La semana pasada se publicó en el Diario Oficial de la Federación el Plan Nacional de Desarrollo 2025-2030 (PND). Lo que debería ser una robusta estrategia de Estado en materia de bienestar se desdibuja del todo: en el propio Plan, el gobierno hace expresa su renuncia a incrementar los recursos para gasto e inversión durante el sexenio completo.
Como suele decirse, prometer no empobrece y el PND es prolífico al enlistar compromisos que incluyen temas como defender a migrantes, continuar con todos los programas sociales, dar pensión a mujeres de 60 a 64 años, brindar atención médica a domicilio a los adultos mayores, contar con exámenes de laboratorio en los centros de salud, crear 300 mil lugares más en educación superior, construir un millón de viviendas populares, mejorar las pensiones de los trabajadores, apoyar a productores de frijol, aumentar la producción de petroquímicos y fertilizantes, rehabilitar cuatro mil kilómetros de carreteras, reforestar bosques y selvas… y un largo etcétera. Podría no estar mal.
El problema surge cuando se indaga cómo pasarán de las palabras a los hechos. En el apartado de “indicadores de seguimiento” del PND se define que los ingresos tributarios como porcentaje del PIB pasarán de 14.2 puntos en 2023 a 14.4 puntos en 2030. Leyó usted bien, dos décimas más; la quinta parte de un punto porcentual es la meta acumulada que esperan alcanzar en todo el sexenio.
México padece una severa debilidad en la recaudación fiscal. Los ingresos tributarios como porcentaje del PIB no llegan siquiera a la mitad de lo que consiguen las economías de la OCDE, que en promedio recaudaron 33.9 por ciento del PIB en 2023. Nuestro país está, también, por debajo de la media latinoamericana; baste decir que en 2023 Chile alcanzó 20.6, Colombia 22.2 y Costa Rica 24.9 puntos del PIB en recaudación de impuestos.
Así que la principal fragilidad económica del Estado mexicano no se intentará corregir por esta administración. A la vez, debe tenerse en mente que el costo de la deuda pública va en ascenso (ya distrae 3.8 puntos del PIB al año, una cuarta parte de los ingresos tributarios), que cada ejercicio fiscal se incrementa el gasto en pensiones —contributivas y no— y que el gobierno ha dicho que no afectará el gasto en transferencias directas. Lo anterior implica que, con más obligaciones y menos ingresos gubernamentales, necesariamente se harán recortes en gasto programable e inversión pública, que son los instrumentos indispensables para que el sector público contribuya al crecimiento y al desarrollo.
El símil es fácil pero no por ello menos ilustrativo: imagínese a un padre de familia que promete sufragar más años de escolaridad a los hijos, adquirir mejores alimentos para el hogar, cubrir las crecientes necesidades de atención médica de los adultos mayores que viven en él, cambiar el sistema de electricidad de la vivienda, e incluso dice que comprará un auto nuevo —todo ello cuando ha de pagar un monto cada vez mayor por lo que debe a los acreedores con los que se endeudó en el pasado para costear el consumo corriente del hogar— y, al final, advierte a sus familiares que, eso sí, no va a trabajar más, que si su ingreso mensual es de 10 mil pesos, en seis años será de 10 mil 20 pesos (dos décimas más). Es cierto que la economía del país no es la de un hogar, pero también lo es que, si el Estado hace compromisos directos de gasto, tiene la inexcusable obligación de financiar esas erogaciones de forma racional y responsable, y es a ello a lo que ha renunciado el Ejecutivo federal.
Hay otros indicadores del PND que destacan por su falta de ambición, incluso por la mediocridad de sus metas al 2030: bajará sólo en 6.3 por ciento la tasa de incidencia delictiva por cada 100 mil habitantes; se renuncia a la cobertura total en educación básica; aumentarán los investigadores de alto nivel en 0.44 por ciento; el déficit de vivienda será de 21 por ciento; el 48.9 por ciento de los trabajadores seguirá en la informalidad; las energías renovables apenas serán el 21.5 por ciento del total; el 20 por ciento de los pacientes con receta no tendrá acceso a sus medicamentos. Más que vocación de progreso, esas metas revelan el conformismo con el subdesarrollo.
El premio Nobel Paul Krugman, en su batalla contra los despropósitos económicos y políticos de Trump, suele incluir una coda musical al fin de sus artículos. De leer el PND de México, quizá seleccionaría “Mira Bartola” de Chava Flores.