Al igual que aquella famosa frase de López Obrador en la que la pandemia le venía “como anillo al dedo”, Claudia Sheinbaum podría aplicarnos la misma receta: echarle la culpa del mal desempeño económico y otros problemas a un factor externo para esconder lo que realmente está ocurriendo en México. López Obrador le atribuyó a la pandemia del Covid-19 prácticamente todos los males del país, desde la inseguridad, las “irremediables” muertes en exceso por la pandemia, la “inexistente” falta de medicamentos y de atención que siguió posterior a la pandemia, y al muy pobre desempeño económico por la necesidad de quedarse en casa “para enfrentar al virus”, entre muchos otros problemas. Y esa versión de la “historia” se repitió una y otra vez.
Muchos argumentamos que el problema del bajo crecimiento económico por la pandemia se debía a factores propiciados por el mismo gobierno, como el cero apoyo a los trabajadores informales con un ingreso de emergencia ni respaldar a las empresas para que no despidieran empleados. Pero entonces el gobierno argumentó que no tenía recursos y no quería endeudar al país; que no quería gastar en esos apoyos, sino en inversión como la refinería de Dos Bocas, el AIFA o el Tren Maya y en los programas sociales ya existentes. Para eso sí había dinero. Por cierto, la idea de no endeudar al país se le olvidó en 2024 cuando, en año de elecciones, nos endeudó en un billón de pesos.
En la más reciente encuesta de Lorena Becerra para Latinus, se ve con nitidez una contradicción que existía con López Obrador y parece persistir ahora con Sheinbaum. Una muy alta aprobación del presidente/presidenta al tiempo que los resultados económicos, en salud e inseguridad siguen siendo muy pobres. ¿Cómo explicarlo? La razón, que se deja ver en la encuesta, es que el dinero en efectivo que llega a las familias por los programas sociales que benefician a los adultos mayores, a los jóvenes que se “vinculan como aprendices”, a los productores del campo, a madres trabajadoras, a estudiantes de secundaria y preparatoria, así como el dinero vía remesas, les ha permitido mejorar su situación económica personal y familiar de manera significativa, al grado que todo lo demás, incluso las muertes o los desaparecidos, no importan. Tampoco cala la falta de medicinas ni de atención médica, ni la calidad educativa ni el estado de las escuelas. Mientras tenga más dinero en la mano (varios miles de pesos), y aunque tenga que pagar por servicios que ya no otorga el Estado, la gente prefiere el cash. Y desde luego prefiere recibir un apoyo económico sin condiciones ni responsabilidades, o con “condiciones” que frecuentemente no se cumplen, como las becas “Jóvenes construyendo el futuro” que pagan casi 8 mil 500 pesos mensuales.
A este factor le agrego dos adicionales. Primero, cada vez hay más personas que obtienen dinero por el crimen, como el contrabando de hidrocarburos o el huachicol, que es una actividad comunitaria que incorpora a familias y comunidades enteras, o la pertenencia de algún miembro de la familia a algún grupo criminal, o remesas irregulares. Dinero ilegal hay, y en grandes cantidades. El 30% del mercado de gasolinas y diésel del país es ilegal y se acumularon 2,556 tomas clandestinas adicionales en el pasado sexenio (y otras 1,705 tomas nuevas de gas LP). Cada toma representa la participación de muchas decenas de personas. Por otra parte, en Signos Vitales hemos estimado que al menos unos 4,400 millones de dólares de remesas podrían estar relacionadas con el lavado de dinero e implicando a miles de personas.
Segundo, la fortaleza del tipo de cambio, el “superpeso” que llegó a estar a 16.70 pesos por dólar en mayo de 2024, implicó que los ingresos de las personas en pesos alcanzaran para comprar más cosas importadas. Chequen. Si convertimos nuestro PIB de pesos a dólares, resulta un milagro: ¡aumentó 42.5% entre 2018 y 2024! Lo cual evidentemente no refleja ni nuestra productividad ni el empleo; es una ilusión, pero que se materializó en más gasto de la gente en cosas importadas. Y, además, con la entrada masiva de productos chinos a precios menores que los nacionales, el poder de compra de los ingresos de la gente rindió todavía más. Por eso no extraña que el 72% del aumento del consumo en el sexenio de López Obrador fuera de bienes importados, la mayoría de China.
Es decir, la gente ha tenido más ingresos en la mano, aunque tenga que pagar por medicinas y servicios médicos que antes le brindaba el Estado. Los adultos mayores pueden ahora contribuir a los gastos de la casa y eso les ha regresado alegría, dignidad y autoestima. La gente prefiere dinero en la mano para decidir en qué gastar. Incluso muchos pueden hasta comprar un coche chino de segunda mano y ponerlo a trabajar, o poner un pequeño changarro (informal) en la calle. Por supuesto que están contentos con el gobierno, por eso la presidenta tiene una aprobación del 80%, aunque la inseguridad persista, la economía esté postrada y los servicios de salud y educación sean de baja calidad. Aquí algunas preguntas: ¿cuánto tiempo durará el encanto? ¿Hasta cuándo tendremos un peso fuerte? ¿Con qué dinero podrá el gobierno sostener los programas sociales y los demás ingresos de la población? ¿El Infonavit? ¿Qué sucede si (ojalá) se erradica el crimen? ¿Qué implicaciones tendrá en los jóvenes y su futuro cuando ya no tengan acceso a dinero fácil?
Lo cierto es que la economía está estancada desde hace años y Sheinbaum (antes de Trump) se ha encargado de que así siga: desde el inicio de su mandato ha seguido la política de golpear al Estado de derecho y la independencia y destrucción del Poder Judicial, nulificar al INE y al Tribunal Electoral, eliminar los órganos autónomos como Cofece e INAI que dan certeza a las inversiones, mantener a Pemex y CFE a como dé lugar. Todo esto perpetúa la debilidad de la inversión y el lento crecimiento económico. Ello dificultará mantener el “milagro” por muchos años. Y entonces, cuando se deshaga el hechizo, el impacto Trump caerá “como anillo al dedo”. Claudia Sheinbaum podrá culparlo de todos los males del país, reales o imaginarios, de la misma manera que López Obrador lo hizo con la pandemia.