Desde San Lázaro

Las repercusiones internacionales de la mañanera

Las conferencias matutinas a menudo muestran a una jefa del Ejecutivo que parece endeble, improvisada y ocurrente. Esto se debe a que no mide las consecuencias de sus palabras.

La presidenta Claudia Sheinbaum ya se dio cuenta de que las mañaneras del pueblo no solo las escuchan algunos mexicanos, sino que también se monitorean desde Washington, particularmente en la Casa Blanca. Esto obliga a la doctora a medir sus palabras y establecer una estrategia de comunicación para evitar conflictos diplomáticos como el reciente llamado a manifestarse contra la arbitraria imposición del impuesto a las remesas.

En momentos en que la relación Trump-Sheinbaum se mantiene colgada por alfileres y en la víspera de su posible encuentro en la Cumbre del G7 a celebrarse en Alberta, Canadá, se debilitan los puentes de diálogo y entendimiento que parecía que se fortalecían.

El primer encuentro entre ambos será muy complicado para la parte mexicana, sobre todo porque las canicas que tiene la doctora para negociar con su contraparte en diversos temas son muy pocas, particularmente en asuntos como las acusaciones documentadas que existen contra políticos mexicanos por su connivencia con criminales.

Si de por sí es complicado el momento que se vive en la relación bilateral, con estos deslices de los llamados a las movilizaciones y las rijosas declaraciones de legisladores de Morena, como las de Gerardo Fernández Noroña, pues complica más el encuentro que tendrán en Canadá el próximo fin de semana.

Desde luego, sería alentador que la presidenta saliera con resultados positivos de su encuentro con Trump; empero, esto es difícil si consideramos que ha empeorado la relación con motivo del más reciente desencuentro.

La respuesta de la presidenta ante las graves acusaciones vertidas por la secretaria de Seguridad norteamericana, Kristi Noem, de alentar las protestas violentas en Los Ángeles, California, teniendo como testigo al mismo presidente Trump, fue rápida y afortunada, pero el daño ya estaba causado con la lapidaria frase de la funcionaria estadounidense.

En la cancillería, Juan Ramón de la Fuente y su equipo deben estar trabajando horas extras en la preparación del encuentro bilateral y, sobre todo, en demostrar con hechos que, pese al recorte presupuestal a los consulados de México en Estados Unidos, están a la altura de la demanda de los connacionales para enfrentar legalmente los embates de las autoridades migratorias.

Lo mismo sucede con Marcelo Ebrard. Él ya pasa más tiempo en Washington que en sus oficinas. Si no fuera por su experiencia, quién sabe cómo estarían los aranceles a productos mexicanos de exportación y, sobre todo, la definición de la estrategia a seguir en la renegociación del T-MEC. En este contexto, se aviva el fuego en la relación con EU con declaraciones vertidas en las mañaneras.

Ciertamente, las conferencias matutinas a menudo muestran a una jefa del Ejecutivo que parece endeble, improvisada y ocurrente. Esto se debe a que no mide las consecuencias de sus palabras. No solo nos referimos al desliz reciente, sino también a otros temas como los llamados a votar en la elección del Poder Judicial con apoyo de guías “acordeones”.

Si el presidente Trump busca pretextos para sacar provecho y someter al gobierno mexicano en temas como comercio, migración y seguridad, ¿por qué el gobierno de la doctora le da motivos para aplicar aranceles, imponer impuestos a remesas, prohibir la internación del ganado por el gusano barrenador, controlar el agua o combatir el narcoterrorismo con posturas populistas que llaman a movilizaciones?

Está claro que dentro de la izquierda radical, donde se ubican ciertos personajes y simpatizantes de Morena, cualquier palabra que emita la presidenta sobre ciertos temas es interpretada por estas personas como una instrucción. Incluso recurren a la violencia porque esa es la lectura entre líneas que le dan a las palabras de su líder moral. Así pasaba con AMLO y ahora con Sheinbaum.

Claramente, la estrategia de distracción con cortinas de humo de las mañaneras para desviar la atención de los ciudadanos sobre temas delicados que los aquejan, o de los mismos yerros de la 4T está rebasada y hasta cierto punto obsoleta, porque ahora estamos ante otro México y con otro presidente y ante un gobierno norteamericano que está muy pendiente de las declaraciones de Sheinbaum.

Los Goebbels mexicanos, que se mueven en la intriga palaciega y preparan el contenido de las mañaneras con preguntas a modo de supuestos reporteros, ponen en aprietos a la presidenta. Ella tiene que ajustarse a la agenda que le imponen sus propios colaboradores y los periodistas que quieren congraciarse con la mandataria.

López Obrador dio una instrucción clara y precisa a su sucesora para que continuara con las mañaneras. Por ello, se mantiene este ejercicio demagógico que pretende manipular a la opinión pública, como ocurrió recientemente con la reforma judicial. Esta resultó un total fracaso debido al elevado rango de abstención del 87% del padrón electoral.

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