Este año que pasó, tan especial por el reto inédito que nos puso en nuestras vidas personales y en el trabajo educativo, se puede comparar a una inundación, a un diluvio: tuvimos que dejar las calles y los caminos, las aulas y los demás espacios compartidos, y refugiarnos con los nuestros en los tejados de nuestras casas. Desde ahí, muchos tuvieron restricciones fuertes, pero contaban con dispositivos, conectividad, atención pronta y adicional a la salud física y a la salud mental. Otros no; las inmensas mayorías en México, no.
Y aquí es donde entran las maestras y maestros, en las distintas asignaciones de docentes, asesores pedagógicos y directivos, que no se quedaron esperando en la banca. No se conformaron con decir: “lo que me toca es, como notario y verdugo, anotar si chicas y chicos ven la programación, y calificarles ejercicios sobre algo que yo no expuse”. No se dejaron avasallar por las dificultades, que fueron muchas y más les pegaron a las poblaciones históricamente marginadas: a los más pobres, a los de comunidades pequeñas, a niñas, niños y jóvenes indígenas o con una condición de discapacidad.
Es muy significativo que a 100 años del arranque de la SEP otra vez vimos maestros itinerantes; que llegaron en sus canoas y barquitas –con sus propios coches, motos y bicicletas, a caballo, con perifoneo, con los mensajes de WhatsApp– a interactuar con los niños aislados por esta inundación que fue la pandemia. Lograron mucho en lo académico y pedagógico, como pudimos comprobar en la evidencia revisada de decenas de proyectos que nos llevaron a definir a los ganadores del galardón del Premio ABC para este año, pero también y tan importante como ello, como modelos de rol: les mostraron a sus estudiantes, a niñas y niños, a adolescentes inquietos, que en la vida sólo estás vencido si así lo consideras. Y, sin embargo, no debemos normalizar que sea la suerte de los maestros en México ser festejados un día y olvidados los demás, consultados al inicio y no escuchados el resto de los periodos de gobierno.
Así, desde Mexicanos Primero, convocamos, exigimos y nos queremos sumar para que maestras y maestros cuenten con cinco aspectos imprescindibles:
Uno. Escuela digna y segura: insistimos en lo que un juez federal ya mandó a través de una suspensión definitiva, esto es, que cada escuela cuente con protocolos claros y obligatorios, que esté asegurado el suministro de agua en cada plantel y que los insumos como cubrebocas, termómetros, jabón y sanitizantes estén garantizados en cada plantel, y que no deban pagarlos las familias o los docentes mismos. Los fondos de La Escuela es Nuestra deben focalizarse y superar la opacidad y arbitrariedad, para que efectivamente en cada escuela se pueda tener la presencia plena.
Dos. Formación y apoyo para el regreso sólido: en todo el país los docentes requieren con apremio una formación docente continua de calidad, que no sean meros cursos masivos en línea, que permitan contar con estrategias para resguardar lo socioemocional y canalizar las situaciones que requieren especialistas; formación para que el diagnóstico y recuperación de aprendizajes sea la guía primordial para el trabajo de estos meses, flexibilizando y dejando autonomía ante el currículo. Es urgente también que cada colectivo docente cuente con apoyo del municipio, el DIF, las procuradurías, las OSC en un esfuerzo de búsqueda y reconexión de los ausentes, y evitar el abandono definitivo.
Tres. Apoyo claro a la salud: aunque fueron vacunados como correspondía en orden, no hay claridad en cómo y cuándo se hará del refuerzo a la vacunación que es su derecho, y una necesidad para que la presencialidad sea continua y sustentable; es también clave que se tenga cuidado a las comorbilidades y los apoyos o sustituciones para los maestros que en las primeras etapas no deben estar frente a grupo. Urge también opciones para atención socioemocional y equilibrio en la salud mental que las y los docentes merecen y necesitan.
Cuatro. Justicia para regularización y promoción: todavía hay importantes huecos y distorsiones en las plazas y pagos de los maestros en el país. Inquieta que se den regularizaciones masivas y arbitrarias, mientras que multitud de maestros llevan años y no se les confirma su plaza bien ganada, sus cambios de clave o el pago de sus reconocimientos. La carrera de los maestros debe favorecerse desde la articulación entre una oficina estatal y la unidad federal, como ya se está probando en Yucatán.
Cinco. Participación y desarrollo de la autonomía: como demostraron los ganadores del Premio ABC, maestras y maestros de todo el país pasaron de implementar secuencias didácticas a diseñar situaciones de aprendizaje completas, con materiales, evaluación, demostración, impacto a la comunidad circundante. Es hora de reconocerles como educadores profesionales, con el margen debido de autonomía para hacer los ajustes a su contexto, a su grupo, a la realidad de sus alumnos. No ofrecerles capacitación y evaluarlos como sujetos aislados, sino tomar como unidad fundamental el colectivo docente. Y abrir los espacios para que no sólo sean objeto de política pública, sino sujetos de ella, con una participación constante en los espacios de diseño y decisión, propiciando que se retomen sus propuestas e inquietudes. La consulta no debe ser masiva, superficial y tardía, se deben recuperar las experiencias de estos meses, so pena de homogenizar y pavimentar por encima la creatividad y diversidad que desarrollaron en estos largos meses de encierro.
La verdadera gratitud con los maestros, es hacerles justicia.
El autor es presidente ejecutivo de Mexicanos Primero.