Enrique Cardenas

La verdad incómoda de Zedillo

Sheinbaum no esbozó ningún argumento que contradijera los de Zedillo. Está cambiando el régimen político sin contar con la legitimidad necesaria. No basta la ‘aprobación’ popular.

El “intercambio” entre Ernesto Zedillo y Claudia Sheinbaum puso en blanco y negro lo que está viviendo el país. Un gobierno que presume de ser demócrata, que tiene la mayoría del pueblo con aprobación apabullante, pero que es incapaz de escuchar la crítica y contestar lo que se le cuestiona. Ante una serie de argumentos sólidos de un expresidente, con todo lo que ello implica, Sheinbaum contestó desde el poder con amenazas, con calumnias y descalificaciones, o con afirmaciones que no se sustentan y que muestran un desconocimiento de los hechos, o bien el intento de desinformar.

Si bien Zedillo reafirma, de manera contundente y con autoridad moral, lo que varios han acusado sobre la destrucción de nuestra democracia, el gobierno de la 4T no lo ha rebatido. Sheinbaum no ha querido o no ha podido entablar una discusión seria y abierta sobre el cambio de régimen que inició López Obrador y que ella ha continuado. Ahora que el expresidente Zedillo los ha interpelado, su réplica se ha quedado muy corta, pero paradójicamente ha sido contundente y autoexplicativa. Con su respuesta, el gobierno ha reafirmado justamente lo que Zedillo ha descrito, que nuestra democracia está muerta.

Es un hecho que nuestra democracia representativa como la habíamos construido en los últimos 30 años, con problemas y retrocesos autoritarios, ha terminado. Está herida de muerte por las reformas de López Obrador que borraron la división de poderes y que Sheinbaum le dio la estocada final. La elección de los jueces y magistrados, la eliminación del IFT, de la Cofece, del INAI y el control sobre las autoridades electorales (el INE y el Tribunal Electoral), apuntalado por la supremacía —ahora constitucional— del Poder Legislativo sobre el Poder Judicial. Asimismo, la posibilidad de que las Fuerzas Armadas actúen en cualquier ámbito civil y no solamente lo que les correspondería en defensa de la soberanía nacional son elementos claves de un régimen democrático que hemos perdido. De ahí que Zedillo afirme que nuestra democracia ha sido asesinada.

La respuesta de Claudia Sheinbaum fue negar que ese era el estatus de nuestra democracia y que la elección de los jueces no era sinónimo de autoritarismo. Y complementó su respuesta con intimidación a Zedillo de quitarle su pensión ganada por su trabajo de muchos años en el Banco de México (por cierto, desde hace años renunció a su pensión como presidente), amenazó a su esposa sin ninguna prueba, y acusó al expresidente por su desempeño en la crisis de 1994-1995 y el rescate bancario. Sheinbaum usó la misma argumentación equivocada y dolosa que López Obrador utilizó por años y que dejó sembrada en la memoria colectiva que el rescate bancario fue un robo a los mexicanos. Sin embargo, no fue así. Desde hace años ya se demostró que el rescate de Zedillo evitó que TODOS los ahorradores que tenían su dinero en la banca, como usted y como yo, perdieran un peso de sus ahorros (no como ocurrió en Argentina con la crisis del corralito), y evitó que quebrara el sistema bancario mexicano. Por supuesto que hubo personas que perdieron su casa al no poder pagar la hipoteca por las altas tasas de interés. Pero, tanto en número como en montos, el rescate de Zedillo salvó a muchas más personas que las afectadas. Asimismo, el rescate costó mucho menos de lo que se ha dicho falazmente (14% del PIB vs. 20% del PIB), y sólo el 60% del costo fue cubierto con impuestos de los contribuyentes; el 40% restante fue pagado con activos adquiridos por el Fobaproa y por las cuotas de los bancos al seguro de depósitos bancarios en el IPAB. Sí, hubo algunas operaciones controvertidas que beneficiaron a algunos accionistas de bancos, pero en monto y en dimensiones fueron las menos relevantes. La mayoría de los bancos desaparecieron o fueron fusionados con otros y sus dueños quebraron. Apenas sobrevivieron 4 de los 18 bancos que existían, y se tuvo que invitar a bancos extranjeros para que ampliaran y capitalizaran el sistema financiero (ver Espinosa A. y E. Cárdenas (editores), “La privatización bancaria, crisis y rescate del sistema financiero”, 5 tomos, CEEY, 2011, y el documental “Privatización ExPost”, disponible en YouTube).

Sheinbaum no esbozó ningún argumento que contradijera los de Zedillo. Está cambiando el régimen político sin contar con la legitimidad necesaria. No basta la “aprobación” popular. Si se pretende cambiar el régimen político, en cualquier democracia se realiza un plebiscito, como se hizo recientemente en Chile. Eso no ocurrió en México. López Obrador y Sheinbaum cambiaron el régimen por la puerta de atrás, lo cual es vergonzante y contradictorio para quien presume encabezar un gobierno democrático.

Yo veo, como Ernesto Zedillo, que nuestro régimen ya no es el de una democracia representativa medianamente funcional, sino que ha sido sustituido por un régimen autoritario que ha anulado, en la práctica, cada vez más derechos ciudadanos como el libre acceso a la información pública, la presunción de inocencia, el respeto al Estado de derecho, la rendición de cuentas, además de un Poder Judicial independiente de los poderes fácticos y la credibilidad y autonomía de los órganos y autoridades electorales. Por tanto, y aunque le duela al gobierno de la 4T, éste ha sido el causante de que nuestra democracia ya no exista.

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