Enrique Cardenas

El neoautoritarismo mexicano

El nuevo autoritarismo de la 4T, tras la aprobación de reformas en materia de seguridad, ‘ha dejado al país con mucha vulnerabilidad’, explica Enrique Cárdenas.

La serie de reformas legislativas y de usos y costumbres de López Obrador y ahora de Sheinbaum, conforma una serie de factores que caracterizan el neoautoritarismo mexicano. La lista es larga, pero con unas cuantas pinceladas se puede visualizar con claridad. Comenzamos con el control de los tres poderes del Estado, que sin lugar a duda es la faceta más clara y evidente. La “elección” judicial del 1 de junio culminó el desmantelamiento de los pilares más importantes que permitían el funcionamiento de nuestra democracia. Ya no hay límites al poder tras la destrucción de nuestro derecho al acceso a la información pública, tras cooptar al árbitro electoral y estar sujetos a la censura, y tras establecer el control de movimientos, datos e información privada de todos los ciudadanos sin ninguna manera de limitar su uso (justamente debido a la pérdida de autonomía del Poder Judicial). La procuración de justicia depende únicamente de la voluntad del Ejecutivo por llevarla a cabo o no según le convenga; hemos perdido en la práctica la presunción de inocencia, y estamos sujetos a ser espiados y perseguidos por cualquier razón. Estamos en un régimen autoritario y policial.

El neoautoritarismo de Morena también se caracteriza por ser altamente ineficaz e ineficiente en la provisión de bienes y servicios públicos: seguridad ciudadana, acceso a la salud y medicamentos, acceso a educación de calidad desde la edad temprana hasta la inserción laboral, comunicaciones, transportes, calidad del medio ambiente, agua, energía y un largo etcétera. También es altamente ineficaz en la (poca) infraestructura que ha pretendido construir, y muy eficaz en la destrucción de la infraestructura previa. Por ejemplo, la cancelación del nuevo aeropuerto de Texcoco, el Tren Maya, el Tren Transístmico, la carretera de Oaxaca a la costa, la conectividad del AIFA con el aeropuerto Benito Juárez, la refinería de Dos Bocas, la resurrección de la línea aérea mexicana nacida para perder dinero, entre muchas más. El despilfarro de recursos de los últimos años, sin contar las consecuencias de la política energética que come aparte, está aumentando la deuda pública vertiginosamente: 7 billones 121.9 mil millones de pesos entre diciembre de 2018 y mayo de 2025, una deuda que tendremos que cubrir quienes pagamos impuestos. Solo los que pagamos impuestos, y este año seguirá aumentando.

Un corolario de la política económica del neoautoritarismo es el estancamiento crónico. Lejos quedaron los años de aumentos del PIB per cápita. En los últimos siete años, el PIB por habitante ha decrecido 0.01%. El comportamiento de la inversión, o más bien la falta de inversión, permite asegurar que esta condición de estancamiento continuará en el futuro previsible. Si no hay inversión, no hay aumento del PIB, ni siquiera el necesario para reponer el deterioro de los activos, como el mantenimiento de carreteras, puentes, casas, edificaciones y cualquier tipo de capital físico que se desgasta con el simple paso del tiempo, ya ni qué decir del atraso por el cambio tecnológico. Es decir, el neoautoritarismo de Morena trae aparejado un estancamiento económico crónico que lleva al deterioro de las condiciones de vida de la población, de toda la población, pero especialmente de los más pobres, a quienes no les llegan los programas sociales.

Otra característica notable de este régimen neoautoritario es su militarización y el peso de los militares en las decisiones de Estado. Ello se aprecia en los aumentos a su presupuesto, la asignación de tareas que no les corresponden pero que les acerca fuentes de dinero y poder, como el control de las aduanas, de los movimientos por cielo, mar y tierra, aeropuertos, líneas aéreas, hoteles y centros turísticos, sin manera de ser auditados ni que tengan que rendir cuentas a la sociedad. Se pueden agregar otras más sutiles, como las deferencias que tuvo López Obrador y ahora tiene la presidenta Sheinbaum con la cúpula militar, o el aumento notable de promociones a altos mandos que gozan de ciertos privilegios. Y muy cerca de estos vínculos se encuentra el crimen organizado, que finalmente está siendo acechado por este gobierno, con un desenlace impredecible. Los vínculos de miembros prominentes de Morena con grupos delincuenciales y el financiamiento de sus campañas políticas por el crimen organizado salen constantemente a la luz, pero la Fiscalía voltea para otro lado. Solo este hecho ha colocado a México en una grave fragilidad ante el gobierno norteamericano que está empezando a actuar.

Este nuevo régimen, que ha destruido nuestra democracia y la ha suplantado por un nuevo autoritarismo (con diferencias notables al autoritarismo del PRI), ha dejado al país con mucha vulnerabilidad. Estamos en una condición de gran debilidad frente a imponderables. Pueden ser choques externos como catástrofes naturales o del entorno geopolítico internacional, incluido un presidente de Estados Unidos como Trump. Pero sea como sea, nuestro margen de maniobra es muy reducido. Es una grave irresponsabilidad del neoautoritarismo morenista colocarnos en esta situación que estamos viviendo.

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