Economía Política

Baja fiscalidad: clave de nuestra elevada desigualdad

México es el país de la OCDE con menos capacidad de captar recursos tributarios y, en consecuencia, tiene una débil capacidad de gasto para atemperar la desigualdad.

México no es un país pobre, pero tiene una pobreza masiva, lo que se explica por la persistencia de una profunda desigualdad. Aunque la mala distribución de la riqueza tiene raíces históricas, conviene preguntarse si se trata de una “fatalidad mexicana”, de una suerte de maldición inescapable: una mirada a otras experiencias históricas y nacionales demuestra que no es así, que existen herramientas para mitigar y corregir la polarización económica de las sociedades. Veamos.

La desigualdad es intrínseca a las economías de mercado. No hay una sola economía próspera que no genere inequidad en los ingresos de las familias. Un indicador muy usual para medir la desigualdad es el índice de Gini, que va de cero a uno. Para hacerse una idea de este, baste decir que países con alta equidad tienen índices cercanos a 0.25 y los de más alta desigualdad rondan o superan el 0.50. Más allá del detalle técnico, lo que vale apuntar es que todas las naciones tendrían una elevada desigualdad si nos atenemos al ingreso de las familias sin la acción redistributiva del Estado. De acuerdo con los datos de John Hasell (“Income inequality before and after texes: how much do countries redistribute income?” [desigualdad en el ingreso antes y después de impuestos, qué tanto los países redistribuyen el ingreso], publicado en 2023 ourworldindata.org), Alemania, España, Finlandia, Francia, Irlanda y Portugal tendrían índices de Gini iguales o superiores a 0.50, es decir, serían territorios de vasta desigualdad. Su polarización de ingresos sería incluso mayor que la de México, que antes de impuestos registra un Gini de 0.43.

Pero la imagen completa se tiene cuando observamos la situación una vez que se pagaron impuestos y se hicieron transferencias. En los países que tienen un sistema fiscal robusto, la desigualdad cae drástica y positivamente. Alemania baja de 0.50 a 0.30, una franca mejora de 40 por ciento. España va de 0.50 a 0.32, una reducción en su desigualdad del 36 por ciento. Finlandia consigue reducir la desigualdad en 48 por ciento. Son, todas, democracias y economías de libre mercado que no abandonan el objetivo de la cohesión social.

¿Qué pasa con México? Que sigue siendo prácticamente igual de inequitativo después de impuestos: el índice Gini pasa de 0.43 a 0.42. La acción estatal apenas sirve para reducir en dos puntos porcentuales la desigualdad medida con el Gini. Y, claro, quedamos muy por arriba de los países antes mencionados: ellos se acercan a escenarios de equidad y nosotros persistimos como una sociedad fracturada en la distribución del ingreso.

¿Qué explica la incapacidad redistributiva del Estado mexicano? La fiscalidad misma, en dos frentes: por el lado de la recaudación y por el del gasto. México es el país de la OCDE con menos capacidad de captar recursos tributarios (la carga fiscal total aquí es 17 por ciento del PIB, la mitad que en la OCDE) y, en consecuencia, tiene una débil capacidad de gasto para atemperar la desigualdad.

Conviene hacer dos apuntes. El problema no es solo de volumen de tributos y gastos fiscales, sino de su composición. Si se analiza en qué apartados de recaudación México tiene una distancia mayor con la OCDE, como apuntó José Casar en su ensayo Hacia una Reforma Fiscal para el crecimiento y la igualdad (UNAM, 2020), sobresalen no los impuestos a las empresas (donde México recauda 3.48 por ciento del PIB y el promedio de la OCDE 3.5 por ciento del producto), sino la muy amplia diferencia en el impuesto al ingreso, utilidades y las ganancias de capital de los individuos (con una diferencia de 4.5 puntos del PIB frente a la OCDE en este rubro), así como la distancia en recaudación vía las contribuciones a la Seguridad Social (6.4 puntos del PIB). Las personas físicas más ricas, no las empresas, en México pagan muy bajos impuestos, lo que también contribuye a la desigualdad.

Por el lado del gasto público, el promedio de la OCDE destina más del 45 por ciento del PIB, y México apenas supera el 28 por ciento. Además, los países que corrigen la desigualdad invierten en sólidos sistemas de educación, salud y transporte público, y no fundamentalmente en transferencias directas como se hace cada vez más en México.

¿Por qué somos un país tan desigual? En buena medida, porque recaudamos y gastamos poco y mal. Los gobiernos neoliberales siguieron esa ruta; los populistas también. Sin un fisco robusto, seguiremos siendo un país desigual y fracturado.

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