Dolores Padierna

Tenemos Presidenta

El carácter perseverante y disciplinado de la presidenta Claudia Sheinbaum se ha reflejado en muchísimos logros concretos, que solo desde el peor cálculo político o la mezquindad se pueden minimizar.

La gran movilización popular del domingo 5 de octubre fue la mejor culminación que pudo tener el recorrido que la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo realizó por todo el país para informar a las mexicanas y mexicanos de los logros y acciones del primer año de su gestión.

Las plazas llenas de todo el territorio nacional refrendaron el respaldo del pueblo de México a la primera mujer que llegó a la presidencia de la República y que lo hizo, por si fuera poco, con la más alta votación de la historia reciente.

Esas plazas llenas se reflejan en el hecho de que ocho de cada diez mexicanas y mexicanos aprueban su gestión, como lo indican las encuestas.

Tenemos presidenta. Y una presidenta que defiende y fortalece dignamente la soberanía y que con profunda vocación humanista encabeza la construcción del segundo piso de la transformación.

En el Zócalo, la presidenta pidió recordar que “durante 36 años el salario mínimo no aumentó. Ahora, entre 2018 y 2025, el aumento es de 135 por ciento en términos reales”.

Se trata de un dato de la mayor importancia que explica el enorme apoyo que el movimiento transformador despierta en las mayorías del país.

Solo quienes detentaron el poder durante el periodo neoliberal, y sus beneficiarios, se atreven a negar la importancia de datos como el anterior. Y quizá no podría ser de otra manera, pues ellos fueron responsables del empobrecimiento de millones de personas a las que desprecian desde sus nichos de racismo y clasismo.

A lo largo de un año, la presidenta ha impreso su sello propio a las prioridades y la velocidad de la transformación. En su contra ha tenido a los adversarios de siempre, aunque recargados con enormes dosis de estridente machismo, pues, por desgracia, vivimos en un país en el cual las actitudes patriarcales son aún moneda corriente en muchos ámbitos, y eso no excluye incluso a figuras de nuestro movimiento.

La presidenta ha respondido con trabajo incansable, con paciencia, estrategia clara y, sobre todo, con resultados.

El carácter perseverante y disciplinado de la jefa del Ejecutivo se ha reflejado en muchísimos logros concretos, que solo desde el peor cálculo político o la mezquindad se pueden minimizar.

Nada fácil ha sido lidiar, y exitosamente, con el presidente Donald Trump. La presidenta lo ha conseguido con paciencia encomiable y ha logrado evitar o atenuar aranceles que hubiesen dañado la economía nacional. Además, ha logrado acuerdos confiables —tanto como es posible con un personaje como el presidente estadounidense— en asuntos de seguridad.

En esa misma materia, una nueva estrategia basada en la coordinación y la inteligencia ha dado resultados tangibles como la reducción de 32% en los homicidios dolosos.

La continuidad y ampliación de los programas sociales, así como una política salarial que derrumbó un pesado mito neoliberal, seguirá traduciéndose en la disminución de la pobreza y la desigualdad.

Una fluida relación con el sector privado nacional y con los inversionistas internacionales, el fortalecimiento de la recaudación, el acento en la infraestructura y el rescate de Pemex (condenado a la extinción por la “maldita deuda corrupta” neoliberal) completan el cuadro de un gobierno que cuida las grandes líneas de la economía sin descuidar por un segundo el objetivo central, que no es otro sino el bienestar de la población.

“Vamos bien y vamos a ir mejor”, como dice la primera presidenta de México.

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