Desde San Lázaro

Humo negro

El nuevo papa se enfrenta a retos descomunales, tanto por los conflictos que vive la iglesia en su interior, como por los conflictos económicos y bélicos que mantienen al orbe al filo de otra conflagración mundial.

La mayoría calificada de los cardenales, las 2/3 de los 133 con derecho a voto y que ingresan a la Capilla Sixtina del Vaticano en Roma, no se pusieron de acuerdo en la primera ronda de votaciones y ello de suyo, habla de la polarización que existe entre los ministros de la iglesia católica que están ante una prueba de fuego frente a sus feligreses y el mundo.

Más allá de consideraciones religiosas y teológicas, diremos que la elección del sucesor de Francisco pasa por el crisol de las alianzas e intereses que prevalecen entre los cardenales y que son evidentes en el cónclave.

El humo negro que emana de la chimenea más observada del mundo tiene que tornarse blanco a la brevedad para evitar que se mantenga la percepción de división entre los cardenales y en el seno de la iglesia católica.

Imaginemos la lucha que se da entre políticos para acceder al poder, pues lo mismo ocurre en el cónclave, en donde los asistentes y los muros son los únicos testigos de la votación y de los enconos, traiciones, guerra sucia y las intrigas palaciegas que se da en la víspera y transcurso de la reunión cupular de la iglesia católica y que, por lo menos, en las primeras votaciones y el escrutinio respectivo, no lograron postular a un candidato con la suficiente fuerza para alcanzar la mayoría calificada.

La polarización entre facciones conservadoras y progresistas es evidente, lo que dificulta la toma de decisiones y la unidad.

Más allá de quién sea el siguiente papa, es relevante considerar cuáles son los principales retos de una congregación religiosa que pierde adeptos con el paso de la nueva cosmovisión en la que se mueve la juventud, inmersa plenamente en la tecnología, las redes sociales, la inteligencia artificial y, en general, el mundo digital; además de la crisis de vocaciones, los escándalos de pederastia y la necesidad de adaptarse a la modernidad, incluyendo la inclusión de las mujeres y la comunidad LGTB+.

La crisis de vocaciones tiene que ver con la disminución de sacerdotes y religiosos, lo que afecta la disponibilidad de personal para las tareas pastorales y la administración de las instituciones.

Desde luego, el papa desempeña un papel fundamental en la búsqueda de la paz en zonas de conflicto en el orbe mediante el diálogo en la promoción precisamente de la paz y la justicia.

La multitud de casos de abusos sexuales a menores perpetrados en el seno de la iglesia católica ha perjudicado enormemente su imagen y ha acentuado la desconfianza de la sociedad hacia los sacerdotes.

El deterioro de su prestigio no se ha producido solo por el hecho de que se hayan dado los abusos, sino por el encubrimiento y los obstáculos que ha interpuesto la jerarquía para evitar que los responsables fueran procesados.

El Vaticano es uno de los Estados más ricos del mundo; empero, la mala administración de los obispos en cada diócesis, entre otros problemas como la corrupción, ha abierto grandes boquetes en las finanzas de la iglesia católica, que tiene que cubrir un gasto creciente con recursos que van a la baja, precisamente por la pérdida de adeptos.

Cierto, “la iglesia católica es la organización religiosa más grande del mundo, pero tiene una arquitectura financiera caótica”, tal como lo señaló el periodista Jason Berry.

Estamos ante una cúpula de ricos, sustentada en una feligresía pobre.

Solo en Italia, los intereses de la iglesia se extienden por el sistema bancario, aerolíneas, inmuebles, empresas públicas y hasta cinematografía.

Esta muestra no encaja con la opacidad que rodea a las finanzas del Vaticano; en este sentido, se hace, por lo tanto, necesario un esquema de transparencia y eficiencia que ponga fin a las sospechas y rumores de corrupción.

Como se aprecia, el nuevo papa se enfrenta a retos descomunales, tanto por los conflictos que vive la iglesia en su interior, como por los conflictos económicos y bélicos que mantienen al orbe al filo de otra conflagración mundial.

El cristianismo, islamismo, budismo e hinduismo son las principales religiones del mundo, con un 71 por ciento de seguidores de la población mundial; empero, estos números se modifican en la medida que las organizaciones clericales que las sostienen estén a la altura de los nuevos retos y circunstancias.

La fuerza del secularismo avanza en la medida en que la ciencia lo hace, aunque ciertamente el ser humano requiere por antonomasia la guía y soporte espiritual que da la religión para intentar resolver los grandes cuestionamientos que per se tienen las personas sobre su existencia y razón de ser, entre otras grandes incógnitas que tienen que ver con el nacimiento, la enfermedad y la muerte.

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