México enfrentará en 2026 retos de gran magnitud, no será un año más, quedará a prueba su capacidad para organizar exitosamente la gesta de futbol. Sin embargo, atrás de ella, la economía mexicana estará enfrentando una reestructuración económica que definirá la suerte del país para 2030. La semana pasada se dieron señales del camino que se buscará que México transite en los próximos años. La primera cuestión que se definió es que será un camino arduo para transitar la publicación del presupuesto deja a los operadores gubernamentales con escasos recursos para afrontar sus tareas en 2026, se reduce el presupuesto en términos reales de la Secretaría de Desarrollo Territorial y Urbano en 8 por ciento, la de Medio Ambiente y Recursos Naturales en 4 por ciento, de Relaciones Exteriores en 3.4 por ciento, de Economía en 3.3 por ciento, y en Salud 3.2 por ciento. Esta reducción pondrá en serios problemas a algunas de las entidades claves para la economía y reestructuración del país.
A la restricción presupuestal se suma la imposición de aranceles a China, lo cual hace aún más compleja la situación, ya que hace evidente la presión internacional, principalmente de Estados Unidos, que acusa a China de prácticas de dumping y de competencia desleal en sectores estratégicos (acero, autos eléctricos, paneles solares). Asimismo, esta medida hace eco a las demandas industriales que demandaban protección de la industria nacional frente a la oleada de importaciones baratas que presionan a sectores como textil, calzado, siderurgia y manufactura ligera. Con estas medidas se da un alineamiento con el T-MEC, ya que mantener reglas claras con Estados Unidos y Canadá es crucial para el nearshoring y la estabilidad de la integración norteamericana. Sin embargo, México tiene un dilema: China es a la vez un competidor y un socio necesario. El dilema estratégico es la competencia directa: China ocupa espacios de producción que México aspira a fortalecer con el nearshoring algunos sectores como son autos eléctricos, baterías, acero. Sin embargo, México tiene una alta dependencia de China, ya que es fuente de bienes intermedios y tecnología para cadenas productivas.
Presión geopolítica: México no puede romper con Estados Unidos, pero tampoco puede darse el lujo de enemistarse con China, potencia con la que necesita diversificar relaciones. Los riesgos es que ante esta situación Beijing podría imponer ciertas represalias comerciales y limitar importaciones de ciertos productos agrícolas o energéticos mexicanos, o dificultar inversiones ya que si se reduce el comercio con China sin una diversificación paralela, México quedará más expuesto a la volatilidad política estadounidense.
En esta perspectiva, México necesita un doble carril de política económica: con Estados Unidos y el T-MEC requiere reforzar la narrativa de que los aranceles son una medida defensiva alineada con la integración regional, y será necesario mostrar que México protege sus sectores estratégicos, pero no busca cerrar el mercado. En el caso de China, se requiere por la vía diplomática abrir un mecanismo bilateral de diálogo económico para explicar que los aranceles son limitados y selectivos, no un cierre generalizado. Se requiere que la Embajada de México China, establezca un programa de diversificación sectorial: atraer inversión china en áreas donde no compita directamente con Estados Unidos. (infraestructura, turismo, energías renovables, tecnologías digitales). A lo anterior es necesario establecer áreas estratégicas de negociación, como sería el intercambio agrícola y energético: negociar mayor acceso de productos mexicanos (carne, aguacate, tequila, gas natural) para compensar los aranceles industriales. Sumando un apartado de cooperación tecnológica: fomentar joint ventures México–China en nichos como IA, logística portuaria y ciudades inteligentes, evitando confrontar a Washington.
El dilema no es “China o EE.UU.”, sino cómo México puede balancear la integración norteamericana con una diversificación estratégica hacia China. La clave está en reposicionar la relación con Beijing en sectores complementarios, evitar que los aranceles se conviertan en una guerra comercial y usar esta coyuntura para renegociar un vínculo más provechoso en inversión, agricultura y tecnología. En el corto plazo se requiere proteger cadenas de suministro, mantener confianza de inversionistas chinos y activar un canal diplomático de alto nivel (Secretaría de Economía + Cancillería) para explicar que los aranceles son selectivos y temporales.
Es necesario lanzar mesas de diálogo entre otras una del sector agrícola para ampliar exportaciones mexicanas (carne, aguacate, tequila, berries) hacia China como compensación. En estas mesas es necesario establecer un mapa de inversión segura donde capital chino pueda entrar sin fricciones con Estados Unidos. (infraestructura logística, turismo, manufacturas no estratégicas). Asimismo, es necesario diversificar sectores de cooperación, atraer inversión complementaria. Un área clave será la de fortalecer capacidades tecnológicas nacionales para ello se puede negociar un acuerdo marco de cooperación México–China en innovación, energías renovables y digitalización. Es necesario fomentar joint ventures México–China en áreas de bajo riesgo geopolítico (IA aplicada a logística, ciudades inteligentes, e-commerce). Convendría de igual forma desarrollar un fondo de financiamiento mixto con Nafin/Bancomext para proyectos con empresas chinas. En esta perspectiva lo que se propone es reposicionar a México como socio estratégico de China sin comprometer el T-MEC.
Se debe propugnar porque la relación México–China tras los aranceles no se interprete como ruptura, sino como una oportunidad de redefinición estratégica. México puede aprovechar la coyuntura para blindar la integración norteamericana bajo el T-MEC. Se requiere reorientar la relación con China hacia sectores complementarios y de largo plazo. El éxito dependerá de una diplomacia proactiva, de la articulación de instrumentos financieros nacionales y de la capacidad para construir una estrategia dual: Norteamérica como ancla, Asia como vía de diversificación.