qué perdió.
Las explicaciones respecto a los motivos de la debacle demócrata han menudeado. Que si se tardó mucho en retirarse Biden; que si Kamala Harris tuvo muy poco tiempo para hacer campaña; que si la aprobación del presidente Biden era muy baja; que si Harris no logró conmover a los electores. Y súmele otras.
Todas ellas tienen algo de razón.
Pero, además de todo esto, hay que señalar que parece haberse acentuado la polarización de la sociedad norteamericana, y ésta benefició a Trump.
Expresión de ello, son los contrastantes resultados electorales.
Entre las mujeres, Kamala Harris aventajó por 12 puntos a Trump, pero entre los hombres el republicano ganó por 13 puntos.
Entre los blancos, Trump ganó con una ventaja de 16 puntos; entre la comunidad negra logró solo un 13 por ciento de los votos frente al 85 por ciento de Harris.
Pero, la candidata demócrata solo logró sacar 6 puntos de ventaja en la comunidad latina, que en otras elecciones les había dado a los demócratas una ventaja mucho mayor.
Otro contraste muy grande es el que se da por nivel de escolaridad. Quienes tienen educación universitaria votaron mayoritariamente por Harris (55 por ciento) mientras que los que no cuentan con este nivel educativo se inclinaron por Trump (52 por ciento).
Los condados rurales votaron masivamente a favor de Trump mientras que el margen por el que ganó Harris en las ciudades fue menor.
Una parte importante de la sociedad norteamericana se mostró altamente insatisfecha con los resultados de la gestión de Biden, y el resultado fue que se movieron para respaldar a Trump.
La aprobación promedio de Biden antes de la elección estaba en 40 por ciento frente a un 56 por ciento de desaprobación.
Solo el 27 por ciento consideraba que el país iba en la dirección correcta, mientras que el 63 por ciento pensaba que iba en la dirección equivocada. Con esta convicción, votaron por un cambio.
A una parte mayoritaria del electorado no le importó el desafío de Trump a las instituciones democráticas y de justicia pues está más preocupada por su economía familiar, que se mostró afectada por la inflación más elevada de los últimos 40 años, y esos electores también se sienten amenazados por la migración y por la penetración del fentanilo.
No se trata de un fenómeno exclusivo de la sociedad norteamericana. Es algo que se observa también en otras latitudes. Desde luego también en México.
A la gente le está preocupando más su sobrevivencia diaria que temas tan abstractos como la democracia o la independencia del sistema judicial.
Pero la trascendencia global del triunfo de esta visión es mucho mayor cuando determina el resultado electoral en Estados Unidos, que en cualquier otro país.
Llegará a la presidencia de los Estados Unidos alguien a quien no le preocupa lo que ocurra en otras latitudes.
Le tendrá sin cuidado la suerte de Ucrania, agredido por el gobierno ruso. Y los palestinos de Gaza estarán lejísimos de sus prioridades.
La suerte de las familias migrantes le será irrelevante, pues no las quiere en su país. Que se las arreglen en otro lado.
Ignoro si un mejor candidato o candidata de los demócratas hubiera conseguido un mejor resultado. Tampoco sé qué hubiera ocurrido si la campaña demócrata hubiera sido una sola, y consistente desde el principio.
Pero, lo que sí es claro es que estamos ante un elector que está expresando otros valores y otra visión del mundo.
El regreso de Trump es esencialmente la expresión de ese cambio.
Aún no conocemos las consecuencias de este cambio, pero sin duda serán profundas y durarán muchos años.
Lamentablemente, creo que, en la mayor parte de los casos, no será para bien.