A pesar de ser un partido de izquierda y que ha condenado históricamente las privatizaciones realizadas en el llamado periodo neoliberal, resulta que actualmente en la Ciudad de México, existen acciones del gobierno que han privado a la población en general de parte del patrimonio común para poderlo reservar a quienes ellos decidan, como y cuando les dé la gana. Y mire, no se trata de las privatizaciones que hicieron Salinas o Zedillo, como Telmex, bancos, ferrocarriles, etc., sino de privar al ciudadano de la posibilidad de disfrutar de los bienes comunes, simple y sencillamente porque así se les antoja y porque pueden hacerlo.
La Ciudad de México es una ciudad hermosa, atractiva, interesante, llena de historia y de cultura que todos los mexicanos debemos disfrutar y conocer, para así saber más de nuestro pasado y poder planear mejor nuestro futuro. Pero no, eso no funciona así. Desde hace muchos, pero muchos meses, en la CDMX ya no se puede gozar de los espacios públicos más emblemáticos por razones desconocidas e inexplicadas a la ciudadanía.
¿Que usted quiere visitar el Ángel de la Independencia? Usted se jode, porque está vallado sin razón alguna durante muchos días del año, simplemente porque así les da la gana. ¿Que usted quiere ir a conocer el ahuehuete de Reforma que sustituyó a la palma de la glorieta del mismo nombre? Usted se jode, porque igualmente está vallada y no se ve para cuándo se va a liberar el espacio público.
¿Que usted quiere visitar la glorieta de Colón aunque ya no esté la estatua del descubridor por estar en mantenimiento, según dijo la presidenta? Usted se jode, porque también está rodeada de vallas y no puede usted pasar.
¿Que es usted un amante de la pintura y del muralismo, y quiere visitar la obra magna de Diego Rivera en Palacio Nacional? Usted se jode, porque ese también ya es patrimonio de Morena, que no permite la entrada general porque es casa de gobierno. Se tiene que ir a formar en un horario especial de un día específico a ver si alcanza a entrar por un periodo de dos horas; no es diario, no es siempre.
A menos que sea usted funcionario que visita Palacio Nacional o que le den un salvoconducto oficial, así sí puede admirar los murales. Total, que esto que era patrimonio de todos los mexicanos, ahora es de ellos. ¿Y qué es lo que pueden hacer los ciudadanos? Pues muy sencillo: joderse y hacerle como puedan.
Sin embargo, y a riesgo de contradecirme, he de reconocer que estas privatizaciones no son absolutas, no. Si usted desea disfrutar de la hermosa Plaza Tolsá, entonces tiene de dos: O pone un puesto de licuachelas, garnachas, tortas, etc., que tiene como requisito el carecer absolutamente de estética, afear y acorrientar lo más que se pueda tan bello lugar, o la segunda opción, que es joderse. Esa misma política pública se ha extendido, exitosamente, a la Alameda Central, donde ya hay puestos de absolutamente todo, cada uno más feo que el otro, al igual que en el otrora orgullo de la capital, Paseo de la Reforma, que tiene tramos absolutamente tomados. Lo mismo pasa en la Plaza de la República, entre otros muchos lugares.
Después de un sesudo análisis, he llegado a la conclusión de que estas privatizaciones se dan por razones de justicia social y de combate a la gentrificación (palabra tan de moda ahora). Porque parece ser que se trata de ahuyentar a la gente de zonas ordenadas y bellas como las mencionadas, en el entendido de que, para ser igualitarios, es importante que todos veamos la misma mugre y la ausencia absoluta de orden y buen gusto. Y en consecuencia, si usted, derechoso inmundo, tuviere la tentación de traicionar a la patria e ir a algún lugar de los mencionados, la exitosa política consiste en desincentivar su visita.
La finalidad parece ser que Morena desea preservar el patrimonio (para ellos), porque es mejor que los sitios históricos y culturales, así como las zonas bellas de la ciudad, sean tomados por las privatizaciones morenistas, antes que permitir que el ciudadano común las disfrute, las goce y las ponga a disposición de los invasores extranjeros. Faltaba más.