Desde la firma del Tratado de Libre Comercio en 1994, Estados Unidos apostó a desarrollar un entorno de producción de gran escala, para enfrentar el proceso de crecimiento de las manufacturas asiáticas. Sin embargo, treinta años después el déficit de bienes de Estados Unidos con China ascendió en 2024 a 295.5 mil millones de dólares, con exportaciones por 143.2 mil millones e importaciones por 438.7 mil millones. Aunque los flujos se han moderado respecto a los máximos de la década pasada, el saldo sigue siendo voluminoso y políticamente sensible en Washington. Desde 2024, EE. UU. redobló su estrategia de “de-risking” con alzas arancelarias selectivas sobre importaciones chinas en sectores estratégicos (EV, baterías, celdas solares, semiconductores, acero y aluminio). En particular, el arancel a vehículos eléctricos chinos subió de 25% a 100% en 2024, con escalonamientos adicionales en otros rubros entre 2024 y 2026. Sin embargo, el déficit en vez de disminuir se incrementó, analicemos lo que aconteció: (a) Reconfiguración de cadenas. Las medidas estadounidenses aceleran la sustitución de insumos y el re-enrutamiento de manufactura hacia socios con acceso preferencial: México y Canadá reforzaron su papel como plataformas cercanas (“nearshoring”), mientras que otras economías asiáticas (Vietnam, Corea, India, Taiwán) cubren huecos en segmentos donde Norteamérica aún no es competitivo. En 2023 México superó a China como principal socio comercial de EE. UU. en bienes, tendencia que continuó en 2024–2025. (b) Cambios de precios relativos. Los aranceles elevan costos de importación en nichos específicos (p. ej., componentes de baterías, PPE, algunas tecnologías limpias), presionando márgenes y decisiones de inversión. No obstante, los analistas oficiales anticiparon efectos acotados en inflación general, aunque con impactos visibles en sectores puntuales. (c) Marco institucional. La revisión USMCA-2026 (la “cláusula de revisión” a seis años) se convierte en el gran “ancla” de certidumbre/reglas de origen para la re-localización productiva en Norteamérica. En septiembre de este año, los tres países iniciaron consultas internas formales para llegar a 2026 con una agenda clara y, de ser posible, con una extensión del acuerdo. Los efectos sectoriales serán diversos, analicemos: uno de los sectores claves será el automotriz en especial los vehículos eléctricos (VE). El arancel de 100% a VE chinos actúa como barrera efectiva de entrada al mercado estadounidense, desplazando potenciales importaciones y alentando producción “nearshoring”. Esto incrementará el valor de los clusters en México (Bajío-Noreste) y Canadá (Ontario) siempre que cumplan reglas de origen del USMCA y accedan a cadenas de baterías regionales. El segundo sector clave será el de energía limpia y electrónica. Los aranceles más altos a celdas solares, baterías y semiconductores impulsan inversión en Norteamérica, pero también encarecen partes importadas en el corto plazo. El equilibrio dependerá de incentivos (IRA/CHIPS en EE. UU.) y de la capacidad de México para escalar en la cadena (materiales críticos, módulos, EMS, testing). La diversificación de compras estadounidenses fuera de China (químicos, maquinaria, aparatos eléctricos) crea ventanas para proveeduría mexicana, pero exige escalar calidad, tiempos y logística transfronteriza para capturar pedidos recurrentes.
México reforzó en 2024 aranceles temporales (5–50%) a 544 fracciones originarias de países sin TLC (incluida China) en sectores como acero, aluminio, textiles, calzado, plásticos, químicos, vidrio, materiales eléctricos y equipo de transporte. El objetivo es evitar desplazamiento abrupto de la industria local en un contexto de desvío de comercio hacia México. Al mismo tiempo, la interdependencia con China creció: sus exportaciones hacia México representaron cerca de una quinta parte de las importaciones mexicanas y generaron un superávit chino significativo en 2024, lo que mantiene la discusión sobre cómo administrar esa relación sin afectar la integración con EE. UU.
¿Qué viene con la revisión del USMCA (2026)? La revisión de 2026 será el foro para: (i) evaluar reglas de origen (especialmente automotrices y de contenido regional en baterías/tecnologías limpias); (ii) eliminar fricciones recurrentes (energía, acero, agro); y (iii) extender el acuerdo por 16 años más, reduciendo la incertidumbre de inversión. Los gobiernos ya activaron consultas domésticas en 2025 para llegar con propuestas concretas. En este sentido podemos señalar una posible agenda de política para México: de la oportunidad a la captura efectiva. En este sentido se requiere: a) reglas y certidumbre. Llegar a 2026 con una posición técnica sobre reglas de origen automotrices y de contenidos locales en baterías, electrónica y equipo médico, evitando “cuellos de botella” que resten competitividad a plantas mexicanas. b) Política industrial y escalamiento tecnológico. Acelerar el “salto” en cadenas de baterías (cátodos, ánodos, separadores, reciclaje), electrónica de potencia, EMS y pruebas, apoyándose en banca de desarrollo y compras públicas innovadoras. Esto requiere alinear incentivos estatales/federales con corredores logísticos (Noreste, Bajío-Occidente, Frontera Norte) y nodos de I+D.
Para lograr estos objetivos se requiere mantener aranceles temporales y focalizados cuando existan distorsiones, pero acompañarlos de hojas de ruta de competitividad (productividad, energía confiable, permisos, capacitación) para no encarecer insumos sin crear oferta local. México requiere reformas que faciliten este proceso, entre otros simplificar aduanas y NOMs, digitalizar ventanillas, y ampliar capacidad fronteriza (puentes, cruces ferroviarios, patios intermodales). Asimismo, se requiere emparejar metas de contenido regional con financiamiento de cadena (pagarés de proveedor, garantías Nafin/Bancomext) para PYMEs. Otro requisito para que esta estrategia tenga éxito es necesario garantizar energía, agua y sostenibilidad como ventaja competitiva. Se requiere garantizar paquetes de energía firme (CFE + PPAs privados regulados) y agua industrial; dos cuellos de botella que ya condicionan la llegada de plantas intensivas en electricidad. Finalmente se requiere atender al capital humano es necesario masificar formación dual (técnicos en mecatrónica, control, software industrial), y reforzar el cumplimiento de compromisos laborales para blindar exportaciones de mecanismos de respuesta rápida.
Diseñar una estrategia de trato nacional para IED no sensible (p. ej., electrónicos de consumo, componentes no estratégicos) y un filtro de seguridad para sectores críticos, coordinado con EE. UU./Canadá para evitar riesgos a la elegibilidad USMCA. El gran déficit bilateral EE. UU.–China seguirá siendo motor de la política comercial estadounidense. Para América del Norte, el mensaje es claro: convergencia productiva bajo reglas USMCA, sustitución selectiva de importaciones y escalamiento tecnológico. México puede transformar la coyuntura en ventana histórica si asegura reglas claras en 2026, fortalece su base de proveedores, y convierte sus corredores industriales en plataformas de alto valor agregado y bajas huellas de carbono. La inercia ya juega a favor —México es, de facto, el socio comercial central de EE. UU.—, pero capturar plenamente la oportunidad exige ejecutar, con prisa y con precisión.