Sería relevante conocer las causas que impiden un encuentro personal entre los presidentes Claudia Sheinbaum y Donald Trump. En la vorágine de imposición de aranceles y sanciones contra el ganado y otros productos nacionales, se pierde tiempo con misivas, llamadas telefónicas y mensajes irrespetuosos de colaboradores cercanos del mandatario norteamericano contra el gobierno de la 4T. Estos actos no contribuyen a alcanzar un acuerdo bilateral sobre una agenda global que permita darle cierta certidumbre al curso que tomará la relación entre ambos países.
Se podrá ir a vivir Marcelo Ebrard, secretario de Economía, a Washington para atender las reuniones con sus pares para evitar los aranceles a productos mexicanos. O que el canciller Juan Ramón de la Fuente salga de su ostracismo para proteger a los paisanos ante el embate de las autoridades de migración contra la comunidad mexicana. Lo cierto es que hay que irse acostumbrando al garrotazo porque tendremos tensión todo el tiempo, según lo dicho por el mismo Ebrard.
Lo hemos mencionado en este espacio: mientras el gobierno mexicano no combata a fondo a los narcoterroristas y sus compinches incrustados en el gobierno de la 4T, el presidente Trump seguirá tratando a México como su piñata favorita con la imposición de aranceles al acero, aluminio, cobre, jitomate, etcétera y, en contraparte, tan solo somos reactivos ante el impacto brutal a la economía mexicana.
La ruta que hay que seguir para evitar represalias es mantener la calma y buscar la renegociación del T-MEC en términos que no sean inequitativos para México, aunque esto en términos reales no significa nada.
La nueva era de proteccionismo de Trump arrasa al mundo, incluyendo a sus socios comerciales más importantes como México, la Comunidad Europea y Canadá, y ante ello, solo vemos del lado mexicano la aplicación del apotegma de Kalimán: “Serenidad y paciencia, querido Solín”, lo que en palabras de la presidenta Sheinbaum significa “hay que aguantar vara”.
La mandataria mexicana está en el peor de los mundos; por un lado, tiene que cargar con la herencia maldita que le dejó su mentor y que conlleva protegerlo a él y su familia, además, también, a un grupo de colaboradores que, muchos de ellos, están señalados como cómplices de los capos de la droga y, por si esto fuera poco, tiene que resolver todo el desastre que le dejó el tabasqueño en materia de seguridad, economía, salud, vivienda, educación, crisis energética, precariedad de las finanzas públicas y una larga lista de problemas que estallan todos los días como fuegos artificiales.
El otro frente que tiene que atender es su relación con el gobierno norteamericano y todo lo que representa el coro de los testigos protegidos y que hará mella en el gobierno de la doctora, al tiempo de sortear el vendaval que representa la imposición de aranceles y sanciones a México por parte del magnate inmobiliario.
Apenas han pasado casi seis meses de la gestión trumpista y parece que han sido años, porque en ese periodo México ha estado contra la pared y, por desgracia, así seguirá hasta el 2029.
Los más radicales del morenismo, como Gerardo Fernández Noroña, aconsejan romper con Estados Unidos y alinearse con China y Rusia; otros fanáticos se inclinan por las movilizaciones violentas, aquí y al norte del Río Bravo, y otros más se pronuncian por imponer aranceles recíprocos a los productos norteamericanos que llegan a México.
Ni el Plan México ni la diversificación de mercados representan soluciones en el corto plazo y menos si el gobierno carece de las partidas presupuestales para incentivar la producción nacional para que los productos que genere los consuma el mercado nacional.
El estancamiento de la economía está en la antesala de la recesión y, si a ello le sumamos la incertidumbre que prevalece entre los inversionistas extranjeros por el curso que vaya a tomar la economía mexicana, que inhibe la creación de nuevos empleos y el mismo desarrollo, pues estamos fritos.
La doctora Sheinbaum se sacó la rifa del tigre y, en lugar de agarrarlo por los bigotes, se empeña en defender a su mentor, incluso ante las peores consecuencias para su gestión.
El 1 de octubre se cumple el primer año del sexenio de la primera mujer presidenta y los resultados son mediocres y negativos, derivados de la herencia maldita, de los yerros propios, como impulsar la reforma judicial, y por razones exógenas como las trumpadas, que cada vez son más severas.