Ante la llegada a nuestro país de Marco Rubio, secretario de Estado de Estados Unidos —el hombre más poderoso del presidente Donald Trump—, el gobierno mexicano lo recibirá con una actitud autoritaria. Esto se refleja en la conformación de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, compuesta por ministros afines a la presidenta de la República y un Poder Judicial sometido a sus designios. Al mismo tiempo, fluyen los apoyos económicos en supuesto respaldo a los médicos cubanos, al sector petrolero e incluso con libros de texto al régimen del dictador cubano Miguel Díaz-Canel. Además, se reitera la solidaridad con el gobierno del narcotraficante Nicolás Maduro.
En medio del sometimiento del Poder Judicial, llegará el poderoso secretario de Estado norteamericano con una misión diplomática con más preocupaciones que con expectativas positivas, ya que ahora no solo están inquietos por los cárteles de la droga, sino por la abierta proclividad mostrada por el gobierno de Claudia Sheinbaum a los regímenes cubano y venezolano, entre otros, todo ello en detrimento de la democracia real que se vive en México y de la seguridad interior de la Unión Americana.
No será un día de campo para la mandataria mexicana su reunión con Rubio —de eso estamos seguros—, aunque se matizará con las triunfalistas declaraciones que se contrarrestarán con las de Washington.
Se habla de que viene el funcionario estadounidense a signar un acuerdo de seguridad, aunque en realidad, el propósito de su visita es transmitirle diversas inquietudes de Trump en torno a diversos factores que inciden en la seguridad interior de Estados Unidos, como el empoderamiento de los cárteles de la droga.
Una semana que debería ser de fiesta para los cuatroteros, se convertirá en días aciagos, precisamente por la visita de la delegación norteamericana que no solo tiene a su favor la aplicación de aranceles y toda clase de sanciones a los productos mexicanos, sino que tiene también información privilegiada de El Mayo Zambada y de los Chapos que compromete a varios colaboradores cercanos de López Obrador y a varios miembros connotados de la 4T, entre ellos gobernadores, legisladores y uno que otro familiar incómodo.
Debido al talante autoritario del gobierno de la presidenta Sheinbaum, los grupos opositores al gobierno están cada vez más cerca de Estados Unidos que de la doctora y ello de suyo le mete muchísima más presión a la relación bilateral.
Paralelo a ello, vemos que, por fin, llegó el anhelado día en que Andrés Manuel López Obrador logró su propósito de tener una Suprema Corte de Justicia de la Nación y un Poder Judicial sometidos plenamente a sus caprichos de la 4T, lo que significa que han quedado en indefensión todos aquellos opositores al régimen que ahora no solo serán perseguidos con el nuevo entramado legal represor que se conformó recientemente en el Congreso: la ley espía y la de censura, entre otras, sino que serán castigados por juzgadores que tienen por consigna sancionarlos incluso, penalmente.
En un retroceso al pasado en donde la voluntad del presidente estaba por encima de la división de poderes y de la democracia, se pretende revivir la dictadura perfecta del PRI que agobiaba a todos los mexicanos en el siglo pasado, y que López Obrador la trajo de regreso acompañada con una tarea de zapa de las instituciones y del orden constitucional.
Ha surgido el clon de los tricolores: Morena, partido político integrado, por cierto, con un buen número de expriistas como el mismo líder tabasqueño.
A partir de hoy se tendrá a un máximo tribunal de la nación sometido a la voluntad de la jefa del Ejecutivo federal, quien además controla totalmente al Poder Legislativo y a los pocos organismos que fueron concebidos para acotar y servir de contrapeso, como la Comisión Nacional de Derechos Humanos, en donde una Piedra se interpone para proteger a los ciudadanos del omnipotente poder presidencial.
Con un presidente de la Corte de origen indígena, aunque eso no sea una garantía de que por fin se haga justicia a los aborígenes, se pretende argumentar que la Suprema Corte estará al servicio del pueblo, cuando en realidad servirá para consolidar el régimen totalitario en México, tal como sucede en otras dictaduras de la región.
Qué pena con las visitas, ya que en lugar de sacar nuestros mejores trapos para presumirlos, tenemos las ropas puestas de una dictadura y con alianzas incómodas con regímenes totalitarios que violentan todos los días los derechos humanos de su población.
Con qué cartas va a equilibrar la presidenta Claudia Sheinbaum todas las presiones que pretende imponer la Casa Blanca, si cada vez hay más pretextos para mantener la seguridad interior del país más poderoso del planeta.