Este 11 de septiembre se cumplió medio siglo del golpe de Estado contra el gobierno, electo en democracia, de Salvador Allende en Chile. Siguió la dictadura de Augusto Pinochet, que dejó una sucia estela de más de 40 mil vidas destruidas entre personas desaparecidas, asesinadas, torturadas y exiliadas por la acción criminal del gobierno militar. “No olvidar” y “nunca más” son imperativos éticos, aunque siempre insuficientes, ante las acciones de lesa humanidad que cobijó la oscura noche de las dictaduras en América Latina.
La dictadura chilena incluyó, también, la puesta en práctica de un experimento económico radical, el de la agenda más descarnada del neoliberalismo. No es que, por un lado, transcurriera la represión política y, por otro, ni hablar, hubiera una política económica ajena al poder de las bayonetas. Así lo confirman con sus palabras los autores mismos de la estrategia económica de Pinochet, los ideólogos y operadores del plan, retratados con impoluta claridad en el documental Los Chicago Boys (2015), dirigido por Carola Fuentes y Rafael Valdevecano.
El documental inicia su narración en la mitad de los años cincuenta, en plena Guerra Fría, cuando jóvenes estudiantes de economía de la Universidad Católica de Chile son enrolados para continuar su formación de posgrado en la prestigiosa Universidad de Chicago, cuya figura más prominente en el campo de la economía era nada menos que Milton Friedman, exponente insignia de la escuela monetarista y quien más tarde recibiría el Premio Nobel.
Entre los jóvenes economistas chilenos de esos primeros años en Chicago estaban: Sergio de Castro, Rolf Lüders, Ernesto Fontaine, Ricardo Ffrench-Davis, Carlos Massad y Álvaro Donoso, quienes fueron recibidos por el profesor Arnold Harberger, a quien llamaron con afecto “Alito”. Los años de estudio fueron tan duros como rigurosos y fructíferos, entre penurias pecuniarias, exigencia académica sin paliativos y alegres fiestas.
Al recordar aquellos años, De Castro afirma: “En Chicago jamás se habló de política”, y Fontaine remarca: “es curioso, nosotros no teníamos ningún interés en política”.
Las becas tenían una condición: volver a dar clases a la Universidad Católica de Chile por un par de años. Así ocurre. Inician los años setenta. Los discípulos de Friedman se acercan al candidato de la derecha a las elecciones de 1970, Jorge Alessandri, con un programa económico ultraliberal. Alessandri lo considera un disparate, los ignora. Allende es electo presidente.
Inicia el gobierno de la Unidad Popular y dos altos mandos de la Armada, los almirantes José Toribio Merino y Roberto Kelly, contactan a un exalumno de Chicago, Emilio Sanfuentes, solicitándole un programa económico. Los Chicago Boys ponen manos a la obra. Se reúnen semanalmente y Sergio de Castro redacta lo que se conoció como “El ladrillo”, financiado por la CIA.
El 11 de septiembre de 1973 se consuma el golpe de Estado. Esa mañana, los profesores universitarios Sergio de Castro y Ernesto Fontaine suben al cerro Calán a divisar el bombardeo a La Moneda, invadidos, cuentan, por “una alegría infinita”. El 14 de septiembre De Castro es incorporado como asesor económico al gobierno de la dictadura; llegará a ministro. El experimento económico está en marcha. En marzo de 1975 el propio Friedman visita a Pinochet.
Aunque se dicen ignorantes de las atrocidades castrenses, los Chicago Boys, “la mafia” se autodenominan, saben que su obra económica se debe a los militares. “El éxito del programa económico fue debido única y exclusivamente a la cúpula militar”, valora De Castro. Rolf Lüders, viceministro de Finanzas de Pinochet entre 1982 y 1983, afirma: “No justifico las violaciones a derechos humanos, lo encuentro pésimo, pero no habría sido posible hacer el cambio que se hizo en Chile sin un régimen autoritario”.
Ffrench-Davis, el único exalumno de Chicago que tomó distancia del credo de que “el mercado sabe” y es crítico a la economía y la política de la dictadura chilena, expresa: “Pudieron hacer sus políticas tan radicales porque había una dictadura de militares, pero con cómplices civiles […] En dictadura hicieron cosas que en democracia no habrían podido hacer”.
A cincuenta años del golpe es imperativo “no olvidar” que abarca, también, a los economistas partícipes de la dictadura.
PD: Desconfía de los economistas que se dicen ajenos a la política: resultan los peores cómplices de los más siniestros gobernantes.
El autor es economista, profesor de la UNAM.