En la semana que hoy concluye vimos ir y venir versiones respecto a las fechas de discusión y aprobación de la reforma eléctrica.
El pasado miércoles 3 de noviembre, tras una reunión de coordinadores parlamentarios trascendió que se acordó que el proceso legislativo de la reforma eléctrica concluya a más tardar el próximo 15 de abril.
Pero, luego, el presidente de la Comisión de Energía de la Cámara de Diputados sostuvo que en realidad esa era una fecha límite y que no implicaba que la discusión no pudiera comenzar en el corto plazo. Y señaló también que se trataría de que en la Cámara se votara en este mismo periodo ordinario de sesiones.
Incluso, se sugirió que, de no votarse en diciembre, podría convocarse a un extraordinario para votar el tema en el mes de enero, en caso de que ya no hubiera margen en este periodo.
Luego, el coordinador de los legisladores del PRI entre los diputados, Rubén Moreira, indicó que al PRI le gustaría que la discusión tuviera lugar hasta después de las elecciones de junio del próximo año.
Mientras tanto, el coordinador de los senadores de Morena, Ricardo Monreal, vio con simpatía que la discusión se hiciera con tiempo.
¿En qué quedamos? ¿Cuándo comenzará el debate de esta reforma constitucional?
Puede estar seguro de que antes de que termine el mes, se formalizará algún mecanismo de discusión en la Comisión de Energía de los diputados. Pero también puede estar seguro de que, ni en este año ni en un extraordinario en enero, se va a subir al pleno la iniciativa.
La razón ni siquiera es política, es aritmética.
Morena y sus aliados no tienen los suficientes votos para aprobar la reforma constitucional en el pleno.
Sí los tienen para aprobar el dictamen de la ley en las comisiones correspondientes, pues allí se requiere solo mayoría simple, pero en el pleno se necesita una mayoría calificada de la que carecen.
Y, no van a poner a discusión una iniciativa en la que lo más probable es que pierdan.
No han logrado hasta ahora atraer los votos del PRI, e incluso es probable que pierdan algunos votos del PVEM. Así que no llegarían a los 331 votos que necesitan, de ninguna manera.
Los legisladores de Morena, sin embargo, saben que se trata de una reforma en la cuál el presidente López Obrador está altamente interesado, por lo que no pueden simplemente decirle: “presidente, no nos dan los votos, hay que esperar a que cambien las condiciones políticas del país para que pueda ser aprobada”.
Las bases radicales de Morena igualmente vieron en la posposición de la votación una derrota y se lanzaron en contra de los legisladores más moderados y negociadores.
Así que en la Cámara deberán hacer doble juego: por un lado, actuar como si verdaderamente tuvieran la fuerza para aprobarla y al mismo tiempo tratar de negociar por debajo de la mesa los cambios que se requieren para que el PRI y el PVEM en su totalidad le pudieran dar el visto bueno.
Ese doble juego que deben hacer los morenistas es lo que ha causado confusión y así va a seguir sucediendo por un buen tiempo.
La reunión que sostuvo Ken Salazar, embajador de EU, con el secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, a quien le expresó sus serias preocupaciones por las implicaciones de la reforma tampoco ayudó en nada a quienes pretendían sacar fast track la iniciativa.
El mensaje es que Estados Unidos no se va a quedar callado ante lo que consideran violaciones del Tratado comercial entre los dos países.
El viernes, el coordinador de los diputados de Morena, Ignacio Mier, llamó a los empresarios a participar en las discusiones sobre el tema de manera directa y no por la vía de quienes denominó “sus personeros”.
Y tuvo la bravuconada de decir que, si le demostraban que la reforma no era favorable para México, que él dejaba su curul.
Como dicen por allí, sería bueno que el diputado Mier sea más sereno porque puede quedarse desempleado. No por perder un debate, lo que obviamente nunca va a admitir él, sino porque son tan evidentes las desventajas de esta reforma, que quizás nunca logre los votos y decepcione al presidente López Obrador.
Por lo pronto, su discusión amplia y detallada en lugar de una votación contra reloj, es ya de por sí un triunfo de todos aquellos que hemos criticado la propuesta.