El fin de semana ocurrieron tres movilizaciones que tuvieron como vórtice el Zócalo de la CDMX; el viernes se movilizó la CNTE en rechazo a reforma de la Ley del ISSSTE; el sábado, con motivo del Día Internacional de la Mujer, se manifestaron las féminas en las principales ciudades del país, para reivindicar la lucha de las mujeres y ayer, domingo, lo que iba a hacer un mitin de protesta por la imposición de aranceles a los productos de exportación a Estados Unidos, se convirtió en un festival musical con tintes de asamblea informativa que, para efectos prácticos, solo sirvió para sangrar el erario público por los miles de acarreados (de los estados que gobierna el oficialismo) que acudieron al evento.
Hay de movilizaciones a movilizaciones; todo depende del cristal con que se miren y de los propósitos que persiguen los manifestantes.
Mientras que la CNTE hace de las marchas y movilizaciones su medio favorito para presionar al gobierno en turno, ya sea federal, estatal e incluso municipal, y con ello lograr canonjías de tipo económico o incluso posiciones políticas para fortalecer a la disidencia del SNTE; el movimiento feminista 8M desbordó las calles del Centro Histórico y las aledañas a Paseo de la Reforma en protesta, principalmente por las víctimas de feminicidios y desaparecidas, al tiempo de reclamar a la presidenta Sheinbaum con la consigna de “Oye, Claudia, no llegamos todas”.
La marea púrpura está más vigente que nunca, no obstante que una mujer sea presidenta y que repita hasta el cansancio que con ella llegaron todas, cuando en los hechos ha resultado ser una falacia, toda vez que muchas mujeres han sido desplazadas de su gobierno que llevan luchando lustros, desde varios frentes por erradicar la violencia de género y por la igualdad de oportunidades.
Las cifras reales de feminicidios y desaparecidos siguen en niveles alarmantes e inéditos que claramente contrastan con el discurso oficialista.
Va un dato: en el 75 por ciento de los casos de feminicidio en México, la víctima deja a una hija o hijo en situación de orfandad, por lo que las abuelas asumen su cuidado.
Las consignas contra el machismo en todo el país son un crudo recordatorio al gobierno de la 4T que, por más apoyo ciudadano que se jacten, la realidad es que hay demasiadas asignaturas pendientes, principalmente con las mujeres.
Resultó un espejismo o una entelequia la conquista del poder por parte de una mujer, si en los hechos ha dejado atrás a las féminas marginadas por el machismo o violentadas en sus propios hogares.
La violencia sexual, física, vicaria, sicológica y económica se recrudece y no hay visos de solución, ni siquiera de contención.
Para el gobierno, la marea púrpura convocó en la CDMX a cien mil personas; en cambio, en el mitin informativo cuatrotero hubo el doble, cuando en la realidad, el marcador fue favorable a la marcha de las mujeres en una proporción de 10 a 1.
Lo de ayer en el Zócalo fue un baño de pueblo y de fortalecimiento al alter ego de la mandataria al más claro estilo de su mentor.
Luego de ver el narcisismo de Donald Trump en el Capitolio, con motivo de su primer informe al Congreso, en el cual la zalamería de los republicanos en torno a su líder fue de tal envergadura que olvidaron llevar consigo la dignidad y la vergüenza propia para doblegarse ante su presidente; lo de ayer en el Zócalo fue un símil del evento del populismo de la derecha. Es decir, entre populistas te veas cuando se trata de mostrar el “cariño del pueblo” hacia el mesías o el tlatoani; no importa si eres un orate izquierdista o un loco de derecha.
La presidenta diario tiene encuentros con reporteros para marcar agenda en los temas de coyuntura; igual ocurre con el mandatario norteamericano, en un ejercicio de propaganda (plagado muchas veces de mentiras para vender “espejitos” a sus gobernados), cuyo común denominador entre ambos mandatarios es la verborrea infinita para construir una realidad virtual.
Lo relevante del affaire entre ambos presidentes en torno a la imposición de aranceles y a las acusaciones de la Casa Blanca por la connivencia del gobierno mexicano con los narcos es que hay diálogo al más alto nivel y ello, de suyo, ha establecido una calma chicha, esa que precede a la tormenta.
Sheinbaum ha domado a la bestia por 30 días, hecho que ningún presidente del orbe lo ha logrado, y aunque sea una victoria pírrica, hay que reconocerle.
Cierto, la espada de Damocles pende sobre la cabeza de todos los mexicanos mientras los diferendos con el magnate inmobiliario no se arreglen con los resultados que tenga el gobierno mexicano en materia del trasiego de drogas sintéticas como el fentanilo, la migración y la aprehensión de los narcopolíticos, que son cobijados por Andrés Manuel López Obrador.