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Generación sobria: cinco razones por las que la Gen Z le dice no al alcohol

Entre 2010 y 2022 ha habido una reducción del 12% en el consumo de alcohol a nivel mundial, y se estima que para el 2030 la disminución alcanzará del 20%.

Cada generación ha criticado a las generaciones más jóvenes por sus hábitos, generalmente más excesivos, arriesgados, abiertos y propensos a ciertos vicios. Sin embargo, un reporte reciente de la Alianza Internacional para el Consumo Responsable de Alcohol (IARD por sus siglas en inglés), indica que entre 2010 y 2022 ha habido una reducción del 12% en el consumo de alcohol a nivel mundial, y se estima que para el 2030 la disminución alcanzará del 20%. La generación que más ha contribuido a este gran cambio en el consumo es la Generación Z, definida como personas nacidas entre 1997 y 2012.

Aunque no existe una sola razón para que esta generación se mantenga más sobria que las anteriores, se pueden identificar cinco factores o cambios de hábitos que explican esta tendencia.

La primera razón es la búsqueda de un estilo de vida más sano y equilibrado. La Gen Z está consciente de los efectos negativos del abuso del alcohol. Además, han crecido en un contexto donde las regulaciones han limitado la publicidad para bebidas alcohólicas y al mismo tiempo, ha habido un auge de opciones de bebidas sin alcohol o con bajo contenido etílico. Las marcas han respondido a esta tendencia desarrollando una amplia oferta de bebidas con sabor, sin alcohol o con otras propiedades.

La segunda razón es el uso de otras drogas. Estas van desde el tabaco y los vapes hasta marihuana, las drogas sintéticas o los psicodélicas. Diversos estudios muestran que los niveles de ansiedad, depresión y estrés en la Gen Z están en su punto más alto, lo que ha llevado a muchos jóvenes a recurrir a diferentes sustancias, desde medicamentos recetados por médicos, hasta la automedicación con psicodélicos y antidepresivos.

La tercera razón es la poca tolerancia al riesgo. El alcohol actúa como un inhibidor del sistema nervioso, por lo que vuelve vulnerables a quienes lo consumen. En un mundo en donde todo puede ser grabado con un teléfono móvil, la pérdida del anonimato es una amenaza constante. Muchos jóvenes temen ser captados haciendo el ridículo en estado de ebriedad y exhibidos en las redes sociales.

La cuarta razón es la falta de interés por la interacción social presencial. La Gen Z vivió una parte crucial de su juventud durante la pandemia; muchos pasaron sus años de universidad en casa, por lo que su desarrollo social fue distinto al de generaciones anteriores. Han crecido en el entorno digital creando vínculos y comunidades en línea, lo que ha reducido su interés en las interacciones cara a cara.

Por último, la quinta razón es el precio del alcohol. Una gran cantidad de jóvenes considera que beber es un gasto innecesario, y muchos ni siquiera pueden incluirlo en su presupuesto. La industria de la hospitalidad y el entretenimiento ya resiente el impacto de que los jóvenes no salgan a beber y se ha visto obligada a replantear sus espacios de ocio ofreciendo alternativas como fiestas diurnas con bebidas como café, té o matcha. No obstante, el margen de ganancia dista mucho del que deja una botella de alcohol.

Hay pesimistas que sostienen que con esta tendencia se está perdiendo la “tela” que teje las relaciones sociales, pero quizá lo que está ocurriendo es una reconfiguración cultural del ocio y la convivencia. Al fin y al cabo, las modas y costumbres son cíclicas; tal vez el futuro nos sorprenda con nuevas formas —y nuevas bebidas— para brindar sin excesos. Esta posición parece ser más bien un cambio radical en cómo se comprende el bienestar, la identidad y la socialización que un repudio al alcohol. La sobriedad es funcional, no moralista: está en consonancia con un contexto caracterizado por la salud mental, la vigilancia permanente de las redes y una economía que les exige priorizar.

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