En los 80s, el libro “Vecinos distantes: un retrato de los mexicanos”, de Alan Riding, fue un referente para entender la relación bilateral entre México y Estados Unidos. Publicado en 1984, el texto señala que a pesar de que ambos países tenían una extensa y compleja historia entre guerra y convivencia, además de una frontera de 3 mil 145 kilómetros, hay un muro político, cultural y hasta psicológico que separa a los pueblos de ambos países, resultando en una importante ignorancia uno del otro.
Pero, a pesar de ser “vecinos distantes”, Riding hacía un llamado a un cambio de paradigma de la relación bilateral, subrayando que Estados Unidos no podía continuar ignorando al vecino y México tenía que encontrar una sana convivencia, aunque existiera una frontera de por medio.
A un año de la publicación de “Vecinos Distantes”, se puso a prueba la relación entre ambos países con el secuestro, tortura y asesinato del agente de la DEA, Enrique “Kiki” Camarena. El “vecino distante” cerró temporalmente la frontera en respuesta y como una forma de presionar al gobierno de México para que colaborara y capturara a los asesinos.
Pero el cierre fue temporal y no afectó completamente el paso fronterizo. Pero también es importante señalar que tuvieron que pasar 40 años, en febrero del 2025, para que, por fin, las autoridades mexicanas extraditaran a Caro Quintero, acusado de asesinar a Camarena.
Y a pesar de la desconfianza y la frustración de algunas autoridades, la apuesta en las siguientes décadas fue colaboración… aunque Estados Unidos usara diferentes herramientas para presionar al vecino.
La apuesta desde los 80s parecería ser la cooperación, coordinación, y negociación diplomática entre ambos países-y no hacer públicas las recurrentes y profundas diferencias con el TMEC, la migración irregular de millones de mexicanos y en materia de seguridad, particularmente el flujo de estupefacientes.
Vecinos distantes. Buscando la convivencia, protegiendo la frontera y respondiendo en forma coordinada ante las amenazas de seguridad nacional. Y aunque pocas veces se subraya públicamente, la prioridad de la cooperación entre “vecinos distantes” siempre ha sido asegurar que armas de destrucción masiva o terroristas pudiesen ingresar a los Estados Unidos por la porosa frontera con México.
Pero el 20 de enero del 2025, la relación entre Estados Unidos tuvo un cambio de paradigma en la relación bilateral.
Con la firma del presidente Donald Trump de la orden ejecutiva que establece que cinco cárteles mexicanos serán considerados como organizaciones terroristas, y la declaratoria de la frontera como una emergencia de seguridad nacional, ya no hay “vecinos distantes”. Ahora, desde la óptica del gobierno de Trump, México, sus autoridades, parte de la clase política y la población son “Enemigos en Puerta”.
México está dejando de ser un país aliado y socio comercial, a ser un país antagónico y posiblemente peligroso para los Estados Unidos. La apuesta ya no es cooperación y coordinación. Ahora la prioridad parecería ser control, contención, presión diplomática, militar y sometimiento.
Detener y contener la amenaza. Ante el incremento del control territorial que ejercen estas organizaciones criminales, las autoridades y parte de la clase política mexicano o son aliados de los terroristas o son simpatizantes, que requiere que Estados Unidos use todas las herramientas a su disposición para controlar la amenaza: sanciones, quitar visas, investigaciones penales, lista de extraditables o “entregables”, que incluye a funcionarios y representantes de la clase política.
No es suficiente reducir el tráfico de fentanilo y migrantes hacia los Estados Unidos, dejó de ser prioridad el comercio entre ambos países. Parecería que Trump y su equipo buscarán cambiar el futuro de la clase política y empresarial en México.
Y esta cruzada se ve reflejada en la población de mexicanos en los Estados Unidos, donde ya no los tratan como indocumentados, individuos que tienen derechos procesales y aliados políticos.
Ahora son enemigos del estado, y se les perseguirá como tal, haciendo uso de soldados en activo, helicópteros Black Hawk y drones “Predators”, buscando a los enemigos indocumentados en iglesias, supermercados, escuelas y en granjas.
Y podremos argumentar que esta estrategia es teatro político, donde Trump y sus aliados buscan debilitar a la oposición, y fortalecer la división interna en Estados Unidos. Pero, desafortunadamente, en este momento no hay pesos y contrapesos que puedan detener a corto plazo a Trump.
En el caso de México, podemos estar en desacuerdo si los cárteles son terroristas, pero ante la infiltración de estas organizaciones en la clase política mexicana, el gobierno tiene pocas cartas que jugar, excepto tratar de diferenciarse entre enemigos o simpatizantes de los Estados Unidos. Y los mexicanos en México y Estados Unidos son rehenes en medio del fuego cruzado.