Análisis sin Fronteras

Consejos desde el Consejo de Seguridad

El discurso de AMLO en la ONU refleja a un mandatario que no entiende las complejidades del entorno internacional.

El discurso del Andrés Manuel López Obrador ante el Consejo de Seguridad fue adecuado para una conferencia mañanera, donde, más que preguntas, el presidente recibe adulaciones del público presente. Fue un discurso con propuestas simplistas, que refleja la visión de un mandatario que ha viajado poco, que no entiende las complejidades del entorno internacional que enfrenta México como país miembro del G20, y el papel histórico que podría jugar gracias a la vecindad con Estados Unidos.

Pero ciertamente el discurso del presidente López Obrador fue adecuado para el consumo interno, un esfuerzo por convencer a las masas y a sus seguidores que las propuestas más ‘populistas’ de la cuarta transformación tienen aceptación y reconocimiento de las Naciones Unidas: un programa que daría una vida ‘digna’ a 750 millones de personas, con un costo de un billón de dólares anuales, para “otorgamiento de pensiones a adultos mayores, a niñas y niños con discapacidad, becas a estudiantes, apoyos a sembradores y a jóvenes que trabajen como aprendices en actividades productivas, así como hacer llegar vacunas y medicamentos gratuitos”. O sea, sus programas de la 4T. Lo interesante de la propuesta es la fuente de financiación que va a provenir de 4 por ciento de la fortuna de las mil personas más ricas, aportación de las mil empresas internacionales más importantes y 0.2 por ciento del PIB los países del G20.

Si, del G20, organización a la cual México pertenece y para la cual tendría que el país aportar el 0.2 por ciento del PIB. Es la propuesta que Mexico presentará en las siguientes semanas a la Asamblea General de las Naciones Unidas. Me pregunto si en la propuesta del Plan Mundial de Fraternidad y Bienestar que llevarán al seno de la ONU, López Obrador estaría comprometiendo el 0.2 por ciento del PIB nacional y el 4 por ciento de las fortunas de los billonarios mexicanos Carlos Slim, Fernando Larrea y Ricardo Salinas Pliego? Hay una frase que usan los políticos y empresarios estadounidenses: Put their money where their mouth is –respalda tus promesas con dinero sería la traducción apropiada–. Y es que hay una gran diferencia entre las ocurrencias que presenta a diario el presidente en sus conferencias mañaneras, y un discurso ante la ONU: la propuesta tiene que estar respaldada con datos, detalles, compromisos políticos y recursos.

Nadie lo ha dicho, pero estas propuestas donde se compromete dinero ajeno también podrían asustar a inversionistas nacionales y extranjeros. ¿De donde piensa obtener recursos López Obrador? ¿De Pemex que está en bancarrota? ¿Serán los impuestos de la poca clase media que queda en México que financiarán los programas de López Obrador en el extranjero? Y con este discurso ante el Consejo de Seguridad, el presidente se abrió a la posibilidad de tener que enfrentar uno de sus grandes temores: el escrutinio internacional de la viabilidad de sus programas sociales, sus programas de infraestructura (que contravienen las tendencias internacionales de proteger el medioambiente) y si su lucha en contra de la corrupción es en verdad política de Estado o una herramienta más para perseguir a la oposición. Y también esta el tema de la transparencia. Además de justificar su visión para México ante el mundo, López Obrador tendrá que ser más transparente, más honesto en sus declaraciones y menos agresivo ante sus opositores que lo cuestionan. El sermón del presidente de México ante el Consejo de Seguridad pondrá la política de polarización y ataque a los medios de comunicación en la picota pública internacional.

Para ser un estadista ante el mundo, hay que ser un estadista en casa. Y solo los más fervientes seguidores del presidente asegurarán públicamente que su estilo de gobernar y de liderazgo debe de replicarse en México o cualquier otro país que se considere una democracia.

Ahora el dilema para Andrés Manuel López Obrador será explicar por qué no aceptaría reunirse, por fin, con Joe Biden y Justin Trudeau en persona, como lo está proponiendo el presidente estadounidense. No será una reunión virtual donde podrá leer un discurso o el canciller Marcelo Ebrard lo guiará en la conversación. Tendrá que defender sus decisiones y comportarse como un líder del TMEC, el acuerdo comercial más importante del mundo. Y López Obrador tendrá que respaldar su posición con datos verificables y no retórica u ocurrencias.

COLUMNAS ANTERIORES

Aranceles, terroristas y la guerra de aranceles más tonta de la historia
Reducir las desapariciones: El legado más relevante para México

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.