David Calderon

Escuela abierta y segura

Digámosle a las familias que vuelvan, pero con hechos. Y si alguien dice que no hay dinero, recuérdenle que el presidente presume de 14 mil mdp para La Escuela es Nuestra.

En esta etapa tan peculiar que vivimos, ayudémonos a tener visión integral y soluciones completas. Ya rebasa todo adjetivo la información que, sin verificación ni credibilidad, se presenta en las conferencias matutinas sobre el número de estudiantes en clases presenciales. Desde que el presidente expropió a su favor la causa de la presencialidad en educación –sobre la que hizo oídos sordos y voluntad omisa por más de un año, y con él los funcionarios mayores de la SEP– insiste sobre la importancia de acudir a las aulas. En eso, tiene razón. Pero lo cierto se impulsa con lo válido, no acumulando mentiras.

Favorecer la presencialidad es la postura con mayor evidencia positiva: las opciones a distancia funcionan con muy bajo logro; Aprende en Casa no es adecuado; el derecho humano a la educación está gravemente comprometido sin un vigoroso empuje a la recuperación socioemocional y de aprendizajes: innegablemente, cada niña y niño aprende mejor con jornadas continuas y completas, con su maestra y con sus pares.

Las escuelas pueden ser el lugar más seguro para que cada niño transcurra su día, y son en general los espacios de menor contagio: eso es ciencia pura y dura. Pero del “pueden ser” al “esta comunidad escolar concreta está segura”, el tramo es largo. Son la opción, pero si y sólo si se pueden verificar condiciones de bioseguridad en las escuelas, así como la condición de los adultos en ellas.

La demonización de los videojuegos, que es fobia personal y sesgada del presidente –un mínimo respeto a las familias de contexto rural, por favor: no es que los niños prefieran las pantallas, que ni tienen, ni que sean adictos a internet, el cual no está disponible ni para su escuela– sirve de cortina de humo para no entrar de lleno a la apremiante cuestión: ¿por qué las familias no llevan a sus hijos a la escuela? Escuche, presidente, y sabrá la respuesta: porque no hay suficientes garantías en SU escuela de que las condiciones son adecuadas.

Un director de escuela y su colectivo docente no se pueden esperar hasta que el presidente y la titular de la SEP sean modelo cívico o ético para empezar a actuar bien. ¿Con qué debería contar, idealmente, de parte de las autoridades, cada plantel para que sea una escuela abierta y segura? Acá una enunciación concreta:

1. La escuela tendría que haber sido acompañada para tener una revisión que –certificada por un funcionario del sistema estatal– confirmara que no hay riesgo estructural o faltantes por deterioro o vandalización que hagan insegura la presencia de las y los estudiantes y docentes. 2. La escuela debería contar con agua suficiente para lavado de manos frecuente, para el uso de los sanitarios y para que, con garantía de su potabilidad, la comunidad pueda llenar sus botellas y no se arriesgue la dispersión de gotículas en bebederos abiertos. 3. La escuela debería contar con la determinación –certificada por una autoridad de salud y exhibida en lugar visible– de que la ventilación es adecuada, y que están bien señalizados y distribuidos los aforos, la distancia entre mesabancos, los ‘puntos’ para colocarse en los patios, pasillos y en el exterior. 4. La escuela debería contar con cubrebocas adecuado –sobre todo para ómicron el filtrado debe ser realmente protectivo; si fuese de tela, con al menos tres capas cruzadas en su trama– y ofrecido a todos los miembros de la comunidad como parte de la gratuidad de la escuela pública, así como con los sanitizantes e implementos, incluyendo termómetros a distancia y oxímetros, garantizados y sin que lo deban pagar las familias o docentes. 5. La escuela debería contar con un protocolo, conocido y socializado por la comunidad, en el que se especifique que todo el personal esté vacunado y en su momento con refuerzo, que estén pactados los subgrupos o burbujas de cada grado y su escalonamiento para llegar y permanecer en el plantel, que se acuerde el filtro –verificación antes de salir de casa, a la entrada de la escuela y en cada salón–; que el protocolo prevea el procedimiento específico para notificar y recibir asistencia del centro de salud cercano, en caso de sospecha, y con toda claridad tener consulta y medicación si se requiere, saber cuántos días de aislamiento, quiénes lo deben hacer, y qué prueba tener para la reincorporación de esa persona. 6. La escuela debería contar con un modelo de emergencia para la distancia, la previsión de que en caso de cierre parcial o total se van a distribuir materiales, están acordados los sistemas de contacto, hay conectividad para descargar y entregar tareas, y un mecanismo de búsqueda y reconexión de ausentes pactado con el municipio o delegación, el DIF y otras autoridades.

Digámosle a las familias que vuelvan, pero no con palabrería sino con hechos. Y si alguien dice que no hay dinero para cubrebocas o para organizarse, recuérdenles que el presidente y la mayoría de la Cámara presumen 14 mil mdp para La Escuela es Nuestra. A menos de que nos conformemos con que la escuela es de otros, de quienes mienten y abandonan a su suerte la educación del país.

El autor es presidente ajecutivo de Mexicanos Primero.

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