Eduardo Guerrero Gutiérrez

¿Arrestar o no arrestar a ‘El Mencho’?

A estas alturas es casi inevitable que el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum se enfrasque en una guerra abierta contra el CJNG. El arresto de ‘El Mencho’ podría parecer el primer paso lógico.

Ese es el dilema, ponderarán muchos en Palacio Nacional, en Lomas de Sotelo y hasta en Washington. La cabeza de Nemesio Oseguera Cervantes, El Señor de los Gallos, sería el trofeo perfecto que la presidenta podría mostrar para que a nadie le quedara duda de que los tiempos de los abrazos llegaron a su fin. También sería un vistoso tributo para ofrendar a Trump, que un día amenaza con poner aranceles y otro día instruye al Ejército de Estados Unidos a combatir a los cárteles designados en el extranjero. Se ha especulado con la versión de que El Mencho la libró hace poco por un ‘pitazo’ que salió de la Guardia Nacional. También con la noción de que hace cuatro años AMLO decidió no capturarlo cuando tuvo la oportunidad de hacerlo.

Hay una historia todavía más antigua, de 2012, fines del sexenio de Felipe Calderón. En agosto de ese año hubo un operativo, con la participación de las Fuerzas Armadas y la Policía estatal de Jalisco. Uno de los funcionarios que en aquel entonces tuvieron conocimiento me comenta que al parecer fue en una fiesta, en Tlajomulco, y que a mitad del operativo los militares le pidieron a los elementos estatales que se retiraran. ‘Los corrieron’, me dice, pues en la fiesta había alguien ‘muy pesado’. Lo que pasó luego no es del todo claro. Se reportaron decenas de narcobloqueos por toda la zona metropolitana de Guadalajara. Alguien recomendó o presionó o decidió que era mejor dar marcha atrás, soltar al detenido. Tiempo después hubo alguna filtración a los medios y se supo que El Mencho había sido detenido algunas horas y luego liberado. Las notas no trascendieron. Esa captura frustrada se perdió entre las decenas de pifias de las instituciones de seguridad.

Han pasado dos sexenios completos y el CJNG no ha hecho sino acrecentar su poder hasta llegar a ser la organización criminal más poderosa del país, tal vez del mundo. Como lo señalaba en este espacio la semana pasada, a estas alturas es casi inevitable que el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum se enfrasque en una guerra abierta contra la organización de las cuatro letras. El arresto de El Mencho podría parecer el primer paso lógico.

Sin embargo, si algo nos han enseñado las guerras de los últimos años, es que no tiene sentido salir a la caza de capos sin antes debilitar la estructura criminal de los cárteles. Cuando sólo se arresta a los peces gordos, lo que pasa es que simplemente se abre una vacante y no tarda en llegar una facción o un grupo rival a quedarse con la dirección general del negocio; la historia de nunca acabar en la que ya llevamos casi 20 años.

Más o menos por los tiempos en que se produjo la efímera captura de El Mencho publiqué un estudio en la revista Nexos –“La raíz de la violencia”– donde mostraba con datos cómo la captura de capos, por sí sola, propicia la fragmentación de los cárteles en grupos más pequeños, lo cual amplía y diversifica la violencia, sobre todo porque estos fragmentos del viejo cártel, suelen recurrir a la extorsión como giro delictivo principal. Fue lo que ocurrió tras la ‘neutralización’ de los hermanos Beltrán Leyva. Las zonas de influencia de su organización, en particular Guerrero, no han terminado todavía de recuperarse. El actual desastre en Sinaloa es otro ejemplo de cómo la captura de un capo (en este caso planeada desde Estados Unidos), por sí sola, no hace sino empeorar las cosas.

Hay que barrer con el CJNG, sin duda. Pero en este caso hay que barrer de abajo hacia arriba. El punto de partida debe ser la estructura de apoyo del cártel en el ámbito local. Las empresas y prestanombres, y sobre todo las autoridades que operan al servicio de la organización. El CJNG tiene a su gente, de forma más o menos descarada, en varias decenas de ayuntamientos. También, de forma un poco más discreta, en los mandos policiales y en las fiscalías de varios estados. No es necesario que el gobierno investigue a todos y cada uno de estos casos. La cacería de brujas sería interminable.

Sin embargo, sí es indispensable empezar con operativos de captura contra algunos de los alcaldes y funcionarios clave para el CJNG. Un puñado de arrestos bien colocados serían de gran utilidad para lograr que toda la estructura territorial del cártel se tambalee. El siguiente escalón serían los líderes regionales que controlan las operaciones de reclutamiento de sicarios, y de producción y tráfico de drogas para el cártel. Logrado lo anterior, El Mencho sería una figura menos temible. Su captura ya no sería un golpe espectacular. Pero tampoco implicaría que la historia de Culiacán se repita en Guadalajara.

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