La cobija de impunidad que quieren tender sobre AMLO y dos de sus vástagos no alcanza a cubrirlos. No obstante, la han estirado hasta desgarrarla en la pretensión de proteger a gobernadores, marinos, legisladores y toda una jauría que soltaron en el sexenio pasado para enriquecerse con complicidades, incluso con los cárteles de la droga.
El discurso pronunciado por el almirante Raymundo Pedro Morales, secretario de Marina, en la parada militar del 16 de septiembre sobre la corrupción que prevaleció en la gestión de su antecesor, Rafael Ojeda Durán, es contundente y no deja lugar a dudas que este personaje, por lo menos, solapó que sus sobrinos y un montón de marinos que tenían bajo su responsabilidad las aduanas, aeropuertos, puertos y refinerías conformaron un cártel para enriquecerse sin importar su pertenencia a la institución pública que más valoran y reconocen los mexicanos.
El golpe ha sido demoledor para la Secretaría de Marina y la Armada de México; por ello, era necesario deslindarse de inmediato de esos elementos que traicionaron a México y los principios rectores que conforman el código de actuación de los marinos.
Fue muy duro aceptarlo, pero hubiera sido imperdonable callarlo. El mal tuvo un fin determinante; en la Marina no encontró lugar ni abrigo, advirtió el almirante. “Fuimos nosotros mismos quienes dimos el golpe de timón, porque la lucha contra la corrupción y la impunidad son parte central de la transformación”, añadió.
“Pase lo que pase, duela lo que duela, se trate de quien se trate”, señalaba el almirante en la plaza política más relevante del país, en su mensaje contra la corrupción que aqueja a la Marina.
Era imposible que López Obrador fuera ajeno a la podredumbre que se destilaba desde las alcantarillas de Marina y de Sedena, además de que varios de sus colaboradores ahora son indiciados en diversas investigaciones que obran en poder de las agencias de inteligencia de Estados Unidos y de la Fiscalía General de la República (FGR).
El día de ayer, el periodista de El Universal, Claudio Ochoa, publicó en la red social X: “Fuentes me confirman que un juez federal concedió suspensión a Andy y Bobby López Beltrán contra cualquier captura”. Una persona llamada Francisco Javier Rodríguez Smith Macdonald promovió el amparo ante el Juzgado Segundo de Distrito con sede en Zacatecas”.
Las redes tejidas en el sexenio pasado en torno al huachicoleo de combustibles, lavado de dinero, connivencia con los cárteles de la droga y corrupción, pasa necesariamente por colaboradores cercanísimos a López Obrador, como es el caso (según versiones oficiales y fuentes periodísticas) de Alfonso Romo, Audomaro Martínez, Mario Delgado, Rafael Ojeda, Alfonso Durazo y Adán Augusto López, entre otros angelitos que se despacharon con la cuchara grande con la venia del presidente.
Alfombra que se levanta o closet que se abre, se encuentra podredumbre y corrupción que es imposible esconder, no obstante los esfuerzos que se hacen para encubrirlos.
En menudo lío está la jefa del Ejecutivo federal, ya que, por un lado, son tan contundentes los actos ilícitos en que incurrieron estos cuatroteros, que es imposible no proceder en su contra, no obstante la orden expresa que existe desde Tabasco de no tocarlos ni con el pétalo de una rosa; y por otro, la presión interna emanada de diversos colaboradores de la presidenta Sheinbaum, como el propio almirante secretario, por los hallazgos encontrados en las dependencias a su cargo.
Y si por si esto fuera poco, el presidente Donald Trump mantendrá su preocupación por el poderío de los narcoterroristas que atentan contra la seguridad interior de Estados Unidos.
Nada de relevancia escapa a los ojos del presidente, advertía López Obrador hace seis años, por lo que se infiere que, de todo el escándalo que se ha develado en torno al huachicoleo de combustibles y demás actos de corrupción, lo conocía hasta en los pormenores más mínimos.
La crónica de una inédita maquinaria de corrupción que prevaleció en el sexenio de Andrés Manuel López Obrador apenas va en sus primeros capítulos y cada vez que se le da la vuelta a una página, se pone más escabroso el asunto porque contiene muertes, traiciones, revelaciones, robos, engaños y lo más ruin de la escala de valores de un ser humano, que la novela de Los miserables de Víctor Hugo o la obra de Edgar Allan Poe describen los rincones más oscuros de la mente humana, abriendo el camino al terror moderno y el simbolismo, se quedan cortas ante la perversidad en esta trama tabasqueña.