En días pasados se informó que el Producto Interno Bruto (PIB) de México en el tercer trimestre, con cifras desestacionalizadas, disminuyó 0.3% con respecto al trimestre previo y 0.2% con relación al mismo trimestre de 2024. Resulta preocupante que la principal caída anual fue en el sector industrial, de 2.9%.
Al revisar las cifras originales se nota que la variación anual, tanto del segundo trimestre como del tercero fueron iguales en -0.1%; con lo que se registran dos trimestres consecutivos negativos, lo que en una definición tradicional confirmarían que se inició la recesión económica en México. En los primeros nueve meses promedio del año, el crecimiento fue positivo, aunque solo de 0.1% con respecto al mismo periodo de 2024. Debido a la tendencia decreciente del dinamismo del PIB, es posible que se tenga una ligera disminución para todo 2025.
En varios países no es suficiente que se tenga un PIB con dos trimestres consecutivos para declarar el inicio de la recesión, porque se consideran otros factores, como es creación de empleos, algún evento extraordinario, pero transitorio, etc. Por lo mismo se acepta que sea alguna organización o institución técnica quien lo determine. En los Estados Unidos es la Oficina Nacional de Investigación Económica (la NBER) quien tiene esta responsabilidad.
Sin importar la correcta definición de la recesión para México y quien deberá determinar esto, los datos muestran una clara tendencia de menor actividad económica en los últimos años. Esto contrasta con lo que sucede en los Estados Unidos, que es nuestro principal mercado internacional. Otro dato preocupante es la fuerte caída en la generación de empleos, lo cual se traduce en un incremento en la informalidad. En la actualidad es incluso mayor el número de personas en este sector y es grave porque no pagan impuestos y tienen baja productividad.
Esto resulta de que durante varios lustros la población en edad de trabajar se incrementa en más de un millón de jóvenes anuales, mientras que los empleos formales lo hacen en menos de la mitad de esa cantidad. Aquellos que no podían entrar a trabajar en la formalidad, por la falta de más empresas o emigraban a los Estados Unidos o se dedicaban a laborar en la informalidad, sobre todo en servicios o, en el peor de los casos, a la delincuencia.
Entre los efectos negativos derivados del menor crecimiento están una reducción en el ingreso por habitante que habrá en el país en los próximos años, de donde resultan mayores presiones sociales. Cuando yo era niño, la expectativa era que los ingresos reales de la siguiente generación sería lo doble que la de los padres y lo cuádruple que los abuelos. En contraste hoy es posible que los ingresos de la siguiente generación sean menores que los actuales, lo que es preocupante y desmotivante para los jóvenes.
Otro impacto negativo de una recesión es la caída en los ingresos públicos, tanto porque las empresas tienen menos utilidades e incluso pérdidas, por lo que pagan menos impuestos, como por la menor creación de empleos formales. Hay que recordar que los informales y la delincuencia no pagan impuestos. Esto se traduce en menos servicios públicos y de menor calidad, lo que impacta a su vez en una menor creación de empleos. Asimismo, menores ingresos para el gobierno significarán menor capacidad para seguir otorgando los programas sociales y una creciente dificultad para cumplir con el servicio de la deuda. De aquí derivará crecientes tasas de interés, lo que agravará aún más la capacidad para otorgar los programas sociales.
Un factor muy importante que propicia la caída en la actividad económica es la fuerte reducción en la inversión tanto pública como privada. Mientras que la primera representa el 10% del total tuvo una contracción en los primeros ocho meses de 2025 del 22.2%; mientras que la privada, que es la mayoría de toda la inversión, ya que representa el 90% de la misma, tuvo una tasa de -5.4% en los mismos meses. En la medida en que siga cayendo, se agravará el deterioro de toda la economía, con sus consecuentes problemas.