Carlos Ruiz González

Enfócate… o fracasa con estilo

Cal Newport lo explica en su libro Deep Work: el trabajo profundo —ese en el que te concentras a niveles casi monásticos— es hoy la habilidad más valiosa. No por moda, sino porque casi nadie la domina.

La habilidad que separa a los que hacen historia… de los que solo la leen.

“No hay nada tan inútil como hacer con eficiencia lo que no debería hacerse. El verdadero enfoque construye resultados.”

— Peter Drucker

Si tu enfoque dura menos que un video en TikTok, no te culpes: así está diseñado el mundo. Pero si quieres resultados de verdad, hay un superpoder esperando que lo uses: el trabajo profundo (Deep Work).

Aprendiendo de la dura realidad

Era una de mis mejores estudiantes de la Maestría, pero se desenfocaba con facilidad. Se ufanaba de poder responder correos, revisar casos y contestar WhatsApp; todo al mismo tiempo.

O eso creía.

Hasta que tocó fondo: malas calificaciones en época de exámenes, riesgo de baja académica. Me buscó con un gesto de incredulidad:

—“¿Cómo es posible?, si le dedico horas a estudiar”.

Respiré hondo y le dije:

—“Sí…, pero esas horas se convierten en minutos de atención. No confundas estar ocupada con estar enfocada”.

Rediseñamos su método. Bloques de tres horas por la tarde: tres periodos de 50 minutos, diez minutos de descanso entre cada uno. Sin distracciones. Sin WhatsApp. Sin el espejismo del multitasking.

En tres semanas, el cambio era evidente: trabajos más claros, participaciones seguras, mejores exámenes. Y la amenaza de baja académica… desapareció.

Hoy, cuando alguien le habla de multitasking, sonríe y responde:

—“No, gracias. Prefiero trabajar con precisión, no con prisa”.

El espejismo de estar ocupado

Vivimos en la economía de la distracción. Entre notificaciones, reuniones innecesarias y redes sociales, confundimos movimiento con progreso.

El multitasking suena eficiente, pero es como intentar correr un maratón mientras haces malabares. Te agotas, avanzas poco… y al final todo se te cae.

Cal Newport lo explica en su libro Deep Work: el trabajo profundo —ese en el que te concentras a niveles casi monásticos— es hoy la habilidad más valiosa. No por moda, sino porque casi nadie la domina.

Trabajo profundo vs. trabajo superficial

  • Trabajo profundo: Actividades cognitivamente exigentes, de alto valor, imposibles de delegar. Diseñar, crear, resolver problemas complejos.
  • Trabajo superficial: Revisar correos, atender chats, entrar a reuniones sin propósito. Cosas fáciles, replicables, que llenan el calendario pero vacían el resultado.

La diferencia entre ambos es la diferencia entre construir un puente… o solo dibujarlo en la arena.

Por qué enfocarte cambia el juego

  • Más productividad: Haces en dos horas lo que otros en ocho.
  • Ventaja competitiva: Pocos saben concentrarse; los que sí, brillan.
  • Aprendizaje acelerado: El cerebro asimila mejor lo complejo cuando no se dispersa.
  • Satisfacción personal: El enfoque profundo genera esa sensación de “flow” que hace que el tiempo vuele.

Las cuatro reglas de Newport

  1. Trabaja profundamente. Bloques de tiempo. Ritualiza tu espacio. Respeta tu agenda como si fuera una cita con tu mejor cliente: tú.
  2. Abraza el aburrimiento. Si no puedes tolerar diez minutos sin revisar el celular, tu atención ya no es tuya.
  3. Abandona las redes sociales. O al menos ponlas en modo “dieta digital”.
  4. Drena lo superficial. Aprende a decir “no” a lo que no aporta. Recuerda: cada “sí” disperso es un “no” a lo que importa.
  5. Bloques de tiempo: Agenda horas dedicadas solo a trabajo profundo. Usa la técnica del “Pomodoro)

(La técnica del Pomodoro es un método de gestión del tiempo creado por Francesco Cirillo en los años 80. Su objetivo es mejorar la concentración y la productividad dividiendo el trabajo en bloques de tiempo cortos y enfocados.

Así funciona:

  1. Elige una tarea en la que quieras trabajar.
  2. Configura un temporizador (cronógrafo inverso) en 25 minutos(o hasta 50 minutos, este es el “pomodoro”).
  3. Trabaja sin interrupciones hasta que suene el temporizador.
  4. Tómate un descanso breve de 5 minutos.
  5. Después de cuatro pomodoros, haz una pausa más larga de 15-30 minutos.

El método ayuda a evitar distracciones, mantener el enfoque y gestionar mejor el cansancio mental.

  1. Rutinas de cierre: Cierra el día con una planificación de la jornada siguiente.

Humor, enfoque y realidad

Trabajar enfocado no es glamoroso. No hay selfies de alguien leyendo con atención, ni videos virales de una persona escribiendo 90 minutos sin mirar el celular.

Pero hay resultados. Y, créeme, eso sí llama la atención.

Si quieres humor en esto, piensa que practicar Deep Work es como ir al gimnasio: al inicio duele, luego se vuelve hábito y, cuando lo dominas, descubres músculos —o talentos— que no sabías que tenías.

Cierra el día con propósito

La atención se entrena. Como un músculo. Agenda bloques de trabajo profundo. Define objetivos claros. Y termina cada jornada con una revisión: ¿qué logré hoy? ¿Qué haré mañana?

El éxito no es cuestión de horas frente a la computadora, sino de minutos reales de enfoque.

En un mundo de ruido y distracción, la ventaja no está en hacer más… sino en hacer mejor.

Ya lo afirmaba Steve Jobs: “La gente piensa que enfocarse significa decir sí a lo que hay que hacer. En realidad, es decir no a cien otras cosas”.

Y como me dijo mi estudiante cuando mejoró su promedio:

“El multitasking es como el café recalentado… parece que funciona, pero el sabor es horrible”.

¿Quieres ser más productivo? Empieza por apagar las notificaciones. Y, sobre todo, deja de confundir ocupación con enfoque.

Porque el verdadero poder no está en hacer muchas cosas… sino en hacer lo importante, bien.

En una era como la nuestra, de distracciones constantes, el éxito y la creatividad no dependen de estar ocupado, sino de profundizar en lo que realmente importa. El trabajo profundo no solo mejora el rendimiento profesional, sino que aporta claridad, satisfacción y propósito.

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