Dolores Padierna

De aranceles y antipatriotas

Donald Trump parece dispuesto a pagar el costo político de dejar sin trabajadores a los agricultores que necesitan levantar sus cosechas y, en general, a los empleadores que contratan mano de obra indocumentada.

Mientras los equipos de ambos países estaban en la mesa de negociaciones, Donald Trump anunció nuevos aranceles del 30 por ciento contra México, que entrarían en vigor el primer día de agosto.

Fiel a su estilo, amagó en las redes sociales y no en los canales de la relación bilateral. En el mismo mensaje, Trump reconoció la colaboración de México en el combate al tráfico de drogas, aunque afirmó que nuestro país “no ha hecho lo suficiente” en la materia.

Los datos de su propio gobierno desmienten al presidente estadounidense. Si México ha sido omiso o no ha hecho bastante, ¿cómo explica que las incautaciones mensuales promedio de fentanilo del gobierno estadounidense en la frontera con México hayan pasado de 777 kilos en 2024 a 342 kilos este año, según datos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP)?

Los mercados, otrora muy sensibles a los amagos arancelarios trumpianos, prácticamente ignoraron la nueva amenaza, mientras el peso mexicano cerró con una variación mínima.

La lección que el mundo ha entendido es que los anuncios estridentes del presidente de Estados Unidos son más una estrategia de negociación que acciones que vayan a hacerse efectivas.

Sin embargo, eso no significa que el mandatario estadounidense no esté dispuesto a hacer reales algunas amenazas, como hemos visto en el reciente caso de la imposición de una cuota compensatoria de 17% al jitomate mexicano. En el caso de este producto, hay una larga historia de presiones de los productores de Florida contra sus competidores mexicanos y los consumidores se verán afectados porque Sinaloa y Sonora son los principales proveedores del mercado estadounidense.

Las verduras mexicanas representan 69% de las importaciones de EU (51% en el caso de las frutas frescas), de modo que aplicar cuotas extras a estos productos del campo afectará de manera inmediata a los consumidores estadounidenses (y electores de Trump).

Aunque domine la estridencia, ya hay afectados, en Estados Unidos y el resto del mundo, por decisiones de un presidente que busca imponer su visión a la economía, y que tiene como eje aligerar la carga fiscal de los más ricos, los suyos.

A Trump parecen tenerle sin cuidado los daños que sus decisiones provocan incluso a sus propios ciudadanos. Parece dispuesto a pagar el costo político de dejar sin trabajadores a los agricultores que necesitan levantar sus cosechas y, en general, a los empleadores que contratan mano de obra indocumentada.

Sus propios votantes pueden ser un freno para Trump, quien ya resiente los efectos de sus políticas. Electo con 51% de los votos, las encuestas actuales le conceden una aprobación de 39%. Resulta interesante, en algunas de esas mediciones, que la aprobación de Trump entre jóvenes (18 a 29 años) es apenas de 25%.

Los medios especializados en temas financieros coinciden en que Trump acompaña sus negociaciones con presiones políticas y en los medios simplemente para obtener mejores condiciones.

En sus últimas decisiones ha dejado ver que el garrote de los aranceles no tiene que ver con déficits comerciales sino que pasa por el cristal de las diferencias ideológicas, como se ha expresado en la imposición de aranceles a Brasil con el argumento de que la justicia de ese país está procesando al expresidente Jair Bolsonario —un entusiasta trumpiano— por su participación en un intento de golpe de Estado.

Los aranceles a la comunidad europea dejan claro que para Trump da lo mismo tener países aliados que “adversarios”.

Ninguno de esos países, independientemente de su peso en el concierto global, mantiene una relación tan compleja como el nuestro, tanto por el volumen del intercambio comercial como por las implicaciones que entraña compartir 3 mil kilómetros de fronteras.

Frente a ese escenario, es inverosímil, aunque por desgracia no sorprende, que sectores de la oposición mexicana se hagan eco del discurso antimexicano de la elite dominante en el país vecino, con una actitud miope que les lleva a aplaudir todo aquello que, suponen, contribuye a golpear a un gobierno que adversan.

Los antipatriotas creen que un golpe del vecino les hará recobrar la relevancia en el escenario nacional, pero el aplauso que brindan a quien nos trata con desprecio sólo hará crecer el rechazo que concitan en la mayoría de las y los mexicanos.

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