Permítame por hoy cambiar el giro de esta columna. Le quiero compartir algunas vivencias en una visita a Israel.
Aquí en Tel Aviv los recuerdos del 7 de octubre de 2023 se respiran por todo el país. Y esa es la intención. No olvidar que ese día, dicho por los mismos habitantes, Israel sufrió el ataque más violento y desgarrador desde el holocausto. Lo repiten constantemente.
Banderas amarillas y banderas de Israel, visten corredores, carreteras, tiendas, escuelas, junto con fotos de las más de mil 200 personas asesinadas durante el ataque del grupo terrorista Hamás a los israelíes en playas, pequeñas comunidades agrícolas (kibbutz), carreteras, y quizá el más significativo y que dejó la huella más honda, la masacre de alrededor de 300 jóvenes en el Festival Nova, en el bosque de Reim.
Aquí en el Reim, a cuatro kilómetros de la Franja de Gaza y convertido hoy en un memorial, se respira un “aroma extraño, como ácido”, coinciden los compañeros periodistas que me acompañan en una visita organizada por la Embajada de Israel en México.
Bajo la advertencia de que venimos a hacer “turismo de guerra”, como lo llamaron quienes estaban a cargo de la visita, caminamos entre carteles con información de las víctimas de Hamás, y nos detenemos frente una bandera mexicana que reposa al pie de la foto de Orión Hernández Radoux, compatriota que desafortunadamente se encontraba ahí.
Nos muestran lugares clave de la masacre que se conservan como en un museo, tal es el caso del bar donde infructuosamente corrieron a esconderse los jóvenes, o los contenedores de basura donde ultimaron a varios.
A pesar de que nos lo advirtieron, nos sorprenden y asustan estallidos, que alrededor de cada 15 minutos se escuchaban a lo lejos. “Es normal, no se preocupen”, nos repitió varias veces la comitiva que nos guiaba. No sabíamos que detrás de las trincheras, el Ejército de Israel consumaba el operativo para abatir a Mohammed Sinwar, líder en turno de Hamás, y hermano menor de su antecesor.
Los bombazos nos asustan solo a nosotros. Sin embargo, estábamos a punto de escucharlos más de cerca.
Después de un par de horas en Reim tomamos camino hacia el sur. Media hora después llegamos al kibbutz Nir Oz, una comuna agrícola de 400 habitantes que está a solo 2.5 kilómetros de la Franja de Gaza, y que fue la primera en recibir la furia y codicia de terroristas del 7 de octubre, pues “se supo que por cada persona que llevaran secuestrada, viva o muerta, Hamás había prometido darles un pago”, describe Gabriel Chocron, habitante de Nir Oz, quien milagrosamente libró el ataque con su familia, pero no así 74 de sus vecinos, incluidos seis niños.
Este tipo de comunidades, que surgieron a principios del siglo pasado como una especie de utopías para promover el trabajo colectivo de jóvenes judíos que regresaron a su tierra prometida después de la diáspora, son actualmente un importante sostén de la actividad económica y agrícola del país.
Gabriel se dedica a la siembra de papa y describe la vida en el kibbutz de Nir Oz como un paraíso donde sus hijos no vivían pegados a los dispositivos electrónicos. Todas las casas son de un piso, tienen jardín y áreas comunes funcionales. Un sueño de 16 años -desde que llegó de Argentina- interrumpido por el grupo terrorista que en reiteradas ocasiones ha prometido desaparecer, literalmente, al Estado de Israel del mapa.
Nir Oz está abandonado, los sobrevivientes como Gabriel y su familia fueron enviados a otro kibbutz a una hora de distancia del suyo. El granjero de origen argentino no pierde la esperanza de regresar a su casa una vez que la guerra pare y puedan reconstruir el lugar, en el que destacan algunos hogares que quedaron en cenizas tras el paso de Hamás. Las detonaciones continúan a lo lejos, y de nueva cuenta solo nos asustan a nosotros.
Días antes, en una charla con Henrique Zimmerman, célebre periodista de origen portugés, y corresponsal desde hace más de 30 años en la zona, nos platicaba que existe un gran interés por parte de la comunidad árabe para que termine este conflicto armado y así empujar una estrategia regional de desarrollo aprovechando las innovaciones de Israel; que el objetivo del ataque del 7 de octubre fue arrastrar al Ejército de Israel hacia la Franja de Gaza, donde es imposible combatir sin dañar a la población; y que también es preciso que la administración del Primer Ministro, Benjamín Netanyahu, se concentre más en liberar a los 58 rehenes que mantiene Hamás, y de los cuales se estima que menos de 20 siguen con vida.
Luego de una jornada periodística intensa nos trasladamos hacia Jerusalén. No sin antes visitar a algunos expertos en materia de manejo de agua en la Universidad Ben-Gurion, ubicada en el desierto del Negev, tema que había sido el principal motivo de la invitación a la gira de prensa por Israel. Las banderas amarillas, las de Israel y los retratos, nos acompañan en todo el recorrido por carretera, y al llegar también están ahí.
Entre charlas con colegas, no podemos evitar las comparaciones con la violencia que vivimos de manera cotidiana en nuestro país. Los desaparecidos, las fosas, los grupos criminales, y tampoco podemos evitar caer en el riesgo de minimizar lo que pasa acá en Medio Oriente. Y sí, desde México, Israel parece muy lejano. Pero el dolor es universal, no tiene colores, ni etiquetas, y eso nos acerca.